Como es tan difícil en el país que el
mandatario de turno se dé cuenta que está desnudo y no, como le hacen creer,
lujosamente vestido, y que lo único que queda cuando se habla de la crisis
institucional que atravesamos es que, como dice la Biblia, los jueces, los
fiscales, los mandatarios, los líderes injustos y crueles sufrirán eternamente
en el infierno porque sobre ellos caerá la sangre de la gente que están
matando, en esta última columna del año me animo a contarle un poco de la
historia del país y la aplicación de medidas de transformación estructural.
Comenzaré comentando que es una pena que los argentinos no nos vean con respeto. Se ahorrarían mucho conociendo nuestras experiencias históricas y por ahí se ahorrarían muchas desventuras. Pero, ni modo, a los gauchos no les gusta estudiarnos, solo interferir en nuestro destino cuando les es posible.
Iré al grano. Me gustaría decirle que en Bolivia los dos grandes procesos de transformación que se dieron desde el retorno a la democracia, en 1985 y en 1993, aplicando muchas medidas que se puede nominar liberales, fueron impulsados por los políticos que probablemente mejor conocieron el marxismo y a los marxistas en el país (a muchos de los cuales confiaron importantes cargos del Estado): Víctor Paz Estenssoro y Gonzalo Sánchez de Lozada, y que quienes más se opusieron a esas medidas fueron los autoproclamados liberales que entonces se volvieron extremadamente estatistas (Banzer et. al. en el caso de YPFB, ENTEL, ferrocarriles, gremios empresariales, etc.).
Por eso, tendría que sugerirle que se cuide, de lo que conozco de Argentina, del expresidente Mauricio Macri y su corte, y de los Menem “aggiornados”.
Por otro lado, a los liberales ejecutivos en mi país les gusta mucho el Estado y cuando pueden se meten en él produciendo pingües negocios personales. Por lo menos así vivimos, por ejemplo, en el corto período de gobierno de la expresidenta Jeanine Áñez, conformado por reconocidas figuras liberales y republicanas (pruebas al canto, compare el nombre de varios de sus aliados y colaboradores con la lista de asistentes a los diversos encuentros liberales que se han organizado en nuestra región en los últimos 10 años) a la que, lamentablemente, la han dejado cargar con todas las culpas. Para ser justos, no han faltado en ese grupo personalidades provenientes de otras corrientes políticas.
Un factor importante una vez que ya está en el poder, es que evite seguir polarizando a su sociedad. Es decir, no se “trumpice” ni “putinice”, así se lo rueguen los españoles Abascal de Vox y Ayuso del PP que tanto entusiasmo tienen por su triunfo y a quienes les gustaría reivindicar a Franco y sus secuaces, y que usted haga lo propio con los militares del terrorismo de Estado. Respete la historia de su país y sea presidente de todos los argentinos sin amenazar a ningún zurdo, a ningún comunista, a ningún radical.
De la misma manera, aplique a rajatabla la ley contra todos los corruptos, no sólo los que no se alinean tras de usted. En la región estamos cansados de gobiernos que usan la justicia como aparato de represión política y garantía de impunidad del adherente.
En fin, presidente Milei, aproveche la oportunidad que la da la historia para hacer de Argentina una nación democrática, justa y desarrollada y no se quede en la chatura de conducir un Gobierno que por su sectarismo ideológico termine de conducir a su país al precipicio, del que está muy cerca.
A mis lectores, hombres y mujeres, les deseo un mejor 2024 en el que sigamos esforzándonos para no perder la esperanza en que podemos y debemos construir un futuro mejor, convenciéndonos de que Dios aprieta, pero no ahoga…
Juan Cristóbal Soruco es periodista.