Ganas de seguro no les faltan, pero posibilidades reales de implementar una política de shock son casi imposibles; por el contrario, se implementarán políticas pálidas o una simple performance. Me explico.
El gobierno de Paz-Lara, podríamos decir, “no comenzó con fuerza”, tal cual como fue presentado: “Ya tenemos el gabinete cerrado”, “luego de la posesión de ministros anunciamos los decretos supremos”. Tampoco se conoce la operacionalización de cierta las promesas, como “las auditorías a ministerios y empresas públicas” para tomar decisiones.
Hasta ahora, el Decreto Supremo 5486 de nombramiento de nuevos ministros no ha dejado de ser un chenco, palabra quechua que significa desorden. Ministros interinos, conflictos de intereses de muchos de ellos, falta de claridad de sus capacidades políticas, etcétera.
El nuevo gobierno del PDC debe tomar medidas para solucionar la crisis económica, institucional, jurídica, política y esas situaciones son estructurales, sin embargo, se ha mencionado que podría implementarse una política de shock; es decir, una estrategia de reformas económicas abruptas y radicales, que se deberían implementar de manera rápida, como la eliminación de subsidios, la privatización masiva, la liberalización de precios y la apertura comercial, con un perfil autoritario y necesario para salvar a la patria, la familia.
Una especie de masoquismo promovido a toda la ciudadanía para que acepte resignada las medidas que vayan a afectar a la población a sus bolsillos; sin embargo, por más que me fuerzo, mi imaginación no logra comprender a qué se refieren esas medidas, cuándo las implementarían y cuales serían sus beneficios reales para el país.
El gobierno entrante puede asumir –como no– la transformación del modelo económico vigente durante estos 20 años por que esta disyuntiva es real.
Para Paz y Lara les es más fácil vivir bajo el actual modelo que inventar uno nuevo. La teoría de la vida cotidiana, de Agnes Heller, explica cómo las interacciones sociales diarias dan forma a la realidad. Otra perspectiva, la de Michel de Certeau, que se enfoca en cómo los individuos adaptan las prácticas culturales y los productos de consumo para hacerlos "suyos".
Durante los últimos meses he señalado que en Bolivia existe una devaluación inducida del boliviano respecto al dólar. Esta devaluación inducida prescinde de un bolsín o de la posibilidad de establecer bandas altas y bajas, dentro de las cuales fluctuaría el peso boliviano respecto al dólar, el famoso “bolsín”.
Esta medida (bolsín) es innecesaria y la baja en la cotización del boliviano respecto al dólar de los últimos días demuestra que la devaluación inducida en el mercado negro o paralelo, en el mercado de la calle funciona y, tal es así, que el dólar ha ido perdiendo valor respecto al boliviano, lo cual es alentador.
Este hecho de la vida cotidiana demuestra que la medida de generar un bolsín con bandas sería innecesaria y, por lo tanto, empezaría a demostrarse que la política de shock es inoportuna.
En estos días se ha podido observar que las nuevas autoridades no manifiestan un entusiasmo con levantar la subvención a los carburantes de inmediato.
Se ha anunciado una intervención a la empresa Emapa, pero no se anuncia que se vaya a tomar la medida de levantar las subvenciones porque no hay una única subvención. Evidentemente, se subvenciona el trigo y la harina de trigo para el pan en una parte del país, pero también hay una subvención parcial en otra parte del país, para los productores avícolas, ganaderos y porcinos, con maíz a precio subvencionado que entregaba Emapa. Es decir, la política de subvenciones no solamente era para un sector sino para varios.
Así, esta falta de entusiasmado por levantar la medida de las subvenciones, por los efectos económicos y sociales que puedan causar en la población, es una manera en la que lo cotidiano se impone y va venciendo a las expectativas o a las pulsiones tendientes a implementar políticas radicales y de shock, que no van con las actuales condiciones de la vida económica del país.
El modelo del MAS es malo, es corrupto, por supuesto, pero ha estado vigente durante más de 20 años y estructurar un nuevo modelo sin generar excedentes extraordinarios (colque, platita como se dice Paz) sin el concurso de la cooperación entre el Estado y el sector privado no es viable y tampoco presupone la existencia de resultados inmediatos.
En síntesis, no creo que existan condiciones para una política de shock total, totalitaria, sino unas medidas cosmetológicas para aparentar un cambio en la crisis, que será administrada por el viejo Estado en cuya cabeza se instaura un pequeño equipo de ministros y jerarcas noveles.
Manuel Morales es investigador.
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