El Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) ha estudiado la relación entre los jóvenes y el trabajo. El análisis tiene muchas aristas.
Datos sobre Jorge, uno de los jóvenes entrevistados en el estudio del CEDLA. Foto: Sumando Voces-CEDLA
Brújula Digital|12|11|24|
Sumando Voces, Malkya Tudela para CEDLA
Ante el mito de que los jóvenes no trabajan porque no hay empleo, aparece como respuesta el trabajo por cuenta propia. Los gurús del emprendimiento y la autoayuda tienen las redes sociales para fijar la idea de “ser tu propio jefe”. Y en Bolivia el mismo gobierno se encarga de ponerle presupuesto y marco legal.
En septiembre de este año, el presidente Luis Arce lanzó el Fondo de Crédito Emprende Bolivia, para financiar a personas de entre 18 y 35 años, en las áreas productivas, servicios y comercio de apoyo a la producción. Se “busca fomentar el empleo y el autoempleo”, dice la nota de prensa oficial.
Laura y sus emprendimientos
Después de las experiencias como trabajadora dependiente, que incluyó ser regente en una clínica, Laura Martínez pronto comenzó con negocios propios con base en un préstamo que obtuvo de su madre.
A partir de ahí, mientras cursaba la universidad, ha vendido zapatos por catálogo, ha manejado un snack, ha hecho panadería, fue vendedora de material dental y en una ocasión logró viajar a Iquique para comprar carteras que acomodó poco a poco entre las personas cercanas a ella. Paralelamente a todo eso, tocaba el saxofón en actividades nocturnas de fin de semana.
Si bien su familia corrió con el pago de la universidad privada, ella comenzó a ganar dinero para correr con sus gastos personales y para su último año de la universidad ya había salido de la casa de sus padres a vivir sola y corría con todas sus cuentas.
Sin embargo, la clínica dental fue un salto cualitativo en su trayectoria, y decidió abrirla en la casa paterna: “Cuando estuve trabajando en la otra clínica como regente, traté de ahorrar lo más que podía para remodelar. Mis padres me ayudaron con los ambientes, pero necesitaba bastantes modificaciones. Luego tuvimos que obtener financiamiento bancario, con eso pudimos abrir, primero con dos sillones (dentales). Habilitamos el área estética, el de esterilización, el parqueo, letreros, recepción”. Para este momento ya contaba con el respaldo de su pareja.
La trayectoria laboral de Laura es la siguiente: profesora de saxofón, auxiliar contable, recepcionista, auxiliar de dentista, vendedora de material dental, saxofonista en distintos grupos (simultáneamente por muchos años), comerciante, negocio casero (panadería, hamburguesas), dentista en consultorio particular alquilado, regente en clínica, dentista en consultorio propio, y dentista y administradora de clínica dental (actual).
Datos del CEDLA
Los jóvenes ocupados en unidades autónomas son ligeramente mayoría (56%) frente a los dependientes que llegan a 42% (entre obreros, empleados y trabajadoras del hogar). Para el CEDLA, independientemente de la categoría ocupacional, las condiciones laborales de estos sectores son precarias.
“Al principio era bastante inestable en ingresos y hemos recurrido al marketing para poder sobrellevar los pagos (al banco). Siempre ha habido ayudas de algunos familiares cuando había meses bajos; al siguiente mes nos iba mejor y así. Ahora tenemos varios doctores, pero todos trabajan por porcentaje, según los tratamientos, no tenemos un personal fijo con sueldo”, comenta Laura.
Actualmente, si los pacientes lo requieren, ella trabaja en horario nocturno, domingos o feriados, y en el frontis de su clínica dice: atención de emergencias las 24 horas. Por eso ahora vive en el anexo a la clínica, lo que le permite ahorrar tiempo y dinero del taxi en caso de presentarse un paciente de urgencia.
En criterio del investigador del CEDLA Alejandro Arze, curiosamente los jóvenes tienen la sensación de que emprender da libertad de tiempo y un mejor nivel de ingresos. Por eso ponen toda su voluntad en su iniciativa, el problema está en que para iniciar un emprendimiento se requiere de capital de inversión, y eso es algo que no poseen al iniciar su vida laboral.
“Estamos empezando a tener estabilidad. Un negocio es como un niño pequeño que al principio hay que darle, darle y darle, y luego conforme va creciendo ese negocio también se va haciendo autosustentable, va dejando un poquito más de ganancia”, dice Laura Martínez.
El emprendimiento de Josué
Josué Soliz también tuvo un trabajo por cuenta propia como lo habían hecho, a su vez, sus hermanos mayores. “
Con la ganancia de la venta de las tarjetas y también otro préstamo de mi madre, compré periódicos al por mayor —relata. Los productores de piña ocupan ese papel para taparlas, para que el sol no las queme. Yo vendía por quintal; ahí hice suficiente capital que es con el que ahorita me mantengo para ir y venir. Desde hace dos años mi madre ya no me suelta ni un peso, a inicios de la universidad sí me daba (una mesada)”. A estas alturas, el negocio se vino abajo porque el principal periódico de la ciudad subió el precio de sus descartes.
Jorge y la gimnasia
Aparte del trabajo de cuidado y el baile fitness, actividades por las que recibe ingresos mensuales fijos, Jorge Masavi maneja un pequeño grupo propio de gimnasia al otro lado de la ciudad, que se entrena en un espacio público, y tiene un emprendimiento de servicio de garzones que lucha por tener por lo menos dos contratos por mes.
No ha invertido capital para sus emprendimientos de instructor y garzonería, pero sí un alto desgaste de fuerza física, que puede permitirse a sus 24 años, y muchas horas de su vida. En el servicio de garzonería, “me manejo por dos horarios, de 7 de la noche a 2 de la madrugada y de 7 de la noche a 5 de la madrugada”, comenta, “aparte del sueldo (sic) que te pagan, algunas personas, por tu buen servicio, tu buena predisposición, te van a dar una propina”.
“Los jóvenes ocupados en unidades autónomas son ligeramente mayoría (56%) frente a los dependientes que llegan a 42% (…) independientemente de la categoría ocupacional, las condiciones laborales de estos sectores son precarias”.
La fuerza que les da la juventud les mueve con optimismo en sus proyectos, siguiendo la idea de que el duro esfuerzo individual dará frutos a la larga. Lo cierto es que para eso tendrán que enfrentarse a la estructura socioeconómica del país que tiene la fuerza para atrapar a la mayoría de la población en la precariedad de un mercado laboral con empleo predominantemente informal.
“Uno piensa a veces: ¿si cierro el negocio y hago un trabajo normal?, pero uno mira hacia atrás, ve dónde está ahora y (piensa) dónde puede estar, y no es cosa de rendirse”, dice Laura Martínez. Jorge Masavi opina igual: “Van a venir épocas mejores, así que tengo que seguir nomás porque ¿quién renuncia en un momento malo? Hay que tratar de pasar ese momento malo y seguir. No hay otra forma”. Y Josué Soliz afirma que, “si a uno le apasiona lo que está estudiando y hace un buen trabajo, tarde o temprano terminas trabajando en una institución, o empezás de manera gratuita, te haces conocer…”.
Este reportaje muestra que muchos jóvenes empiezan a trabajar a edades tempranas en empleos precarios para complementar ingresos familiares o cubrir sus propios gastos. Estos trabajos generalmente no cumplen con los derechos básicos como la seguridad social o salario mínimo, exponiéndolos a condiciones de informalidad y explotación.
Incluso aquellos jóvenes con educación superior suelen encontrar empleos que no corresponden a su nivel de cualificación, obligándolos a aceptar trabajos en sectores de menor especialización o recurrir al autoempleo y emprendimientos informales, lo que refleja una falta de oportunidades laborales de calidad. Este mercado laboral flexibilizado también afecta a jóvenes profesionalizados, quienes frecuentemente trabajan bajo esquemas de pago a porcentaje en lugar de recibir un salario fijo, lo que refuerza la precarización laboral.
Lea aquí el reportaje principal de este reportaje
Lea aquí la primera nota de apoyo de este reportaje
BD/
@brjula.digital.bo