Brújula Digital|09|01|25|
Marcelo Chinche
Probablemente, la frase más invocada por la casta política en este último tiempo ha sido la convocatoria a la “unidad” de sectores de oposición, con el objetivo de enfrentar a la hegemonía partidaria del Movimiento Al Socialismo (MAS). Este partido comienza a mostrar fisuras debido a las pugnas internas para imponer una candidatura que garantice la continuidad del proyecto iniciado en enero de 2006 bajo el liderazgo de Evo Morales. Después de 14 años de gobiernos consecutivos, Morales presentó su renuncia el 10 de noviembre de 2019, en medio de movilizaciones sociales que surgieron tras indicios de fraude en las elecciones del 20 de octubre de ese año. Posteriormente, en noviembre de 2020, el MAS retornó al poder con la victoria de Luis Arce Catacora.
Un análisis serio sobre la unidad en la política exige considerar varios aspectos y referencias clave para comprender su alcance.
En primer lugar, la unidad en la política es, antes que nada, una unidad electoral. Esto responde a la necesidad imperiosa de enfrentar a un adversario circunstancial que no puede ser derrotado sin una alianza con otras fuerzas. Este tipo de unidad implica, aunque sea de manera temporal, dejar de lado las diferencias ideológicas para lograr un objetivo común. Este razonamiento es coherente con la esencia de la política, que se caracteriza por momentos coyunturales de unidad y, al mismo tiempo, por escenarios inevitables de separación y distancia.
En segundo lugar, la unidad se fundamenta en la posibilidad del diálogo sincero, que abarca tanto coincidencias como antagonismos, además de la capacidad de alcanzar acuerdos programáticos que vislumbren una nueva visión de país. Esta aspiración requiere un ejercicio de discernimiento y generosidad, donde los esfuerzos de unos no sean demonizados por otros que, en teoría, forman parte del mismo bando. De lo contrario, el resultado inevitable será la fragmentación.
En tercer lugar, la unidad debe ser el resultado de una “construcción de confianza” entre los actores que la promueven. La ausencia de certidumbre tiende a alimentar las mezquindades y los egoísmos personales, especialmente entre líderes obtusos e imprudentes que no logran controlar sus ansias de poder. Estos líderes suelen estar rodeados de entornos cercanos miopes que contribuyen a la construcción de narrativas descomunales, sobrevaloraciones y un imaginario mesiánico, reverencial y caudillista, donde se les presenta como imprescindibles e insustituibles. Esta patología, que refuerza el caudillismo tradicional, ha resultado perjudicial en un doble sentido: por un lado, ha generado un estancamiento dentro de los partidos o agrupaciones políticas; por otro, ha impedido la renovación natural y la emergencia de nuevos actores con ideas más avanzadas, creativas e innovadoras para enfrentar los desafíos de una democracia moderna.
En cuarto lugar, la unidad debe ser la consecuencia de un razonamiento sensato, que involucre grandeza y generosidad para estar dispuesto a ceder y renunciar por el bien mayor. Esto es especialmente relevante al considerar que la unidad en política no es, ni será, un proceso automático. La práctica democrática implica un ejercicio de acumulación de poder frente a un adversario común. Este proceso puede entenderse como un cálculo matemático, en el que el objetivo es siempre alcanzar la mayoría, lo que implica sumar adeptos y, al mismo tiempo, restar fuerzas sustanciales al oponente.
A modo de conclusión, es importante señalar que la unidad en política sólo puede lograrse entre quienes están realmente dispuestos a construir una mayoría para enfrentar una disputa electoral. Este esfuerzo requiere crear las condiciones necesarias para que diversas facciones acuerden y se comprometan con un lineamiento funcional de carácter estrictamente político. Asimismo, la unidad exige tomar distancia de aquellos liderazgos que no demuestran disposición o vocación para formar parte de una mayoría, ya que su inclusión puede debilitar la formación de un bloque unitario sólido.
Marcelo Chinche Calizaya es docente e investigador.