Al releer “El año de la peste” de Daniel
Defoe, he podido apreciar las estrechas similitudes de esa historia de hace 350
años con el comportamiento social y la evolución de la pandemia actual. Se
repite la sucesión de los mismos trances: inconciencia, desinformación,
irresponsabilidad, negligencia, desesperación, hasta despertar con la muerte
tocando a la puerta de al lado.
Bolivia no es una isla y lo que está pasando en otros países, mucho más preparados en teoría para enfrentar la pandemia, es ni más ni menos lo que enfrentaremos con desventaja los bolivianos en los próximos días y semanas. En efecto, mientras en muchos países los tests están buscando a los contagiados, aquí son los sospechosos quienes andan buscando los tests para salvaguardar su salud y la de los demás.
Las pandemias, al igual que la peste, no vienen solas: descubren las reales deficiencias de un país, de una sociedad y de cada persona. A partir de la indefensión de la estructura sanitaria, del riesgo de un estallido social y de la incertidumbre económica del “día después”, vivimos una triple emergencia: sanitaria, la más urgente; social, la que está al asecho; y económica, la resaca que está por llegar. Está en juego el “proyecto de país”, a partir de una realidad sombría y fecunda al mismo tiempo; como cuando la luz del día descubre las miserias ocultadas por las tinieblas, pero también permite la tarea de transformarlas.
Para enfrentar los desafíos de la recuperación del país es necesario un gabinete “de guerra”, resultado de un gobierno de unidad. El actual gobierno, dentro de todo lo correcto que está haciendo, ha cometido graves errores que limitan su credibilidad para emprender acciones necesarias y urgentes. El principal, lanzar la candidatura de la Presidenta y el último, rechazar a los compatriotas acampados en la frontera con Chile.
Por tanto, éste es el momento de formar un gobierno de unidad, a la cabeza de la presidenta Jeanine Añez, quien, alejada por su voluntad de toda aspiración electoral, guiaría un gobierno para encarar las emergencias, con fecha de vencimiento, suspensión de toda actividad electoral y con base en un gran acuerdo nacional.
Un gobierno de esas características será esencialmente técnico y tendrá plenos poderes derivados de los consensos alcanzados. Para ese fin, todos los partidos, sin exclusiones ni reproches al pasado porque todos tienen algo que aportar para encarar la triple emergencia, junto a las representaciones obreras y patronales ofrecerán sus mejores profesionales, apoyados por consejos asesores en cada área, apelando al servicio civil y repatriando, si necesario, profesionales notables del exterior.
En términos generales, la economía tendrá al Estado como rector, en las políticas y las estrategias, pero al sector privado como ejecutor y administrador. Se nos vienen medidas heroicas, que no pueden ni deben ser asumidas por un solo partido, menos aquel que no llegó ni al 5% del voto en octubre.
Lo anterior puede parecer ingenuo, pero no lo es si prima el espíritu de patria en todos los actores nombrados y si se considera que tenemos con qué enfrentar las emergencias. De hecho, frente a la paralización económica de las potencias industriales, Bolivia sigue exportando gas, la principal fuente de divisas, sin interrupciones, aunque en los límites de las nominaciones y pagos de nuestros clientes. La realidad es superior a la idea, diría el papa Francisco, ante esta “bendición” de los recursos naturales.
En suma, considero que solo con la unidad, exigida por la emergencia, podemos abordar, en el campo social, económico y financiero, las medidas necesarias, urgentes y heroicas que transformen la tragedia actual en un nuevo comienzo.
Francesco Zaratti es físico.