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17/12/2023
Lo que pienso

Argentina y nosotros

José Rafael Vilar
José Rafael Vilar

Los mentores del liberalismo económico del nuevo presidente argentino Javier Milei son destacados promotores de la Escuela Austriaca: el académico argentino Alberto Benegas Lynch (hijo) –su homónimo padre fue quien introdujo el pensamiento liberal en Argentina– y el catedrático español Jesús Huerta de Soto Ballester; sin embargo, no sé quién diseñó la estrategia “dosificada” de anuncios de Milei: primero, el discurso del flamante presidente en la escalinata del Congreso el pasado domingo –ejemplo de pedagogía magistral para “vender” a los argentinos la indefectibilidad de los shocks económicos y de seguridad que llegarían si no se toman medidas urgentes–; dos días después, el ministro de Economía comunicando las “urgentes medidas de ajuste” que marcan el inicio de “la motosierra”; después, la ministra de Seguridad infirmó sobre el “protocolo de seguridad” (14 medidas antipiquetes y bloqueos); ahora se espera la presentación –posiblemente los primeros días de la próxima semana– de una “Ley Ómnibus” (que agruparía muchos temas para que se voten en conjunto en el Congreso) o mediante decretos de necesidad o urgencia.

La “Ley Ómnibus” busca la modernización del Estado y mayores niveles de libertad económica –incluidas privatizaciones–, apertura comercial, reforma en el área energética, cambios progresivos en el régimen cambiario y reformas en materia política.

No voy volver a describir el grave panorama económico y social que destruyó a Argentina hasta ahora (puede ver el detalle en mi anterior columna), pero sí haré un repaso sobre las medidas ya asumidas por Milei:

Cancelación de nuevos proyectos de infraestructura –la famosa “obra pública, fuente de los graves escándalos kirchneristas– y suspensión de aquellos aprobados pero no empezados; despido de empleados públicos contratados el último año y revisión de desempeño de todos los demás; reducción de subsidios en energía y transporte; disminución “al mínimo” en las transferencias a las 23 provincias argentinas; suspensión –durante un año– de toda la publicidad oficial a los medios de comunicación; reducción del número de ministerios federales, de 18 a nueve, y similarmente de secretarías y subsecretarias; eliminación de la discrecionalidad oficial para otorgar dólares para importar; “sinceramiento del valor de mercado del peso argentino” mediante su devaluación oficial a 800 pesos por un dólar (estaba en 350).

Como medidas paliativas para las familias más pobres del país se anunció que los “pagos de apoyo” se duplicarían a 50 dólares mensuales en la Asignación Universal por Hijo y aumentarían en un 50 por ciento –hasta un máximo de 85 dólares al mes– los subsidios de alimentos (tarjeta Alimentar); también en el orden de demostrar austeridad, el Gobierno anunció que venderá autos y aviones oficiales y recortará el número de choferes, además de confirmar que, ante el fuerte aumento del costo de vida, el Gobierno no intervendrá en las negociaciones salariales.

Por su parte, el “protocolo de mantenimiento del orden público para evitar cortes de calles o rutas y puentes”, va directamente contra la capacidad de protesta. Compuesto de 14 medidas contra bloqueos de vías, entre las principales están el involucrar a las cuatro fuerzas federales más el servicio penitenciario federal para intervenirlos, y que  el Gobierno pasará la factura de gastos por lo que cuesten los operativos de Seguridad a las organizaciones sociales. “La ley no se cumple a medias. Se cumple o no se cumple”, advirtió Bullrich.

No queda duda a nadie –el mismo Milei lo recalcó en su discurso del 10– que el conjunto de medidas “va a aumentar la inflación, va a hacer caer los ingresos, va a hacer caer la actividad y el empleo y va a aumentar la pobreza” como afirmó el economista argentino Martín Rapetti; pero se cree que ello será temporal hasta lograr la recuperación económica.

La pregunta es: “¿cuál será la tolerancia de la sociedad frente a este ajuste?”. En el futuro sabremos realmente cuán conscientes del sacrificio que se necesita están los argentinos para sacar a su país del abismo.

Queda el correlato boliviano: ¿qué sucederá hasta el final de 2025? Vamos hacia el mismo abismo argentino y lo que hacemos –como hizo el massismo– es apretar el mismo acelerador. Y mientras, opciones de oposición repiten las mismas recetas fracasadas desde 1997; y oficialismo de Santa Cruz hace gala de su ceguera y desubicación.



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