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13/02/2021
Cartuchos de Harina

Un presidente que se ocupe de los fusibles (y no se convierta en uno)

Gonzalo Mendieta Romero
Gonzalo Mendieta Romero

El hechizo de la guitarra de don Luis Arce no logró, no obstante, conquistar mi destemplado y receloso oído. Empero, haciendo de la necesidad virtud, pensé en el sentido común popular que eligió a este Arce (que no es el de la Avenida) en lugar de Carlos Mesa, el Pico de oro hasta una fase previa a la actual (hace unos 100 años, otro político, Domingo Ramírez, merecía ese apodo por su oratoria).

Este nuevo Arce no es Aniceto, pero quizá compartiría, no el conservadurismo de ese expresidente, su vuelo o sus ínfulas, pero sí su practicismo, aventajando en eso a Mesa. Y no porque este Arce fuera un sagaz comerciante como Aniceto, sino porque, por ejemplo, Lucho eligió una profesión terrenal como la economía. En su juventud había opciones más gloriosas: la sociología, la antropología o un acercamiento al EGTK, con olfato de largo plazo.

Evo y Álvaro exudaban romantización y leyenda, en unos aspectos por razones genuinas, en otros por ese lado más ficticio y deplorable de la política. Luis Arce no ofrecía ese perfil; fue un cumplido burócrata en tiempos liberales y luego un ministro de aceptable récord, en el contexto de las vías argentina o venezolana, o en el de la afición de Evo por el gasto público que siembra votos y “amistades”. Hasta The Economist recibió a Arce como “un tecnócrata”, con cierto beneplácito.

Ampliando lo favorable y restringiendo lo odioso, como dicen algunos jueces (y no practican), era hasta crudamente entendible que la campaña de Luis Arce, para ratificar su pedigrí nacional-popular, desenterrara sus guitarreadas universitarias y su tenue pasado socialista, junto a una discreta pertenencia al cenáculo dirigido por el malogrado Carlos Villegas. De paso, el candidato no quedaba del todo corto en la “gesta” del MAS.

Pero no sólo de épica vive el hombre. Una cierta falta de imagen heroica podría ser virtud, ahora que gobernar sería menos relatar injusticias centenarias que ajustar el cableado económico. No todos los mandatarios del mundo son o hacen de próceres. A menudo solo se precisa de alguien que cambie los fusibles, no que declame el destino ideológico de la humanidad. Un economista de corte popular y tecnocrático, con crédito en sus bases y un maletín de herramientas, serviría en este cuadro duro de la patria. Ni la menguada oposición ni el mismísimo Túpac Katari redivivo –para no hablar ya de Evo– serían muy aptos a ese fin. Por eso inferí que quizá, esta vez, la voz del pueblo era nomás la voz de Dios, al preferir a Arce.

Pero pasan los meses y el Presidente rescata poco de su maletín. Allá donde se esperaba sentido común, incluso subrayando como causa esta grave excepcionalidad social y económica, se oye que –con variaciones ligeras o incluso agravantes– la misma receta de economía pública es válida siempre: en 2011 o en 2021, con o sin pandemia, con mucho o poco gas, con guita lloviendo o déficit crónico.

Arce ostenta ya un mandato electoral peligroso: resucitar al Ekeko de los quinquenios previos. Pero incluso dentro de esa quimera, el gobierno podría intentar otra faena: prevenir el colapso económico y social; hacer lo que toca aquí y ahora, no vegetar en las leyendas de la campaña y su credo. Mucha guitarreada para certificar credenciales de revolución es pan para esos mitos, con el riesgo de que el Presidente acabe de fusible incluso para su partido.

Como consejo al Presidente, serviría que un personaje cercano como Xavier Albó S.J., pese a ser antropólogo, le contara un viejo chiste de su orden religiosa: una reunión de benedictinos, franciscanos, dominicos y jesuitas duraba ya hasta la media noche. De repente, se cortó la luz. Los benedictinos corearon salmos, glorificando a Dios; los franciscanos tomaron sus guitarras y cantaron alabando la Creación; y los dominicos discurrieron acerca de la metafísica de la luz y la oscuridad. En cambio, los jesuitas fueron al sótano, hallaron la caja de fusibles y arreglaron el disyuntor.

Haría bien pues que antes de los salmos, guitarras y metafísica de izquierda, alguien se ocupe de los fusibles, evitando además convertirse en uno.

Gonzalo Mendieta Romero es abogado.



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