La feria de
Alasita es un reflejo de las sociedades de su tiempo; en el pasado, por
ejemplo, se adquiría miniaturas de empleadas del hogar, con todo y su escobita.
Con la Ley de la Trabajadora del Hogar que estipulaba el reconocimiento de derechos
laborales, el deseo disminuyó y hoy hasta sería considerado discriminatorio
comprarse una “empleadita”.
Lo que sí hay son certificados de cancelación de deuda, de divorcio, de no embarazo (para quienes desean pasar invictas este 2024) en contraposición a los gallitos y gallinitas o a las wawitas con certificado de nacimiento y de nacido vivo (para que no sea sonso); entre gallos y gallinas, los que tiene profesión valen más (aunque yo creo que en nuestro medio se valora más un aval político) y había este año unos gallos negros y musculosos para las que no se fijan en el dinero sino en otras cosas.
Casitas, autitos, cholets para los que apuntan alto; el título profesional de médico, ingeniero o abogado (historia, filosofía, literatura no hay ya que según los vendedores, esas carreras no existen porque no dan plata) y dólares, muchos dólares se han vendido en este año. Los yuanes no han salido mucho porque la gente no confía todavía, así que tal vez la feria es también un laboratorio de ensayo sobre el comportamiento económico de los paceños.
Pero es también un laboratorio político. Como sede de gobierno, La Paz es nomás, aunque no les guste, el ombligo del poder de iure en el país, así que hasta hace algunos años, los presidentes del país iban a la inauguración de Alasita para diagnosticar su popularidad: si había aplausos y tranquilidad frente a la tarima, era señal de que todo iría bien y de que el Dios bigotón les daba su protección. Por otro lado, si había silbatina, tenían que preocuparse.
Parece que por eso en sus últimos años de Gobierno Evo Morales dejó de asistir, igual que Luis Arce que no fue a la inauguración sino otro día en la época de campaña; este año se limitó a salir a la plaza Murillo para regalarle un gallito a su ministra de la Presidencia; el alcalde paceño tampoco estuvo, parece que le sentó mal la verbena de la noche anterior, que estuvo muy activa, pues acudieron muchas personas. Vale recordar que esto de la víspera del 24 no se acostumbraba celebrar hasta hace unos 10 años atrás.
Así, hablando de políticos, uno se pregunta qué les gustaría a ellos pedirle al Ekeko, o qué necesitarían: Arce seguro pediría estabilidad económica, o sea arrojar dólares desde el BCB en lugar de bolivianos… Seguro también le gustaría una bancada con más arcistas que evistas. Morales pediría unos movimientos sociales aliados en La Paz, donde no ha logrado implantar ni un punto de bloqueo; Mesa, valor para no renunciar y un poco de la viveza del Evo para no hacerse desplazar tan fácil.
Camacho y Añez seguro desean la libertad (y beber en el cráneo de sus enemigos derrotados, aunque eso es sólo una suposición); Samuel, ser presidente aunque sea una vez; Tuto, una pelota cuadrada (mentira, seguro él también quiere la presidencia); y todos los aspirantes a ser el Milei boliviano, una frase pegajosa como la de “viva la Libertad carajo” o una melena de León.
La única que seguro no desea nada es Eva Copa, ella tiene viajes, ropa bonita y hasta 16 maridos (según sus propias declaraciones) aunque no sé si eso sea una suerte o una desgracia, lo mismo que Iván Arias, que se conforma con seguir organizando eventos. Santos Quispe seguro desea recolectar más latas de cerveza para seguir con su obra de reciclaje que tanto bien hace al departamento.
Espero que nadie se ofenda, soy artesana y comerciante alasitera desde hace 41 años y he visto pasar a candidatos, alcaldes y toda laya de políticos que años después se van y nunca más aparecen, o aparecen más humildes, sin guardaespaldas ni guirnaldas en el cuello. Son quizás la prueba clara de que los dioses son crueles, uno puede intentar negociar ch’allando y comprando sus cositas a las 12: dolarcitos, piedritas para bloquear, sillitas ediles y presidenciales, pero llegado el momento, todo lo que has acumulado lo pierdes, o te lo quitan.
Tal vez eso deberían desear nuestro políticos, alguien honesto que les diga que el poder es efímero y que es mejor seguir la regla número uno del espectáculo: irse dejando al público con ganas de más y ser recordado por ello y no seguir en función por años hasta que nadie vaya a verte y te saquen por ya no tener convocatoria.
Soñar no cuesta nada, despertar es lo costoso.