El Tribunal de Sentencia Anticorrupción Primero de la ciudad de La Paz ha condenado a la expresidenta constitucional Jeanine Áñez a 10 años de prisión, en uno de los varios juicios que el MAS le ha incoado. Se trata de una muestra de vileza, que el Diccionario de la Real Academia define como: “acción o expresión vil” y vil: “bajo o despreciable; indigno, torpe o infame; dicho de una persona: que falta o corresponde mal a la confianza que en ella se pone”.
En verdad, es una de las “n” muestras de vileza del MAS y de autoridades de gobierno en su desesperación porque se olvide que su jefe máximo, hoy nominado comandante por sus adláteres, primero, fugara con su entorno más cercano a México cuando una movilización ciudadana mostró su hastío ante su afán desmedido de prorrogarse en el poder que lo llevó a desconocer los resultados del referendo constitucional de febrero de 2016 y montar un monumental fraude electoral en las elecciones de 2019. Y, segundo, se olvide que dando muestra de sus profundos rencores, instruyera a las autoridades de su partido en la Asamblea Plurinacional crear vacío de poder y a sus seguidores, fundamentalmente del área rural, paralizar al país y cercar las ciudades hasta que “mueran de hambre”.
Digna (que de acuerdo al Diccionario es “gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse”) ha sido, en cambio, la actitud de la expresidenta constitucional que luego de traspasar la Presidencia del Estado a Luis Arce Catacora, que ganó las elecciones de 2020 y se quedó en el país pese a las permanentes amenazas en su contra de parte de masistas y autoridades de gobierno, que finalmente se concretaron al arrestarla y mantenerla en prisión ilegalmente desde el 13 de marzo de 2021; es decir, contrariando la Constitución Política del Estado y las normas penales, la mantienen en prisión por casi 15 meses bajo la modalidad de “detención preventiva”.
Es probable que, cuando pasen los años, el país recupere el sistema democrático y, sobre todo, principios morales y políticos de pacífica convivencia, el ex presidente fugado y su entorno serán un mal recuerdo (como hoy son Luis García Meza Tejada y sus esbirros), mientras que perviva la figura de Jeanine Áñez como ejemplo de resistencia al poder autoritario (como hoy recordamos a Lydia Gueiler Tejada).
Sin embargo, cuánto está costando y cuánto nos costará todavía la avidez masista de mantenerse en el poder y cambiar la historia a su antojo para convertir a su “sunchu” comandante en un héroe popular. Para ello, no les importa violar principios y normas, traicionar hasta a los propios compañeros si se permiten dudar del jefe, convertir a la mentira en un mecanismo de relacionamiento rutinario, promover una mentalidad de agresión a quien disiente. Para peor, esa forma de actuar se convierte en una perversa pedagogía para las nuevas generaciones.
Pero, confiemos en que, como ya ha sucedido en nuestra historia, llegue el momento en que podamos lograr que la dignidad se imponga a la vileza…
Juan Cristóbal Soruco es periodista