A Tuto le faltó sutileza: su discurso anti-MAS suena a retroceso, no a esperanza. Bolivia necesita progresismo (derechos, inclusión), no derecha trumpista. Sin matices, la oposición pierde frente al delfín del MAS. El voto castigo no basta; hay que ofrecer futuro.
Brújula Digital|29|03|25|
María José Rodríguez Beller
A Tuto le faltó una nada. Un puntito en las encuestas y, en la realidad, una duda en forma de tornado. No termina de convencer el discurso cercano a Milei, eso de que “nos vamos a convertir en Venezuela”, que “hemos perdido la libertad”. Lo que hemos perdido es el dinero, la esperanza, y nos da miedo perder todavía más. Tememos cambiar de captor. Pasar de una izquierda abusiva y dictadora a una derecha troglodita.
Bolivia necesita el progresismo, como el mundo entero. Pero aquí la necesidad es más urgente: porque la pobreza sigue teniendo rostro de mujer, porque niñas menores de 15 años siguen pariendo hijos a cada minuto (por estadística), porque las violaciones siguen siendo parte del menú cotidiano de los poderosos, sin importar clase ni etnia.
Y a Tuto –y a varios más–, el discurso de derecha dura les está jugando en contra. Porque habemos muchas mujeres que no vamos a empeñar las libertades conseguidas. Porque no queremos que nuestros hijos vuelvan a crecer creyendo que los “cholos” son la lacra del país. Porque no se puede construir futuro echando por el desfiladero lo poco bueno que se ha logrado en estas décadas.
Una derecha troglodita es sinónimo de volver a un pasado ya superado. Y es lo único que el MAS no logró destruir. Todo lo demás fue fallido: el modelo, la economía, la institucionalidad. Hoy lo vemos en nuestros bolsillos vacíos y ahorros devaluados. Pero la necesidad de valores progresistas, basados en derechos, inclusión y diversidad, no se han desaparecidos como el gas y los dólares. Y ahí está el riesgo: si la oposición no entiende ese matiz, si sólo ofrece castigo y orden, pierde.
Reconstruir la patria dependerá de la inteligencia política de los candidatos de oposición. Muy dedicados, sí. Muy bien intencionados, también. Pero si no entienden el terreno, si no escuchan al votante con respeto y sin prejuicios, no hay cómo nos liberen de este captor. El candidato del MAS que no se ha proclamado aún –pero que ya se mueve como delfín– podría ganar en primera vuelta si los otros siguen cada uno por su lado o si les falta ese puntito de sutileza.
Dentro de todo, Bolivia ha dado un ejemplo al generar el acuerdo de unidad. Es, sin duda, una luz al final del túnel. Pero si esos mismos candidatos creen que con un discurso tipo Trump o Milei van a conquistar al votante boliviano, al desilusionado de la mal llamada izquierda, están sellando su derrota. Andrónico –por ejemplo– está construyendo un centro progresista bastante más astuto que sus contrincantes, y podría capitalizar esa narrativa si del otro lado lo que se ve es una restauración de élites rancias y excluyentes.
Ecuador ha sido la demostración de ello. Daniel Noboa y sus súper asesores pensaban ganar en primera vuelta. Y ¡zas! El triunfo se les fue por la cloaca. cuando la narrativa se va a la bota militar o a la fantasía bukelista, los desilusionados del correísmo terminaron volviendo a él. Porque lo otro da más miedo. Si se ha de decidir entre un gobierno que permite a militares acribillar niños sin hacer prevalecer su condición de niños antes que de delincuentes, y un grupo de corruptos de cuello alto. La ventaja de la bota de Noboa se achica. En Ecuador como en Bolivia, hoy, la gente no vota por más miedo, sino por un mínimo de esperanza.
Es un tema de sutilezas. Y después de tantos años de polarización brutal, esa palabra parece vacía. Pero es urgente. Nos jugamos el futuro de otra generación.
Tenemos que mirar otros ejes. Iniciar un cambio hegemónico desde la legitimidad del votante que ha sido despreciado por ser de esa mala llamada izquierda. Hoy estamos, nos guste o no, en sus manos. Y el que no entienda eso, ya perdió.
María José Rodríguez es comunicadora social, fundadora de Rodríguez & Baudoin.