Y al final, todo sigue igual. El presidente Luis Arce utilizó casi una hora y 15 minutos de televisión en el horario “prime time” solo para reiterar que la culpa de los problemas económicos no es suya y enumerar, nuevamente, las “soluciones estructurales” que permitirán resolver los problemas, si bien nos va, el año 2026. Dicho de otro modo, hay que ajustarse los cinturones porque lo que viene puede ser peor.
Como en ocasiones anteriores, Arce dijo que Evo Morales descuidó la nacionalización, los asambleístas de derecha –incluida la “nueva derecha evista” bloquearon los créditos internacionales que nos hubieran “salvado”– y hasta el mundo jugó en contra no solo con una elevación de las tarifas del transporte internacional, sino con una inflación no vista en los últimos 40 años que impactó sobre los precios de los productos de importación. Eso, aparte de un “Niño” y una “Niña” severos que produjeron variaciones en los precios de algunas frutas y vegetales de consumo masivo.
La negligencia del Gobierno del MAS entre 2006 y 2019 en el manejo de los hidrocarburos –cuando Arce era ministro de Economía– determinó que se agotaran los campos, disminuyeran las exportaciones y, por lo tanto, cayeran los ingresos que llenaron las arcas del país en esos años.
Pero, además, por culpa de los mismos, hubo menos producción de gasolina y diésel y el país se vio en la necesidad de importar más y a mayores precios. Se gastaron 2.000 millones de dólares en 2022 por este concepto y 3.000 millones en 2023, sumas que obviamente no compensan los mil millones que están bloqueados en la Asamblea y que tienen destinos específicos no relacionados con la compra de combustibles.
El presidente insinuó, también, que los empresarios fueron los grandes beneficiarios de los años de bonanza, cuando las exportaciones del sector público cubrían el déficit de la balanza del sector privado y subrayó que, ahora, esa tendencia debería cambiar.
Cuando tocó hablar de las “soluciones estructurales”, la audiencia seguramente esperaba algunas novedades, pero no hubo nada de eso. Al contrario, Arce solo hizo un recuento de lo que ya se hizo o está por hacerse, como la reactivación de 16 pozos de hidrocarburos, de los cuales solo seis parecen exitosos y la construcción de tres plantas de biocombustibles que, junto a las plantas que eventualmente instale el sector privado, podrían sustituir el 90% de las importaciones de diésel.
Obviamente, el presidente no dijo que el biodiesel debe mezclarse al menos con 90% de diésel convencional y que, para producir la cantidad de insumos agrícolas necesarios para esta transformación habría que seguir arrancándole hectáreas a una selva hoy consumida por el fuego y la pasividad de las autoridades para imponer normas que impidan la tragedia.
El mandatario, en un set de clases a distancia, utilizando una pantalla interactiva, confirmó que lo más probable es que los precios de los productos que importa Bolivia continúen subiendo y que por eso es necesario seguir con la estrategia de sustitución de importaciones.
Y aquí vino una de las cerezas del pastel: “vamos a generar las industrias bolivianas que permitan producir los bienes que ahora se importan”. En otras palabras, el problema no tiene solución, salvo que se produzca el milagro de una industrialización acelerada.
Y al final, lo de siempre: los bolivianos salimos de peores problemas y también lo haremos ahora. En resumen, los espero el 2026, cuando gracias al esfuerzo de todos hayamos dejado atrás la crisis. La cátedra presidencial dejó más motivos para el pesimismo.
Hernán Terrazas es periodista.
@brjula.digital.bo