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Sociedad | 15/05/2025   11:53

Cañahua, el grano andino que busca frenar el éxodo rural en el Altiplano boliviano

La cañahua frena el éxodo rural en Bolivia. En el Altiplano, este grano resistente da esperanza a campesinos como Nico Mamani. Aunque su rentabilidad aún es baja (1,4 dólares por kilo), su adaptación al clima y valor nutricional impulsan su cultivo.

Una mujer manipula una planta de cañahua/EFE/Luis Gandarillas
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Brújula Digital|15|05|25|

A más de 3.800 metros sobre el nivel del mar, en el Altiplano boliviano, la agricultura se enfrenta a una amenaza constante: la sequía prolongada y la pérdida de fuentes de agua, como el lago Poopó, que ha desaparecido en los últimos años. 

En este contexto, la cañahua, un grano andino poco conocido fuera de la región, se presenta como una alternativa viable para los campesinos que aún resisten en sus tierras. Así lo señala un reportaje publicado por El País de España.

Nico Mamani, un joven agrónomo y productor del municipio de Ayo Ayo, es uno de los pocos que ha decidido quedarse en el campo. “Hace unos años, un compañero mío me dijo: ‘Si este año, la cosecha no da, tendré que irme a la ciudad a buscar trabajo’”, recuerda Mamani, citado por El País. A sus 31 años, Mamani apostó por un cultivo distinto: la cañahua, un pseudocereal andino que crece más rápido que la quinua y soporta mejor las condiciones de sequía.

Según el reportaje, en Ayo Ayo la mayoría de los campesinos siembra papa, haba, cebada o quinua. Sin embargo, desde 2019, Mamani decidió dedicar parte de sus parcelas a la cañahua. 

“Mi idea era que, con un cultivo más resistente, la cosecha sea buena cada año y que nuestros hijos no tengan que migrar”, explica el agricultor, que ahora preside la asociación local de productores del grano.

La cañahua, como la quinua, tiene una larga historia en los Andes, pero su cultivo se redujo drásticamente a partir de los años 50. “La gente comenzó a emigrar a la ciudad y no se transmitían los conocimientos y los beneficios de la cañahua a los más jóvenes”, señala Trigidia Jiménez, presidenta de la Red Nacional de Cañahua de Bolivia, en declaraciones recogidas por El País. 

Además, agrega el diario, el grano no tenía un mercado establecido, por lo que se destinaba casi exclusivamente al autoconsumo, principalmente como pito (harina precocida y saborizada).

El resurgimiento de la cañahua se debe en buena parte al trabajo de Jiménez, quien –según cuenta El País– apoyó directamente a los productores de Ayo Ayo, comprándoles su cosecha a un precio mayor al del mercado. La Red Nacional de Cañahua también proporcionó semillas certificadas y herramientas, y colabora con programas de investigación liderados por el Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal.

Pese a que los ingresos por cañahua todavía no son altos –alrededor de 1,4 dólares por kilo, precisa el reportaje– los precios son estables, lo que representa una ventaja frente a otros cultivos. En palabras de Mamani, “la cosecha del grano andino falla muy pocas veces, y eso nos asegura ingresos cada año”.

El País también señala que el verdadero desafío está en mejorar los rendimientos y posicionar el grano en el mercado urbano. Para ello, algunos productores ya están transformando la cañahua en productos como panes, premezclas para panqueques y barras energéticas. Trigidia Jiménez, por ejemplo, ha logrado que algunos de estos productos formen parte del subsidio estatal para mujeres embarazadas y lactantes.

Sin embargo, agrega el reportaje, todavía son pocos los jóvenes que se animan a quedarse en el campo. Muchas familias campesinas, como las hermanas Justina y Eugenia Clotilde Layme Quispe, de 72 y 74 años, cuentan que sus hijos trabajan en talleres textiles en Argentina. “Hay esa creencia de que uno tendrá una vida mejor si se va a la ciudad o al extranjero, pero muchas veces las condiciones son peores”, afirma Mamani.

Aun así, el joven agrónomo mantiene la esperanza. “Es un reto. Conseguir que este cultivo resistente también sea fuente de buenos ingresos y que, en unos años, los hijos hereden las tierras de sus padres con la certeza de que este producto sí funciona”, concluye. Para Trigidia Jiménez, citada también por El País, el camino está claro: seguir promoviendo la cañahua en las ciudades. “Siempre he defendido la idea de que todo el mundo gana con este cultivo: los consumidores, porque es más nutritivo que la mayoría de los cereales, y los productores, por su resistencia al cambio climático”.

BD/RPU





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