“La marcha de la muerte” vs. “Marcha para salvar la vida”. Una sola marcha, dos denominativos: desde el Gobierno su demonización y desde los marchistas su angelización. ¿Cuál es la perspectiva correcta? Estamos sin duda ante un conflicto político: el eje, la energía y la dirección del conflicto es el poder. Un juego en principio planteado de suma cero: para el presidente Arce significa su prolongación hasta concluir su mandato y dejar fuera de la contienda política a Evo Morales, para así competir por el poder con la oposición en las elecciones de 2025.
Para el expresidente Morales significa el acoso y derribo de Arce (y su sustitución por Andrónico Rodríguez) para así habilitarse como candidato del MAS ante la oposición en 2025. O sea, cada uno de ellos pretende “salirse con la suya” negando la voluntad contraria.
Tanto Arce como Morales pueden decirse a sí mismos como el Antonio de la obra Julio César de Shakespeare: “¡Ahora, prosiga la obra! ¡Maldad, ya estás en pie! ¡Toma el curso que quieras!”.
El efecto Lucifer se ha instalado entre los masistas: “arcistas” vs. “evistas”, unos atrincherados contra los otros, y por supuesto, Lucifer baila desaforado ante las posibilidades incendiarias de la contienda de los viejos camaradas. ¿Pueden abrirse las puertas del infierno? La estrategia de Morales es clara: reproducir la “Gran Marcha” ensayada por Mao Tse-Tung en 1934, donde la gente se vaya sumando paulatinamente a su paso hasta lograr galvanizar una masa crítica.
Tiene tres obstáculos en el camino a la sede de Gobierno, epicentro del poder político: primero, sumarse a la marcha es votar con los pies por Morales y contra Arce, ¿darán ese paso decisivo los sectores sociales? Segundo, la ciudad de El Alto, ¿será un alto para Morales o más bien logrará un alto respaldo vigorizando su marcha para el embate final? Finalmente, considerar los terceros actores, es decir, hay actores poderosos que hasta ahora solo están siguiendo el curso de los acontecimientos, pero también calculando sus efectos sobre sus intereses, si los ven afectados, saldrán también al ruedo y, entonces, una victoria se puede ver impedida de cristalizar convirtiéndose en una victoria pírrica como sucedió con Hormando Vaca Díez en 2005.
La estrategia de Arce también ha sido anunciada entre líneas filosas por sus ministros de Justicia y Gobierno: el Estado de excepción y el apresamiento de Morales. Aquí les cabe evaluar al milímetro el efecto perverso de tal medida, es decir, se ejecuta una acción para viabilizar un escenario positivo y conjurar uno negativo, pero la medida está mal calibrada y entonces lo que acaban suscitando es precisamente el escenario negativo que deseaban evitar.
Para el caso, una convulsión social de proporciones. Un pandemónium sociopolítico. Vuelvo a preguntar: ¿Pueden abrirse las puertas del infierno? Mirando los antecedentes de nuestra conflictividad, un patrón recurrente fue aposentarnos en el síndrome del abismo: ambos actores han sobrecalculado sus fuerzas y se generaron un escenario de “catástrofe mutua inminente”, o sea, la condición de madurez para la desescalada y la resolución del conflicto se presenta cuando divisan frente a sus narices el abismo.
Entonces, solo entonces y en función al balance de poder que arrojó la medición de fuerzas, abrirán la exclusas para el diálogo y la negociación. Este y no otro parece ser el horizonte que ambos actores están configurando para los días próximos (amén de un diálogo fallido). En medio, dolor, incertidumbre y agudización de la crisis económica.
César Rojas es comunicador social y sociólogo.