En uno de mis encuentros semanales con mi hijo, durante esas charlas que hablamos de “nuestras cosas”, me comentó que “sigue” en Instagram –una red que todavía no me atrapa– a una música y compositora argentina que se propuso el reto de recomendar, todos los días de los 366 de este año bisiesto, un disco musical y hacer una breve introducción y comentarios de la sugerencia del día.
Jimena Gonik –con ese nombre la encontrarán, también en TikTok y Youtube– viene cumpliendo, disciplinadamente, esa promesa que se hizo al inicio del año. Debo confesar que sus propuestas diarias me están llevando a descubrir y redescubrir una variada gama de géneros musicales, intérpretes, sonidos, melodías y composiciones que, de otra manera, pasarían totalmente desapercibidas en mi cotidianidad. No todo lo sugerido coincide con mis gustos y preferencias, pero ese estímulo diario me está obligando a afinar mi radar musical, que está un tanto oxidado porque venía repitiendo listas que incluyen a mis favoritos de siempre y que no los había cambiado por décadas.
Estimo que ese afinamiento auditivo y una mayor sensibilidad acústica, me permitieron hacer un hallazgo que, en otras circunstancias, habría pasado inadvertido: una mañana –de esta semana que pasó–, entré a una cafetería local para buscar una mesa solitaria y aislada que me permita hacer unas lecturas y revisiones de textos. Una melodía que inundaba el ambiente me cautivó de sobremanera. Al principio, pensé que podía ser algún tema nuevo de Jorge Drexler, porque tenía la tonada del cantautor uruguayo, apenas acompañada de su guitarra. Tengo en mis listados musicales toda la discografía de Drexler, lo sigo en sus redes y no había tenido noticias de que hubiese editado algo nuevo. Desde mi celular, abrí la aplicación Shazam –ese prodigio tecnológico que permite identificar la música que suena a nuestro alrededor y que todavía me parece de ciencia ficción– y el resultado me llevó a Adrián Berra (1985).
Berra –casi cuarentón– es un guitarrista, cantante y compositor argentino con 18 años de trayectoria en la escena musical. Su primera canción, Un beso en la nariz (2006), fue la semilla de su carrera que ya cuenta con cinco discos editados –A favor de mi corriente (2006), Mi casa no tiene paredes (2010), El funeral (2013), Mundo debajo del mundo (2017) y Respirar bajo el agua (2023)– dos singles, una película y millones de reproducciones en las diferentes plataformas de difusión musical. Al igual que la instagramer y música, Jimena Gonik; en paralelo a su carrera artística, Berra también dedicó su tiempo a la pedagogía de la música: creó unos talleres “Música para no músicos” y “Aljibe de Palabras”, basados en el pedagogo Murray Schafer, que llevó por distintas instituciones educativas, cárceles y penitenciarías durante más de diez años.
Las canciones de Adrián Berra se caracterizan por tener un espíritu lúdico y viajero, de un formato acústico, artesanal e intimista y con letras colmadas de poesía y crítica social. Si lo están descubriendo –como yo–, además de Un beso en la nariz, les sugiero: Sigue (2010), que es una suerte de himno de paz, donde un verso hace alusión a Bolivia; Desaprender (2017), Instante (2017), Antenas en la ciudad (2023), Tiempos azules (2013), Impulso (2023), Caminata (2023) y un largo etcétera.
Es muy común leer y escuchar diatribas y críticas contra las redes sociales, los celulares y las nuevas tecnologías. Pero, con este breve ejemplo, también se puede demostrar lo contrario: está presente la influencer que, a través de diversas plataformas digitales, cumple su reto diario de compartir conocimientos musicales; un joven prescriptor, que, sutilmente, aceita la envejecida estructura mental y cognitiva de su padre; y una aplicación de telefonía móvil, que, “se sabe” todas las canciones del mundo. Mi hijo me enseña a disfrutar “perdiendo el tiempo” o a “perder el tiempo” disfrutando.
Alfonso Cortez es comunicador social.