Malhadada circunstancia la pérdida del carnet de identidad pues condena al adelanto de un trámite administrativo que pone al descuidado poblador de frente a una de las caras más feas: la de la burocracia. No podrá huir eternamente de la pérdida de tiempo y dinero, ni de la incomodidad ocasionada por la espera en la calle, tiritando de frío, mojándose bajo la lluvia o achicharrándose con los rayos del sol, sin tener siquiera donde sentarse.
Nada es eso si el infortunado tiene además la desgracia de ser profesional. Cuando llega ante el primer burócrata que le atiende, un militante del “proceso” llegado al puesto hace poco por la rotación en las “peras” del árbol llamado “Estado pluri”, le dará el batacazo: “¿ocupación?” le preguntará; “economista”, “abogada”, ingeniero petrolero” o algo así responderá, con satisfacción. Ingenuo.
“¡Ah! No se puede entonces, tiene que traer la fotocopia legalizada de su título en provisión nacional”, fallará ese dueño de unos gramos de poder, realizado en lo más íntimo de su ser ante el contratiempo del acartonado dizque “ciudadano” al que trata ahora desde la altura de su cargo.
¡Pero si la víctima ya presentó ese documento cuando se tituló y renovó su carnet! Así defenderá su causa ante el burócrata. “Tiene que presentar otra vez, es que han actualizado el sistema” será la respuesta reiterada que obtendrá. Él y todos los desgraciados en igual situación.
Tal vez se le ocurrirá, si tiene buen sentido, que tal actualización del sistema no tiene por qué impactar negativamente sobre él, poblador inocente de las ocurrencias de los dueños del poder, y lo alegará en su favor, pensando para su copete que, al final de cuentas, no le importa la mentada actualización si no le afecta. Sí, que actualicen lo que les venga en gana, eso no hace gas a la documentación que él ya presentó, no la ha desaparecido de la faz de la tierra. Pero no valdrá el argumento y sobrevendrá un problema adicional para el pobrecillo: soportar otra estructura inepta y corrupta en cualquiera de las “alma mater”, otro tipo de “mater” desde que se tiñeron de azul. Allí se simula formar cuando, por el contrario, se deforma.
Una prueba son las actividades que concentran a miles de estudiantes universitarios de todo el país, financiadas con dineros públicos por quienes toman decisiones en las universidades. Como la UFEST (¿?) realizada en Tarija en abril de 2024, donde murió ahogado un joven, habiéndose encontrado jeringas usadas en el contexto de fiestas con descontrol en el consumo de alcohol, según informó el periódico local “El País” en sucesivas publicaciones de 24 y 25 de abril de 2024.
Pero, el 7 de abril de este año el mismo medio informa: “(…) más de 7.000 estudiantes de todo el país arribarán a la ciudad de Tarija para participar del Congreso Nacional de Universidades, que se llevará a cabo del 10 al 12 de abril”. Habrá que ver si esta vez es con sangre o no. Con alcohol y jeringas, por seguro que será. Entretanto, Tarija convertida en una cantina a título de universidad y, según autoridades municipales, de turismo. Claro, si en Tailandia funciona, por qué aquí no.
“Anécdotas negras de la vida cotidiana en Bolivia” podría llamarse una serie interminable de malos momentos que las personas soportan. Sin estar obligadas.
Sí, a veces vivir en Bolivia parece una jugada maléfica del destino. En especial en estos tiempos que corren, cuando los resultados del “modelo pluri” aplicado dos décadas han demostrado sin posible refutación, que es fallido y sólo sirve para el desastre y pese a ello, sus promotores y representantes tienen apoyo de una parte importante de la población a la cual la incompetencia y el crimen en todas sus manifestaciones parece gustarles. Problema cultural y daño antropológico.
Cuando con base en el ridículo golpe inventado por ellos mismos, Catacora y Choquehuanca se autoidentifican Ortega y Murillo, hacen pareja, y desatan la persecución abusiva contra las voces libres que amenazan la reproducción masista en el poder. Al mero estilo “nica”.
La angustia y la rabia acrecienta con las actuaciones de quienes se presentan como los superhéroes dispuestos a salvarnos y la única fuerza que lucen es la de sus cueros de anta para seguir con sus desatinos, su chistecitos de mal gusto, sus dimes y diretes en reyerta por el precioso anillo y la inédita demostración de que la ceguera es cuestión de voluntad, salvo que sean unos estúpidos de marca mayor, lo cual es poco probable aunque no imposible. Lo evidente es que no ven más allá de sus narices pues se han tapado los ojos cual avestruces, declarándose ciegos libre y voluntariamente. En ese camino, ofenden a la ciudadanía democrática al creer que todos quienes son parte de ella tampoco pueden ver. Despierten, vemos todo y ya no damos con la bilis adentro.
Mi madre, con su sabiduría heredada y lograda en su vida, aconsejaba echar fuera del cuerpo la bilis para sentirse mejor. Eso acabo de hacer, y sí, es cierto. Me siento mejor, mucho mejor. Con las ganas que de seguir luchando como nunca.
Gisela Derpic es abogada.