Una vez más, el país entra a una espiral de confrontación de imprevisibles consecuencias, como si nos faltaran problemas por resolver; como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para seguir perdiéndolo de una manera tan desgraciada. ¡Cómo me dueles, Bolivia, cuando veo a tus hijos enfrentados una vez más entre sí! ¡Cómo me duele el alma! ¡Cómo me duele la pobreza de muchos de tus hijos y la falta de grandeza de otros tantos! Duele…
Qué lamentable es que cuando en una sociedad civilizada debería imperar la Ley y primar la fuerza de la razón, se imponga -más bien- la razón de la fuerza y la afrenta a la Ley.
Miraba en la televisión hace poco una seguidilla de manifestaciones públicas violentas en La Paz y me preguntaba si llegará el día en que se entienda que no es lo correcto tener un cachorro de dinamita para ser escuchado o para ser atendida una demanda... Me respondí que, pese al peligro que representa, mientras se consienta la ley del más fuerte, seguirá pasando.
¡Cuán diferente sería todo si -sobre la base de la obediencia al orden establecido- el diálogo transparente fuera la tónica para anticipar o resolver todo tipo de conflictos!
Cuando la Constitución Política del Estado sea aplicada y respetada por todos; cuando las normas de buena conducta garanticen el respeto mutuo; cuando la verdad prime sobre el engaño, entonces viviremos en calma, considerándonos unos a otros, buscando el bien común sobre la base de la tolerancia de las ideas y la solidaridad frente a las penurias. Mientras ello no ocurra, no habrá paz...
Cuántas veces se ha escuchado decir que la estabilidad es un patrimonio de los bolivianos y que “debemos cuidarla”, pero, poniéndonos la mano al pecho, viendo cómo estamos viviendo en todo el país -con bloqueos, con paros, con tomas de instituciones, con dinamitazos por aquí y por allá- ¿actuamos en consecuencia para ello? Una vez más, Bolivia está a punto de echar por la borda su crecimiento económico y la estabilidad social, “el patrimonio de los bolivianos”.
Cuando la pobreza debería ser el único enemigo que tengamos en común los ciudadanos, frente a lo cual deberíamos estar más unidos que nunca absolutamente todos los bolivianos, otra vez se da una escalada de confrontación en el territorio, pese a que, sin dificultad se la pudo haber evitado.
“Si los habitantes de un país se pelean entre ellos, el país quedará destruido. Si los habitantes de una ciudad se pelean unos contra otros, la ciudad quedará en ruinas. Y si los miembros de una familia se pelean entre ellos mismos, se destruirá la familia”, la historia así lo ha demostrado. O… ¿no hemos visto cuántos países han colapsado? ¿Dónde está la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), por ejemplo? ¿Cuántas ciudades se han destruido y cuántas familias se han dividido por no solucionar sus problemas a tiempo? ¿Quisiera Ud. que Bolivia, su ciudad o su familia se divida? Si no aprendemos a vivir en armonía y mutuo respeto, solo será cuestión de tiempo…
Me resisto a creer que Bolivia es un país inviable por las diferencias que hay entre sus habitantes; y, que no existe la posibilidad de un mejor futuro para todos, aunque cuando se van repitiendo tantas injusticias en el tiempo, ello provoque a pensar así; sin embargo, hay que intentarlo y hacerlo por convicción y amor, porque en eso consiste el ser bien nacido, en marcar la diferencia con los violentos, portándose con amabilidad, sencillez, bondad y honradez, para mostrar que otra Bolivia es posible: la Bolivia apacible.
Alguien dirá que lo que planteo no es, sino, una utopía no realizable, pero yo prefiero pensar que con buena voluntad y la ayuda de Dios, puede ser posible.
No hay que perder la fe, debemos buscar un nuevo pacto social en Bolivia; debemos hablar, abrazar, informar y educar bien a la gente; ser solidarios y ayudar a que los menos favorecidos vivan de una forma más digna -contagiar esperanza- eso es lo que hay hacer, pero no solamente con palabras, sino, con hechos también.
Frente a la violencia, ser agentes de paz; frente a la mentira, decir la verdad; frente al odio, ofrecer amor; frente a la agresión, perdonar; frente a la oscuridad, ser luz; frente a la maldición, bendición; frente a la intemperancia, denotar paciencia; frente a la altanería, mostrar docilidad; frente a la ira, templanza; frente al mal, bondad; frente a la idolatría, defender la fe en el único Dios verdadero. Solo así podremos tener un mejor país. Ahora… ¿estaría Ud. dispuesto a intentarlo? ¡Cómo me dueles, Bolivia!
Gary Antonio Rodríguez es Economista y Magíster en Comercio Internacional