Así se titula el ensayo (Editorial Gatopardo) de Milton Mayer, que este año acaba de publicar su cuarta edición desde 2022, cuando se tradujo inicialmente al español desde su primera tirada en inglés en 1955.
Más que un trabajo a propósito del nacionalsocialismo en la Alemania de los años 30, se trata de un estudio in situ del fenómeno de masas que Mayer –de procedencia judía– escribió en los años 50 después del ascenso y caída del Tercer Reich, cuando parecía, o así entonces se creyó, que los efectos en la conciencia colectiva alemana había reaccionado y reflexionado acerca de las consecuencias del totalitarismo, no solo en la Alemania y la Europa de entonces, sino en el mundo entero y en día a día de los alemanes.
En 1951 Mayer viajó a la ciudad alemana de Cronenberg para instalarse allí con su familia y entrevistar, a lo largo de un año, a personas corrientes. Desde obreros (ténganse en cuenta el grado de elitismo que definía la sociedad alemana en los años de la posguerra y antes del conflicto bélico), hasta intelectuales, profesores o policías, que representaban la esencia y la realización de la alta cultura alemana de aquellos años, se vieron influidos, persuadidos o seducidos por un fenómeno que cambio el mundo para siempre.
La articulación dialéctica del hitlerismo, que se infiltró en una sociedad arrastrada por los traumas de la Gran Guerra, caló de manera sigilosa, casi imperceptible, en la conciencia colectiva. Sus efectos posteriores se manifestaron en una creciente convicción de que la ideología nazi representaba una mejora en la vida individual y colectiva, más allá de doctrinas abstractas que los ciudadanos no percibían en su día a día ni comprendían del todo. Estas ideas, que probablemente no compartían ni en las que se identificaban plenamente, quedaron subordinadas a un nacionalismo exacerbado y a un racismo que definió lo que llamaron la “cuestión judía”. Alemania quedó sometida nuevamente a los designios de un poder autoritario, como antes lo había estado bajo los designios del Kaiser.
La política es relevante, pero la idea de la política cobra especial importancia en momentos de la historia en los que se juegan grandes cosas y en los lugares donde existe un terreno fértil para promover un totalitarismo que acaba con el concepto de libertad con el que, en ese preciso momento, el individuo y la sociedad se ven reconocidos. En ese contexto, la democracia depende de la idea que cada cual tiene respecto de ella. El crecimiento económico, el desarrollo, las oportunidades, el dinero o la propia libertad no dependen, entonces, del sistema político en el que se desenvuelve la sociedad, sumergida en el hálito del dogmatismo, la insatisfacción y el odio.
Este contexto se podría definir, tal como puede ocurrir hoy en día, como el repudio de la clase política producido por la corrupción y la inseguridad, el rechazo al sistema de partidos y la representación provocada por el incumplimiento de las promesas políticas de los representantes, la creación interesada del enemigo externo –es más cómoda la idea de la imputabilidad externa que la introspección: llámese bolchevique o judío– o la frustración general de una generación que había experimentado la crisis de una idea de sociedad que solo permanencia en el recuerdo o era una simple anécdota, no por ello justa, igual y próspera para todos.
Hay aspectos en la vida de los seres humanos y su entorno que no cambian, pese al paso del tiempo y la experiencia. Cuando el nazismo comenzó a ganar adeptos y finalmente conquistó el poder en 1933, pocos comprendían realmente lo que el hitlerismo significaría para Alemania y el mundo. Las personas, en su día a día, suelen concentrarse en sus propios problemas: la familia, los amigos, el trabajo, aquello que ven y experimentan de manera directa. Pocas veces reflexionan sobre cuestiones extraordinarias que escapan a su rutina. En definitiva, el individuo piensa en lo primero que ve frente al espejo al despertar cada mañana, lo anormal sería lo contrario. El nazismo significó para la gran mayoría de la gente estabilidad, empleo, seguridad, un estatus social y hasta una nueva identificación con lo que Alemania representaba, después de la Primera Guerra Mundial para Europa y el mundo.
El ensayo es un análisis de un compendio de conversaciones que el autor tuvo con 10 “amigos” alemanes, todos ellos afiliados al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, que habían vivido los días de la guerra en un pequeño pueblo que fácilmente podría ser el microcosmos de toda una nación. En los diálogos que tiene surgen respuestas, otras veces no, a preguntas que hoy podrían parecer obvias, pero que muestran en primera persona cómo en una sociedad puede una ideología llegar a influir de tal modo que no exista un antes más allá que del que los dirigentes hayan impuesto y un después carente de reflexión.
Muchas cosas han cambiado desde entonces. Por supuesto que a lo largo de los años la sociedad alemana fue capaz de superar un trauma que condicionó a generaciones de ciudadanos que comprendieron que lo que se había hecho pudo evitarse y que fue un terrible error. Una de las causas de esta ceguera o de la facilidad con la que se tradujo el adiestramiento colectivo fue la resolución de carencias y necesidades de una sociedad adormecida en un letargo de pasividad y falta de advertencia.
Porque en el mundo en el que vivimos, volátil, fragmentado y en constante cambio, cuya rapidez no se compara con la modesta velocidad con la que se producían cambios políticos y sociales hace cien años atrás, nos interpela sobre muchas cuestiones vitales, como la democracia, la libertad y los valores que al ser humano lo identifican como tal. Hoy todos estos principios en entredicho.
La tecnología, la inteligencia artificial, la rapidez con la que avanza el mundo y se transforma nos han hecho, paradójicamente, seres cada vez más excluidos, aislados e indiferentes. Quizás hoy, frente al avance de los autoritarismos en todo el mundo, sea más importante reivindicar que el precio de la libertad es la eterna vigilancia, dado que, tal como establece el autor, unos hombres que ignoran que son esclavos ignoran que son liberados cuando esto ocurre.