La unidad de las fuerzas prodemocráticas es
una posibilidad política enunciada desde hace mucho tiempo. Este pedido fue
canalizado por diferentes actores y sectores ya para las elecciones del 2019,
teniendo los antecedentes del accionar golpista y vulnerador del voto popular y
la Constitución Política del Estado manifestado por Evo Morales de manera
sistemática desde el referendo constitucional del 2016. Pese a las
exhortaciones a favor de la unidad realizadas reiteradamente por el Conade, en
2020 se construyeron dos alianzas que dispersaron el voto y se llegó a la
realidad de tener dos bancadas parlamentarias que hoy en día se hunden en el
completo fracaso.
El 2021 se eligieron varios alcaldes y gobernadores, concejales y asambleístas con el voto “opositor”, que durante estos años han mantenido un perfil muy bajo, al grado de hacernos pensar que no están en condiciones de impugnar al Gobierno y con ello se refuerza el esquema autoritario vigente. En otras palabras, han tergiversado el sentido del voto popular, se han pasado al “carro del Gobierno del MAS” y se puede afirmar que no hay una oposición real regional, departamental, municipal y menos universitaria.
Cabe aclarar que el tiempo actual demanda la unidad de fuerzas alternativas al MAS, no de opositores como se han desenvuelto estos actores estos últimos tres años. Ser opositor hoy en Bolivia tiene el significado abigarrado de la ineficiencia política y la subsunción al masismo. Y si bien es cierto, que exigir resultados a un grupo minoritario puede ser desconsiderado, también es cierto que las “minorías activas”, “minorías con estrategia” o “minorías con una conducción diáfana” han podido hacer la diferencia en diferentes escenarios políticos, en Bolivia y en otros países.
Hay que pensar en una unidad de alternativos al MAS, es decir, personas que representen una cualidad distinta y positiva, que puedan construir una salida a los actuales problemas de la nación, que puedan hacer la reforma del Estado para el bien común y no para vengarse o buscar beneficios personales.
Una alternativa al MAS es pensar en una visión estratégica de país, como lo enunció el Conade en Santa Cruz en un documento de unidad pensado desde la sociedad civil.
Ahora bien, una certeza absolutamente clara es saber que ninguna fuerza en particular logrará ganarle al MAS, tendrá que ser una fuerza plural. No hay líder, no hay sigla (estructura) ni propuesta que hoy logre dar cumplimiento a la demanda de la sociedad civil y de los cabildos realizados el 2022: unidad y una candidatura única.
La pluralidad democrática implica diálogo horizontal, arquitectura (implementación lógica y práctica), líneas programáticas fruto de verdaderos diagnósticos y no de esquemas ideológicos.
La incapacidad dialogante de los actores los sitúa dentro del síndrome de la derrota como sombra que los acompañan a todo lado. Es decir, no se embarcan a ningún proyecto si no tienen “todas las de ganar” y eso es irreal. La unidad plural significa realización incompleta, porque de lo que se trata es de recuperar un espacio de transición, cediendo, dando el ejemplo, en fin, aportando.
Tengo la certeza que se requiere de liderazgo, estructura y programa. Seguramente en un tiempo anterior, el liderazgo podía orientar el programa y generar una estructura de trabajo mínimamente eficiente. Hoy en día, si no hay una estructura política unitaria que garantice el triunfo sobre el MAS en seis o siete departamentos del país, no se tendrá la posibilidad de dirigir la Cámara de Senadores y de Diputados y darle viabilidad al nuevo Gobierno alternativo al MAS. Esta necesidad estadística se sobrepone al albedrío de la dispersión política partidaria.
En cuanto al programa, es el momento de perfilar lineamientos mínimos, absolutamente claros y de cumplimiento obligatorio. Es decir, cumplir lo que se promete, no engañar al ciudadano y no engañarse con propuesta irrealizables.
También estoy convencido que la unidad debe ser una alianza formalizada de varios actores políticos y de la sociedad civil, capaz de avanzar a las elecciones primarias o a elecciones internas, pero también capaz de ejercer control electoral para garantizar que el fraude electoral no sea el mecanismo de la derrota.
Si se dan las condiciones de la unidad alternativa al MAS se debe convocar al tejido de la sociedad civil, que fue la protagonista de la lucha por la recuperación de la democracia, pero también a los militantes partidarios. Creo que esta es la vía del triunfo.