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Política | 01/01/2025   06:37

|OPINIÓN|Despedida de 2024: Bolivia en crisis y la esperanza de cambio|Javier Torres Goitia|

Jack Prommel/Unsplash
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Brújula Digital|01|01|25|

Javier Torres Goitia

A medida que nos acercamos al final de 2024, Bolivia se encuentra en un momento de profunda crisis, marcada por una combinación de autoritarismo, corrupción, injusticia y una creciente polarización. Este año ha sido testigo de cómo el país ha avanzado a pasos agigantados en su descomposición política, económica y social. Sin embargo, al cerrar este capítulo sombrío, hay una luz de esperanza en el horizonte: las elecciones generales de 2025, que podrían ser la oportunidad para recuperar la democracia y la justicia social que el país ha perdido.

Bajo el gobierno del MAS, Bolivia ha transitado de ser un país democrático a un régimen cada vez más autoritario. La concentración del poder en manos de un solo partido ha sido una constante desde la ascensión de Evo Morales en 2006, pero en estos últimos años, bajo el liderazgo de Luis Arce, esa tendencia se ha intensificado. La represión de la oposición, la manipulación de los tribunales de justicia y la persecución de líderes y activistas políticos son ejemplos claros de cómo el poder se ha centralizado de manera cada vez más antidemocrática.

En 2024, la situación ha empeorado. La administración de Arce, lejos de buscar la reconciliación nacional, ha profundizado la división y la polarización, fomentando un clima de odio y desconfianza. El país parece haber caído en una trampa autoritaria, donde los derechos fundamentales de la ciudadanía son sistemáticamente vulnerados y donde las voces disidentes son silenciadas.

Uno de los elementos más preocupantes de la situación política de Bolivia es el comportamiento de algunos líderes indígenas, que, en lugar de ser defensores de sus pueblos, se han convertido en verdugos de los mismos. El MAS, en su afán de perpetuar su poder, ha cooptado a muchas de estas figuras, quienes han traicionado los intereses de sus comunidades. En lugar de luchar por la justicia social y la equidad que tradicionalmente han sido los valores del movimiento indígena, muchos líderes hoy se han alineado con la dictadura del MAS, avalando prácticas represivas y autoritarias que afectan principalmente a los sectores más vulnerables del país.

Esta traición a las bases indígenas no solo es un golpe para las comunidades originarias, sino también para toda la sociedad boliviana, que esperaba que los líderes de los pueblos originarios fueran los primeros en luchar contra las injusticias del régimen. En lugar de eso, hemos visto cómo se transforman en instrumentos del poder central, justificando la represión y el autoritarismo en nombre de una supuesta "unidad nacional" que en realidad no es más que una estrategia para aferrarse al poder.

La política y el narcotráfico

Otro aspecto alarmante de la situación en Bolivia es la estrecha relación entre el gobierno y el narcotráfico. A pesar de las declaraciones oficiales y los discursos sobre la lucha contra las drogas, la realidad es que el país se ha convertido en un centro de producción y tránsito de cocaína, con el MAS jugando un papel crucial en este fenómeno. El narcotráfico no solo está socavando la estabilidad y seguridad del país, sino que también ha corrompido las instituciones del Estado, debilitando aún más la ya frágil democracia boliviana.

El vínculo entre políticos del MAS y organizaciones criminales no es un secreto, y cada vez se hace más evidente que las redes de narcotráfico están profundamente infiltradas en las estructuras del poder. En lugar de combatir este flagelo, el gobierno parece haber optado por cerrar los ojos y proteger a los actores más poderosos de este negocio ilícito, mientras la sociedad paga las consecuencias en términos de violencia, inseguridad y falta de oportunidades.

En 2024, la crisis económica ha tocado niveles históricos. La inflación, el desempleo y la pobreza han alcanzado cifras alarmantes, mientras que el gobierno se muestra incapaz de ofrecer soluciones eficaces. A pesar de contar con recursos naturales abundantes, Bolivia sigue siendo un país con una de las economías más frágiles de América Latina. La falta de inversión, la corrupción rampante y las políticas económicas erráticas han llevado a la nación a un callejón sin salida.

En paralelo, el sistema de justicia continúa siendo una de las principales víctimas del autoritarismo del MAS. La independencia judicial ha desaparecido prácticamente, y los tribunales se han convertido en instrumentos al servicio del poder político. La falta de acceso a una justicia imparcial y eficiente ha generado un clima de impunidad, donde los responsables de crímenes de lesa humanidad y violaciones a los derechos humanos quedan en libertad, mientras que aquellos que se oponen al régimen son perseguidos y encarcelados sin el debido proceso.

A pesar de todo esto, 2024 no tiene que ser el último capítulo de una Bolivia que se pierde en la oscuridad. La oportunidad de un cambio real se abre con las elecciones generales de 2025. Un cambio que, para ser efectivo, requiere una oposición unida y decidida a derrotar cualquier intento de perpetuar a los actuales actores del MAS en el poder.

Es esencial que la oposición, independientemente de sus diferencias ideológicas, se una para enfrentar al régimen que ha llevado al país a la ruina. La amenaza de un MAS continuista, que recurra a cualquier estrategia para mantenerse en el poder, debe ser detenida de una vez por todas. Bolivia necesita un liderazgo fresco, comprometido con la democracia, la justicia y la reconstrucción económica, lejos de los intereses del narcotráfico y la corrupción.

La esperanza para 2025 radica en la capacidad de los bolivianos de movilizarse, de exigir el respeto a los derechos humanos y de construir un futuro en el que los valores democráticos prevalezcan. Solo con una oposición fuerte y unida será posible derrotar al régimen y abrir el camino a una nueva Bolivia, donde los ciudadanos puedan vivir con dignidad, justicia y prosperidad.

Despedimos el 2024 con un país sumido en la crisis, pero también con la convicción de que el cambio es posible. Bolivia tiene la oportunidad, en las elecciones de 2025, de retomar su rumbo hacia la democracia y la justicia. Es crucial que todos los sectores de la oposición se unan en una lucha común por un futuro sin dictaduras ni autoritarismos. En este nuevo año, la esperanza de una Bolivia mejor debe ser el motor que impulse a cada ciudadano a participar en la construcción de un futuro más justo y libre para todos.

Javier Torres Goitia fue ministro de Salud de Bolivia.





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