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Ojo en tinta | 31/12/2024

Cerebro podrido: La palabra del año 2024

Javier Medrano
Javier Medrano

Más allá del llamativo concepto que implica podredumbre y, además, sumado a mental, la elección de la palabra de 2024 para la Universidad de Oxford abre un profundo análisis psiquiátrico de hacia dónde caminamos como humanidad. Ya nos viene alertando de manera sistemática Yuval Noah Harari que Google es el mayor acelerador de desmemoria y de idiotez mental masiva. Las personas ya no retenemos información o, de plano, no nos interesa almacenar data en nuestro cerebro porque para eso está el buscador de internet. Todo está ahí, por lo tanto, no hay nada que retener o almacenar en el cerebro. ¿Para qué? ¿Con qué sentido deberíamos hacer ese esfuerzo diario si todo está en internet?


A esa permanente voluntad de desechar conocimiento, de evitar a toda costa el esfuerzo por contener hechos, de memorizar, Oxford denomina “cerebro podrido” (brain rot, en inglés).


Ya Sócrates, en sus tiempos, cuando aparecieron las primeras bibliotecas y la catalogación y almacenaje de temas y de escritos en soportes muy rústicos, vociferaba en las plazas públicas su marcado desdén hacia ese artilugio llamado libro. Y lo hacía porque, visionariamente, sostenía que cuando las personas sepan que ya hay, en algún lugar, conocimiento almacenado, las personas dejarían, inmediatamente, de memorizar.


¿Pero qué significa esto de “cerebro podrido”? Para los expertos es el progresivo deterioro del estado mental de una persona a causa del consumo excesivo de material digital calificado como trivial o poco estimulante. Y es la prueba fehaciente de que estas generaciones consumen una gigantesca cantidad de contenidos que son superfluos, sin sentido, absurdos o desechables en las redes sociales.


De ahí que los jóvenes, expuestos a horas de consumo de contenido absurdo, empezaron a decirse entre sus comunidades que tal o cual contenido, literalmente, les había, “podrido el cerebro”.


Hace relativamente poco ya existían expresiones que, de alguna manera, definían al contenido basura como shitposting (posteo de mierda, por su traducción del inglés), que se refería al hecho de publicar con faltas de ortografía, con imágenes de baja calidad, mal editadas, pixeladas, sobre temas evidentemente falsos, exagerados o irónicos. Esto demuestra, paradójicamente, una autoconciencia descarada en las generaciones más jóvenes sobre el impacto nocivo de las redes sociales que han heredado.

La red que más alimentaría esa “podredumbre del cerebro” sería TikTok por su elevado contenido sin sentido donde lo absurdo o fútil gana por lejos el consumo diario de contenido.


¿Hay freno a esto? ¿Un remedio? No creo que lo haya. Hay foros, consejos, sitios en internet, pero su impacto es ridículo frente al tsunami basura de las redes sociales.

Casi todos los estudios de psicología y neuropsicología sostienen que pasar más de seis horas viendo videos cortos del estilo de TikTok puede reducir la capacidad de concentración, la memoria, la toma de decisiones y la creatividad de una manera aguda; además, incide de forma negativa en la capacidad de aprendizaje y retención de información.


Y si usted, amable lector, cree que no está siendo afectado por la podredumbre mental, déjeme hacerle una pregunta: ¿cuántas horas le dedica a sus redes sociales por día a ver videos de perros y gatos haciendo una tropelía o de gente realizando acciones imbéciles? Más de tres horas… diarias. Y, ahora pregúntese cuánto tiempo le dedica a leer, ya ni siquiera un libro, sino un texto de tres carillas. Con suerte, 25 minutos... al día. El resto es una vorágine de desplazamiento digital de consumo de contenido sin ningún sentido, ad infinitum.



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