En los tiempos que vivimos, no es ya una novedad decir que gran parte de la población está pendiente de lo que pase con el dólar estadounidense. Atrás quedaron los años cuando la orgullosa repetición del “Boliviano fuerte” afrentaba al “dólar debilucho”, producto del exitoso proceso de “bolivianización”. Hay que recordar que al inicio de gestión de la Administración Morales, en 2006, el dólar oficial costaba Bs8,08 y no fue sino hasta dos años después que bajó de los Bs8 para seguir declinando y llegar a Bs6,96 en 2011, nivel en el que se mantiene hasta hoy, aunque es casi imposible conseguirlo a ese precio. El problema es que, siendo que el dólar paralelo se ha fortalecido, el “debilucho”, ahora, es el Boliviano.
¿Cómo se explica que en tan poco tiempo se haya dado una brecha tan grande entre el dólar oficial y el paralelo, al extremo de llegar a duplicarlo en el “mercado negro”? Simple cuestión de oferta y demanda.
Cuando Bolivia casi nadaba en dólares, gracias al macrociclo de precios altos que vivió el mundo entre 2004 y 2014, prodigando cuantiosos ingresos al país por el aumento de la exportación de gas al Brasil y Argentina, a la par que los minerales marcaban récords al venderse a los países desarrollados, sumándose a ello el esfuerzo productivo y exportador no tradicional que aportó una enorme cantidad de divisas, con las agroexportaciones como punta de lanza, las Reservas Internacionales Netas (RIN) del Banco Central de Bolivia (BCB) treparon hasta superar los 15.000 millones de dólares en 2014.
Pero, cuando los ingresos por exportación del país empezaron a bajar a partir del 2015 -principalmente los del gas natural, en el sector público- a la par que subían dramáticamente las importaciones, principalmente de combustibles -en el sector público, también- se produjo el desequilibrio y todo cambió.
Con exportaciones a la baja e importaciones en alza, no podía esperarse otra cosa, sino, que suba el precio de la divisa, máxime, si a ello contribuyó el cambio de expectativas provocadas por políticos y analistas que exacerbaron los ánimos en los agentes económicos, siendo hoy los importadores bolivianos quienes están pagando tan alta factura, sin dejar de lado que la subida del costo de la divisa impacta ya en la formación de precios de los productos nacionales y la oferta de bienes extranjeros en el mercado interno.
Lo cierto es que, como dije al principio, hoy por hoy, por una u otra razón -real o imaginaria- todo el mundo anda con “el Jesús en la boca” por la volatilidad del dólar y su ascendente cotización, de ahí que la gran noticia de los últimos días resultó, que el dólar empezó a bajar, dándose, entonces, las más variadas explicaciones de entendidos y adivinos, que comentaron el hecho (“El dólar baja tras tocar los Bs15; ahora se cotiza entre Bs10 y 13,5 en las calles del eje central”, EL DEBER, 7.08.2024).
Esta inesperada situación, no prevista en los sesudos cálculos y pronósticos alcistas, vendría explicada por la reciente caída de las bolsas de valores en el mundo; la pérdida de valor del dólar y otras monedas; la apertura del gobierno al dólar digital y criptomonedas; la baja de la demanda de la divisa por el feriado nacional; la llegada de diésel al país; el anuncio de superávits consecutivos en el comercio exterior durante los últimos meses y, el Mensaje Presidencial por el 6 de Agosto, anunciando varias medidas, además de convocar al empresariado boliviano a un Diálogo Nacional por la Economía y la Producción, donde el tipo de cambio, las exportaciones e importaciones serán temas centrales. Para mí, de todas las posibles explicaciones dadas, las dos últimas deben ser tomadas muy en cuenta.
¿Qué contribuyó al superávit comercial? La tendencia declinante de las importaciones con preocupantes bajas en el primer semestre: Equipos de Transporte (-260 millones de dólares), Bienes de Capital (-195) e Insumos (-186). Mucho cuidado con esto, porque todo ello tiene que ver con la producción, el comercio y los servicios, de ahí que su caída puede traer problemas.
En segundo lugar, se repite lo que se dio el 19 de febrero de 2024. ¿Recuerdan que pasó cuando los Ministerios de Economía y Finanzas Públicas, y de Planificación del Desarrollo, junto al BCB y la ASFI se reunieron con varias entidades del empresariado privado para forjar un Acuerdo con 10 medidas? La gente se tranquilizó en el país y hasta los bonos de Bolivia repuntaron en Wall Street, por el cambio favorable de las expectativas. De ahí que, a la hora de opinar, hay que tener sumo cuidado a fin de no soliviantar los ánimos de la población.
Siendo que la sicología juega un rol decisivo, a la hora de tomar decisiones -p. ej., respecto al precio del dólar- las señales que mande el Gobierno a los empresarios -en particular- y a la ciudadanía, en general, serán determinantes para confirmar esperanzas o temores; de ello dependerá, también, la eficacia de las futuras políticas públicas, así como, que el dólar baje más o vuelva a subir, inevitablemente...
Gary Antonio Rodríguez es Economista y Magíster en Comercio Internacional