Es normal que el órgano electoral se haga de la vista gorda ante un acto
evidente de cohecho electoral.
Es normal que dos candidatos ilegales participen del proceso electoral y que para colmo de males gasten plata del Estado para sus actos proselitistas.
Es normal que todos los días el Presidente gaste 400 dólares en viajes en helicóptero de la residencia de San Jorge a Palacio de Gobierno –ida y vuelta– y que utilice un costosísimo avión privado para trasladarse a destinos internacionales, cuando los vuelos comerciales serían mucho más económicos.
Se ha vuelto normal que el Presidente tenga una suite de 1.068 metros
cuadrados, con jacuzzi para seis personas –gabinete húmedo–, mientras la
mayoría de los bolivianos apenas disponen de 40 a 50 metros cuadrados para
familias numerosas que viven hacinadas.
Es normal meter mano a una mujer y salir del paso pidiendo solo una disculpa. Cualquier otra cosa, la justicia por ejemplo, es exagerada.
Por razones como la anterior, se ha vuelto normal enterarse que crece el número de feminicidios en Bolivia y que, en buena parte de los casos, los responsables encuentren recursos para evadir la justicia.
Es normal que el patrimonio de la hija del fiscal general sea varias veces
superior al del padre y es normal, también, que días después de conocerse este
hecho, se diga que fue un error de dedo.
Es normal que el patrimonio de los jefes policiales, especialmente los que se encargan de la lucha contra el narcotráfico, sea millonario.
Es normal que haya cientos de policías investigados por narcotráfico, cuando debían ser ellos los que persigan a los delincuentes.
Es normal que los coroneles condecoren a los narcos.
Es normal que los cocaleros del Chapare continúen produciendo coca en zonas ilegales, sin que nadie haga ni diga nada.
Es normal que el Presidente del Estado sea, a su vez, Presidente de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba que, a su vez, son las que se encargan de defender a los que cultivan coca ilegal.
Es normal que cada mes despeguen de las pistas clandestinas en la Amazonía boliviana decenas de avionetas cargadas con cientos de kilos de cocaína.
Es normal que el 73% de los presos en Bolivia no tenga sentencia, incluido el
líder de los cocaleros de los Yungas, que obviamente son los enemigos de los
del Chapare.
Es normal que el Órgano Judicial funcione a pedido y según los dictados del gobierno.
Es normal que ministros que no hicieron bien su trabajo o magistrados que
trabajaron para el gobierno, pero no para hacer respetar la Constitución,
reciban como premio embajadas en diferentes partes del mundo, mientras que
decenas de funcionarios de carrera quedan, diplomáticamente, callados.
Es normal que los responsables directos de la derrota boliviana en La Haya continúen ejerciendo las funciones de agentes de nuevos fracasos.
Es normal que el ministro que inventó un mar de gas continúe en su cargo como si nada hubiera pasado.
Es normal que empresas públicas en quiebra continúen operando a costa de los recursos del Estado.
¿Es normal que tengamos que soportar todo esto?
Hernán Terrazas es periodista.