De cara a las elecciones del Bicentenario, los autores advierten contra ver a Santa Cruz solo como un objetivo político. Proponen que el departamento sea entendido como un espacio estratégico para el desarrollo nacional, que merece respeto, integración y un rol protagónico en la construcción colectiva del país.
Brújula Digital|15|04|25|
Carlos Hugo Molina y Gustavo Pedraza Mérida
Existe un debate muy intenso sobre la posición política de Santa Cruz frente a las próximas elecciones. Para conducirnos con rigor en el análisis, habría que reconocer los grandes cambios que se han producido en Santa Cruz desde finales del Siglo XX y concluir que no hay “una” Santa Cruz, homogénea, en los campos social, económico, político o cultural y la construcción de la realidad cruceña, incorporando a nacidos y habitantes, obliga a superar la ligereza de respuestas que sólo demuestran desconocimiento. Dos son los elementos básicos imprescindibles de considerar; el que se refiere a la impronta cultural que posee el apelativo genérico de “camba/cruceño” y que ha logrado establecer una impronta; y el segundo, a la cualidad de desarrollo económico que aporta y despierta un atractivo innegable de migración e inversión económica de capitales nacional e internacional, por quienes quieren y buscan mejores oportunidades frente a la competencia y la crisis mundial.
Ese complejo fenómeno social, requiere la identificación de algunas variables.
La primera tiene que ver con el carácter regionalista que se nos asigna a los nacidos en Santa Cruz, recordando que es una conducta similar a la que existe en los otros 8 departamentos. El nacer en un lugar es un azar que al tomarse consciencia de ello y asumirlo como un valor, adquiere una dimensión cultural, humana de pertenencia, similar a la familia o el barrio aportando seguridad, protección e integración por sus lazos de solidaridad. Es un vínculo positivo que genera respeto y tolerancia al aceptar que cada persona distinta, cuenta con el suyo.
Sin duda que Santa Cruz es una combinación de geografía e historia, y su construcción pasa por un modo de hablar, de alimentarnos, de vestimenta en función del clima, con formas de exteriorizar sentimientos, alegrías y tristezas; hay una visión simbólica que se representa en la Ciudad de los Anillos, y suma la cultura de chiquitos, chaco, valles, guarayos, pantanal, y a la tierra como factor que define la matriz económica y la reproducción ideológica.
Las diferencias con las manifestaciones de otros departamentos, están dadas por estas mismas razones de representación simbólica. Gracias a la cultura, las diferencias disminuyen su confrontación por el aprendizaje mutuo y permiten superar la descalificación por origen geográfico, étnico, económico, religioso o ideológico.
En esta construcción desde el Oriente, han aparecido protagonistas que la refuerzan. Andrés Ibáñez por su aporte a la visión de país solidario y con organización federal, Melchor Pinto con su defensa de la ciudadanía activa, Bonifacio Barrientos Sombra Grande, que aportó la paciencia para reconocer al Tumpa entre el pasado y el futuro; y en lo grupal, mutuales, cooperativas y la Sociedad Geográfica e Histórica con el Memorándum de 1904, proponiendo un país integrado con una visión desde la llanura.
Santa Cruz expresó la rebeldía de los departamentos alejados del centro de poder frente a esa sensación de abandono y a la demanda de ser reconocidos como sujeto territorial por el “centralismo andino excluyente”. La frustración de no lograr lo que se esperaba y la identificación de trabas como parte de una “confabulación perversa”, se convirtió en exigencia de ser escuchados, y sirvió para recordar que los espacios en política, economía y sociedad, se ocupan y se ganan, nadie los regala.
Si analizamos en conjunto, y superamos los errores y equivocaciones, evidentemente existen razones para reconocer que se han logrado resultados que han favorecido al conjunto nacional con la preservación de los territorios de Mojos y Chiquitos, las regalías, la propuesta de participación popular, descentralización, autonomía y federalismo, las elecciones de autoridades o la apertura de oportunidades que generan desarrollo.
La existencia de las naciones exige integración, complementariedad y la cohesión del sujeto colectivo y que, al no ganarse por conmiseración y lástima, es necesario asumir un reto a partir de las ventajas comparativas convertidas en competitivas ganadas con trabajo y el uso inteligente de ellas. El logro de tales ventajas ha puesto a Santa Cruz en el centro de la economía y de la política y la han convertido en la síntesis de la nacionalidad. En esa perspectiva y con una posición de responsabilidad mayor, debemos decir con firmeza que no somos un objetivo electoral, un territorio de conquista política o un campo de confrontación o de avasallamiento. Debemos reconocernos y asumir la cualidad de un espacio del territorio nacional que es necesario preservar y fortalecer para acompañar el proceso de nuestro desarrollo. Sólo así lograremos apoyar el que necesitamos los 9 departamentos asumiendo la dificultad de esta perspectiva que debe ser entendida como una oportunidad. Nadie es más ni mejor, solamente diferentes para complementarnos.
Estamos frente a un reto humano que deja de ser designio divino, profecía o pretensión chovinista y exige que construyamos colectivamente nuestra respuesta.