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Sociedad | 19/07/2025   13:16

Agua para vivir y producir: la transformación de Acherales en plena Reserva Tariquía

Pobladores de la comunidad de Acherales de la Reserva de Flora y Fauna Tariquía. Foto: Cortesía Mujeres en Acción
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Brújula Digital|19|07|25|

Sumando Voces

La comunidad de Acherales, enclavada en la Reserva de Flora y Fauna de Tariquía —en el departamento de Tarija— experimenta hoy un cambio tangible que va más allá de infraestructuras: es una transformación de su vida cotidiana, su esperanza y sus posibilidades. Hasta hace poco, las 27 familias que conforman esta comunidad tarijeña vivían a merced de la lluvia y de una agricultura temporal que las sumía en la incertidumbre.

Acherales, apartada de las fuentes de agua por las caprichosas formas de la geografía, dependía únicamente de los meses de mayor precipitación para trabajar la tierra. Cultivaban esencialmente maíz, papa y unas pocas verduras, repitiendo año tras año el mismo menú. La lejanía y el difícil acceso a los riachuelos limitaban la producción y, por ende, también la calidad nutritiva y la economía local.

Todo empezó a cambiar cuando el equipo de Mujeres en Acción, una organización no gubernamental (ONG) arraigada en Tarija, comenzó con intervenciones de corte social y educativo a partir de 2021, promoviendo el liderazgo comunitario, el empoderamiento y la protección del entorno biológico de la reserva. Pero pronto la organización y la comunidad coincidieron: el agua era el cuello de botella que frenaba todo avance. Una vez identificado el problema, la búsqueda de soluciones se tornó prioridad colectiva.

Para entender la realidad, Mujeres en Acción realizó un diagnóstico participativo junto a los vecinos, recorriendo la accidentada topografía de Acherales para mapear las fuentes y calcular opciones técnicas viables. El reto era mayúsculo: había agua, pero no donde realmente hacía falta. A veces, llevar un canal implicaba obras de ingeniería costosas e inaccesibles, relata Iván Tomás Solano Burgos, representante de la ONG. «Teníamos el agua, pero no en el lugar deseado«, dice Solano.

Tras varias reuniones, la comunidad se organizó para buscar aliados. Caritas Pastoral Juvenil, que ya trabajaba en la Reserva puso a disposición cañerías de alta presión; el Prosol, un programa solidario comunal de la Gobernación de Tarija aportó politubos y otros materiales, pero todavía faltaban algunos elementos: «Entonces, ahí es cuando elaboramos un proyecto y lo presentamos al Fondo de Pequeños Proyectos (FPP), dicho proyecto felizmente ha sido aceptado y ejecutado», cuenta Solano, de Mujeres en Acción.

Con los recursos del FPP compraron conexiones, uniones, válvulas, cámaras de paso, etc. Los propios habitantes ofrecieron mano de obra, herramientas y materiales del entorno: piedra, arena, ripio e infinidad de trabajo colectivo. Más de 4,5 kilómetros de tuberías fueron enterrados zanja a zanja, asegurando la durabilidad del sistema y el orgullo del esfuerzo compartido.

Esta colaboración financiera permitió cerrar el círculo y poner en funcionamiento el sistema de agua que hoy alimenta sueños y cultivos.

El impacto ya se observa en la vida cotidiana. Las familias disponen ahora de agua durante casi todo el año, lo que ha permitido diversificar la producción. Se cultivan zanahorias, remolachas, lechugas, perejil y apio, entre otros productos; los niños y jóvenes —alrededor de 50 beneficiarios indirectos— comen más variado y mejor. Los excedentes, antes impensables, empiezan a ser destinados al núcleo escolar y a la venta, ampliando las expectativas económicas del pueblo.

Además, la comunidad ha crecido en organización y autogestión. El éxito del proyecto radica en el compromiso colectivo, en saber tocar puertas y articular alianzas, aún cuando el apoyo externo era incierto. Las limitaciones propias de vivir dentro de una reserva —»donde hasta un árbol requiere autorización para ser volteado (derribado)», dice Iván— han hecho de cada avance una auténtica victoria social y ambiental.

En palabras de Solano, el mayor logro no es solo una obra física: “Logramos convencer a la gente de que si queremos proyectos y queremos resultados, no esperemos de brazos cruzados”. Para Acherales, el agua se convirtió en símbolo de dignidad, superación y futuro.

BD/RED





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