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27/03/2022
El Tejo

Vivir desconcertados

Juan Cristóbal Soruco
Juan Cristóbal Soruco

¿Y si el mundo estalla?

Creía que después de lo que pasamos con la pandemia del Covid-19 la humanidad iba a encontrar mecanismos que ayuden a revisar nuestros comportamientos para enfrentar la tarea de construir sociedades más solidarias. ¡Iluso!

De ahí que la posibilidad de que, sin que los desastres de la pandemia hayan concluido, más bien se reproduzcan con más virulencia propuestas autoritarias de poder y que en el mundo nos encontremos ante la posibilidad de que se desate una guerra nuclear no estaban entre mis previsiones más pesimistas. Pero, la realidad es que así estamos y no hay visos en el horizonte de que se revierta a corto plazo esa situación.

En cuanto al Covid-19, a estas alturas se puede observar que se trata de un mal que se quedará entre nosotros, relativamente indefensos ante cuantas picardías se le pueda ocurrir con sus trasmutaciones, al mismo tiempo que se cargará a su cuenta, sea o no cierto, todo fallecimiento ocurrido desde marzo de 2020. En este tiempo, sólo para dar idea de un ciudadano que vive en estos lares, he perdido a siete parientes a quienes no solo recordaremos en la familia por lo que los quisimos, sino porque murieron en “el tiempo del Coronavirus”.

Desde otra perspectiva, el tiempo del Coronavirus también será recordado en relación al ejercicio del poder. No sólo que se constató que el país, a diferencia de la propaganda machacona de los representantes del denominado proceso de cambio, estaba incapacitado para enfrentar debidamente la pandemia. Y si bien hubo sostenidos esfuerzos para crear mínimas condiciones de atención, también se vio cómo, en una situación tan dramática, no faltaron quienes se aprovecharon de esas circunstancias para beneficio personal porque la epidemia los encontró gozando de las mieles del poder y otros, con total prescindencia de sentimientos de solidaridad y respeto, utilizan el mal para buscar beneficios políticos de corto plazo, lo que sucede hasta ahora.

En estas condiciones aparece la invasión a Ucrania por parte del presidente ruso Vladimir Putin y su aparente decisión de conducir al planeta al colapso si no se satisfacen sus ambiciones.

Mucho se está escribiendo al respecto y para no caer en lo que critico cuando se escribe sin mayor conocimiento e independencia, sólo me limito a avisarles que adhiero la idea de que el mundo está viviendo la confrontación entre una visión democrática de poder y otra autocrática, y que me adscribo a la primera.

A lo que sí me quiero referir es a cómo esta guerra ha desvelado el alineamiento del MAS y los espacios de poder que administra con la posición rusa, descuidando los intereses nacionales. La actuación del gobierno en la OEA y la ONU ha sido vergonzosa, tratando de borrar con el codo lo que la mano firmó para atender las pataletas de expresidente fugado y sus áulicos que han aparecido como voceros (espero oficiosos y no rentados) del discurso putiano.

Esta adhesión rompe una línea tradicional de nuestra diplomacia y una disposición clara de la Constitución Política del Estado (CPE). En lo referente a nuestra diplomacia, se debe recordar que un sustento de nuestra demanda marítima es que Chile invadió nuestro país en 1879 y se apropió de territorio nuestro por la fuerza de las armas; por tanto, apoyar de cualquier manera la acción rusa puede dar pie a que Chile nos muestre como un país que, por razones ideológicas, puede cambiar de opinión.

En cuanto a la CPE, el artículo 10/II dice: “Bolivia rechaza toda guerra de agresión como instrumento de solución a los diferendos entre estados y se reserva el derecho a la legitima defensa en caso de agresión que comprometa la independencia y la integridad del Estado”.

Definitivamente, nos han movido el tablero y no parece fácil que encontremos en el corto plazo un asidero….



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