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Cultura | 24/07/2022   06:00

The Boys, tercera temporada

La premisa de “The Boys”, es la de los superhéroes explotados como un recurso comercial (lo que probablemente ocurriría si los superhéroes existieran en realidad.

The Boys, tercera temporada. Foto: areajugones.com

Por: Rodrigo Ayala / Tres Tristes Críticos

En el capítulo final de la tercera temporada de The Boys, se muestra una clara intencionalidad política: Homelander, el superhéroe de características similares a las de Superman (su alter ego maligno), se encuentra frente a un nutrido grupo de partidarios; de repente, uno de sus aparece y lo insulta, Homelander sale de sus casillas y le vuela la cabeza con su vista de rayos laser. Hay un momento de desconcierto; sus fans no saben cómo reaccionar frente a ese acto de violencia desmedida y de abuso de poder, y de repente, después de unos instantes, uno de ellos comienza a aplaudir y arrastra al resto que apoya ruidosamente la acción de su héroe.

Ese es el punto en que “Homelander” se convierte en Trump. Así como los partidarios del expresidente no lo apoyan “a pesar” de que insulta mexicanos y mujeres, sino más bien “porque” insulta mexicanos y mujeres, los partidarios del superhéroe lo comienzan a apoyar, no “a pesar” de que sea un asesino cruel y cínico, sino precisamente porque es eso. Los signos de que “Homelander” estaba en proceso de convertirse en Trump ya se veían en los capítulos anteriores: la forma en que insultaba a la prensa y falsificaba la verdad, la manera en que calumniaba a sus compañeros, etc., pero recién en ese punto nos percatamos de que a los creadores de la serie realmente les importa la alegoría política, y que, además, probablemente, proyectarán hacia ese terreno la continuidad.

Porque en realidad el gran atractivo de la propuesta hasta este momento ha sido el de tomar el mundo de los superhéroes, inyectarles una cantidad desmedida de cinismo y desarrollar con ellos varias de las posibles formas de decadencia permitidas en el capitalismo.

La premisa de “The Boys”, es la de los superhéroes explotados como un recurso comercial (lo que probablemente ocurriría si los superhéroes existieran en realidad). Una empresa, Vouhgt, se encarga de gestionar a los más conocidos, lo que implica que los use en negocios como la producción de películas, los servicios armados al ejército, el mercadeo de diversos productos, etc. Y como seguramente ocurre en la realidad, en la mayor parte de las grandes corporaciones, en esta lo único que importa es el nivel de ganancias que se obtenga, por lo que el grupo termina siendo liderado por el cínico Homeland, y cobijando a un grupo de superheres con diversos tipos de adicciones, tendencias criminales, etc. Para marcar el tono de la serie, en el primer capítulo de la primera temporada, Starlight, la heroína (uno de los pocos personajes inocentes de la trama), es violada por The Deep (el alter ego de Aquaman), sin que parezca que habrá alguna consecuencia.

Si esas son las características morales de la serie, sus mayores “ganchos” temáticos y visuales se centran en la explotación del morbo acerca de la “sexualidad” de los superhéroes y un uso sostenido del “gore”. A lo largo de las tres temporadas se nos muestra la forma que pueden tomar las desviaciones sexuales cargadas, o alteradas por super poderes, hasta llegar al famoso “herogasm”, la orgia convenientemente publicitada en redes para crear expectativa. A ello podemos añadirle el uso constante de numerosas formas de gore (golpes reiterados, cabezas que se parten o se desintegran, miembros arrancados de los cuerpos, etc.).

Y aunque la serie se ha publicitado como un producto novedoso (por la diferencia que marca con los productos de Marvel y de DC Comics), en realidad no hace más que repetir un viejo esquema argumental: el del grupo de héroes, que se va pareciendo cada vez más al de villanos, hasta que finalmente no los diferencia prácticamente nada.  Sin embargo, igual que en los diversos ejemplos del uso de dicho esquema, siempre hay un último reservorio del “bien”, que en este caso es encarnado por Starlight.

El atractivo de la propuesta, que ha motivado un excesivo entusiasmo de algunos fans y críticos, se encuentra en el contraste que realiza con los “universos” de superhéroes establecidos, caracterizados por la corrección y el edulcoramiento, pero dada la maduración del subgénero incluso este elemento es cada vez más usado, ahí están ejemplos como los de Umbrella Academy (2019 – 2022), The Doom Patrol (2019 – 2022), El Escuadrón Suicida (2021) y del propio Peacemaker (2022).

¿Vale la pena ver la tercera temporada de The Boys?, en líneas generales si, aunque la poca variación del esquema argumental (el grupo recurriendo cada vez a mayores dosis de maldad en la lucha contra el invencible Homelander), resulta a momentos reiterativo. 

Rodrigo Ayala Bluske es crítico del cine y columnista 





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