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La verdad se ha convertido en un enunciado caprichoso que cada quien filtra con el cernidor de intereses sesgados.

Insisto mucho en este tema porque cada vez tengo menos paciencia con la gente imbécil. Me cansan, por ejemplo, aquellos que salen en defensa de la corrupción masista con el manido argumento de que “siempre hubo corrupción en Bolivia” o “en todos los países hay corrupción”. Y cuando quieren defender al cacique del Chapare: “en la iglesia católica también hay pederastas”, o “es parte de la cultura indígena que las mujeres despierten a la sexualidad cuando son adolescentes”, y otras estupideces del mismo estilo.  

Me hartan esas coartadas porque son cómplices de la decadencia moral y ética que se ha convertido en la norma en esta sociedad. Sería más honesto que los abogados de la corrupción del MAS, locales e internacionales, confesaran que no quieren reconocer que se equivocaron, que apostaron por un proyecto no solamente fallido en lo político y en lo económico, sino corrupto y carente de valores. Pero no tienen el valor de reconocer sus errores y se aferran a una mirada idealizada de la mayor impostura de nuestra historia.

La “reserva moral de la humanidad” siempre fue una patraña. La única reserva que hay en el Chapare es la de los precursores químicos, las pozas de maceración de hojas de coca y la “línea blanca” de lavadoras y secadoras (los electrodomésticos más vendidos en el trópico de Cochabamba) que se utilizan para procesar la droga.

La Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (Felcn), aprehendió el 26 de noviembre de 2024, por casualidad, en un control de rutina, a ocho mujeres de pollera que transportaban paquetes con 20 kilos de cocaína adheridos a sus cuerpos, en las partes íntimas. El vehículo en el que viajaban fue interceptado en Roboré, Santa Cruz, cuando las sospechosas provenientes de Chimoré se dirigían a Puerto Quijarro para cruzar la droga a territorio brasileño.

Ese es apenas un botón de muestra de lo que sucede todos los días, multiplicado por mil. Una semana antes, en otra frontera, las autoridades chilenas arrestaron a una persona que llevaba en un atado nada menos que 1.200.000 US$ (un millón doscientos mil dólares). Procedencia: Cochabamba. Así es, cada dos o tres días otra noticia similar. ¿Cómo es que cada mes se destruyen decenas de fábricas de cocaína en el Chapare y la producción y exportación no disminuye? Lo anterior nos da una dimensión de la enormidad de ese negocio ilícito tan íntimamente ligado a la política. El narcotráfico no es sino una de las formas de corrupción en Bolivia.

Lo repetiré hasta la saciedad: la corrupción ha penetrado la sociedad boliviana porque ha sido alentada con el paradigma desde el poder durante los gobiernos del MAS. Hay que ser claros, para aquellos que insisten que “siempre hubo”. No señores, nunca antes hubo en Bolivia una corrupción tan extendida en los poderes del Estado y en la sociedad, nunca. Mientras que los casos de corrupción en los cien años anteriores (incluyendo a las dictaduras militares) se limitan a unas decenas, en los 20 años del MAS se multiplicaron de manera que ya es difícil llevar la cuenta. Además, hay una diferencia en la dimensión de lo robado, por eso, meter a todos en la misma bolsa es la coartada para justificar al MAS.

Aunque lo subrayo cada vez que puedo, a nadie parece escandalizar el caso del diputado suplente masista José Rengel Terrazas (que sigue siendo diputado, algo que cuesta entender), imputado (no solamente acusado) de haber hecho transferencias a nueve bancos internacionales por un total de 51 millones de dólares (la parte que se conoce…). El tipo sigue merodeando por la plaza Murillo y asistiendo impunemente a las sesiones de la Asamblea Legislativa. No ha negado los cargos, peor aún, afirmó que ganó ese dinero ingresando a Bolivia autos “chutos”… Si eso fuera cierto deberían juzgarlo además por contrabando, pero es improbable que con ese tráfico haya acumulado tanto en tan poco tiempo: ¿cuántos autos chutos hay que contrabandear para acumular 51 millones de dólares?

La corrupción del MAS empezó desde el mismo día que Evo Morales asumió el gobierno en 2006. Esto no les gusta escuchar a los masistas de la primera camada ni a los actuales, porque son cómplices por su silencio. El primer caso sonado de corrupción fue el de Santos Ramírez, amigo “de cama y rancho” de Morales, un profesor rural al que nombró nada menos que presidente de la principal empresa del Estado: YPFB. La corrupción del sujeto (que ahora está libre disfrutando los millones robados) saltó a la vista cuando sus cuñados asesinaron a un joven empresario (igualmente corrupto), que se aprestaba a entregar 400 mil dólares de coima por un contrato.

El desfalco descarado del Fondo de Desarrollo Indígena (Fondioc), que enriqueció a una veintena de dirigentes de los “movimientos sociales” prefabricados por Evo Morales, es otro botón de muestra. No se trata de pillaje en pequeña escala, sino de un verdadero asalto al erario: entre 300 y 600 millones de dólares, supuestamente destinados a un millar de proyectos productivos, fueron depositados en las cuentas personales de Nemesia Achacollo, Melva Hurtado, Damián Condori, Juanita Ancieta, Hilarión Mamani, Julia Ramos, y otros bribones de la “reserva moral” indígena-originaria. El denunciante, Marco Antonio Aramayo, murió preso con 256 procesos encima, luego de haber transitado durante siete años por 57 cárceles de Bolivia.

También está el caso de Gabriela Zapata, una de las amantes conocidas de Evo Morales, cuyo poder de facto le permitió hacer negocios con la empresa china CAMC (que no tenía registro legal) por valor de 557 millones de US$ (perforadoras para YPFB, San Buenaventura y ferrovía Bulo-Bulo). Luego de unos años de cárcel, Zapata vive muy bien en Cochabamba, sin trabajar. Teresa Morales, que firmó uno de esos contratos y luego quebró Enatex, está muy bien, gracias.  

Se han publicado libros enteros sobre la corrupción del MAS, de modo que aquí no vamos a gastar más espacio señalando los centeneres de casos registrados y debidamente documentados (muchos de ellos procesados por la propia justicia impuesta por el MAS, tan difícil que era esconderlos). A quienes afirman que “siempre hubo corrupción” los convoco a mostrar casos precisos de gobiernos anteriores, con nombres y montos, para ver si son equiparables a las sumas astronómicas robadas por dirigentes del MAS y malos bichos afines a Evo Morales, todos impunes.

Lo curioso es que algunas personas “progresistas” que han tenido una trayectoria intachable desde el punto de vista ético, justifiquen la corrupción de la “izquierda” (que no es tal), mientras se espantan de la corrupción neoliberal, que fue indudablemente menor según todos los parámetros. Sucede lo mismo en Argentina, donde los seguidores de los Kirchner, conocidos bribones que ostentaron el poder, justifican su corrupción con el argumento de que ellos representan más al pueblo que esa mayoría que votó por el energúmeno y desaforado Milei. En su irracionalidad, el despecho político se parece mucho al despecho amoroso.

@alfonsoGumucio es escritor y cineasta 



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