Acusado de inoperancia en los cuatro meses de
su gestión, el presidente Luis Arce Catacora ha revelado detalles de su
proyecto estrella para reactivar la economía nacional. Al respecto, me propongo
contestar a cuatro preguntas, para ilustrar la temática a mis lectores.
La primera: ¿Qué se sabe de la planta de biodiesel?
No mucho. Despojado de la retórica, el anuncio revela que YPFB licitará el estudio de ingeniería, procura, construcción y puesta en marcha de una Planta de Biodiesel a partir de Aceites Vegetales Hidrotratados. La Planta estará ubicada en la Refinería Guillermo Elder Bell de YPFB en Santa Cruz, requerirá una inversión de 250 M$ (monto que suele incrementarse con el tiempo) y producirá tres millones de barriles (tres MMbbl) anuales de biodiesel a partir del año 2025. Se sabe además que YPFB cuenta con el asesoramiento de empresas internacionales del ramo, interesadas en ofrecer servicios y equipos. Asimismo, la materia prima será aceites reciclados, grasas animales y, sobre todo, cosechas de plantas como la Jatropha y la Palma africana. Por tanto, no se utilizaría aceite de soya, lo que, vista su importancia en la balanza comercial, sería como vestir a un santo desvistiendo a otro.
La segunda: ¿Qué impacto tendrá la Planta en el balance energético y financiero?
En condiciones normales se importan nueve MMbbl/año de diésel, con tendencia a crecer hasta 15 MM el año 2025, cuando la Planta entraría en producción. Por tanto, se reemplazaría solo el 20% de las importaciones, un impacto poco significativo. En cuanto al ahorro en dinero, a falta de una bola de cristal que nos revele los precios del petróleo a futuro, solo se pueden hacer consideraciones generales: el biodiesel suele ser más costoso que el diésel fósil, de modo que el ahorro en divisas de ese 20% que ya no se importaría resulta compensado con creces por el costo incremental de la producción de la planta, si se mantiene el subsidio a los combustibles.
La tercera: ¿Es la planta amigable con el medioambiente?
Al producir biodiesel de segunda generación el impacto es menor que si se utilizara aceites de soya; asimismo, los cultivos vegetales son cíclicos y, en el caso de la Jotropha Curcas, crecen en suelos no aptos para otros cultivos. Sin embargo, reunir 450 mil Tm/año de materia prima requerirá sembrar otro millón de Has, más maquinaria (o sea más diésel), herbicidas, y fertilizantes, antes de empezar a producir el biodiesel. Si esa tarea se asignara a la inversión privada, para no incurrir en fracasos que se han dado en otras latitudes, se requerirán compromisos en firme y mucha fe en YPFB, como en el caso del bioetanol.
La cuarta: ¿Existen alternativas al proyecto presentado?
Las crecientes importaciones de diésel son insostenibles y, en eso coincido con el gobierno, precisan soluciones urgentes. Sin embargo, aun cuando se quiera incluir la planta en el plan de diversificación de la matriz energética, debido al estado calamitoso de las finanzas de YPFB (y del BCB, su prestatario), lo más sano sería que los mismos agroindustriales asuman la responsabilidad de llevarla a cabo. Seguramente el país ahorraría tiempo y dinero. No obstante, dudo que para ellos el proyecto tenga sentido a los precios actuales el diésel. Por eso, existe el riesgo de que el gobierno “le meta no más” y le transfiera al país otro fracaso “industrializador”.
Alternativamente, la temática de los biocombustibles debería ser parte de un Plan de Transición Energética que permita sustituir el uso del diésel por electricidad en las minas, desincentivar el transporte urbano y liviano a diésel y autorizar producción y consumo propios de biodiesel en la agroindustria.
Mientras no haya ese plan, el gobierno seguirá moviéndose sin rumbo, proyectando e inaugurando, de manera inconexa, plantas estatales solares, eólicas, hidroeléctricas y de biocombustibles, muchas de las cuales producirán un ulterior incremento de la población de elefantes azules en el zoológico de la inversión pública.
Francesco Zaratti es físico y analista.