A fines de enero de este año, en el marco de sus atribuciones para el fortalecimiento democrático, el Tribunal Supremo Electoral, con algarabía desbordante, presentó el libro Informe sobre la construcción de la democracia intercultural en el Estado Plurinacional de Bolivia (2009-2022). La esforzada investigación demandó aproximadamente cinco años de trabajo y contó con la colaboración y el aporte de 16 destacadas personalidades académicas de nuestro medio. Debo confesar que, cuando pude acceder al libro, frotándome las manos, lo abrí con demasiada expectativa (dije “esto es bueno”) y, luego de su confusa y tediosa lectura, lo cerré con enorme desilusión (dije “esto es malo”). Esta columna está inspirada en esta última impresión y pretende ser un modesto aporte en la difícil construcción de la democracia; considerando esta perspectiva, a continuación, destacamos las múltiples lagunas de este lacustre libro.
Una de las primeras debilidades del libro, cuando describe la construcción democrática, es que erróneamente asume que este proceso inició con la revolución de 1952 y el voto universal. Ignora absolutamente que el primer ciclo democrático de nuestra historia política se inauguró con la Convención de 1880 y se extendió hasta 1934. Desconoce que, en este prolongado periodo de 54 años, se llevaron a cabo 10 procesos electorales, interrumpidos por la Guerra Federal de 1899, el Golpe de Estado de 1920 y el de 1930. Sin duda, aunque era una democracia oligárquica y excluyente, las elecciones eran el principal mecanismo que permitía la alternancia de los titulares en el Gobierno. Se trata de una omisión inaceptable que le resta seriedad y credibilidad al documento.
En el capítulo dedicado a la democracia representativa es posible identificar imperdonables limitaciones. Se proporciona datos, gráficos y tablas de los procesos electorales, escasamente inteligibles. Por ejemplo, se dice que la elección de Asambleístas Constituyente se celebró el año 2005 (Página 91, Figura 1), cuando en realidad dichas elecciones se llevaron a cabo el 2 de julio de 2006. También se destaca que en las elecciones generales de 2009 los cuatro senadores de Pando resultaron ser mujeres (Pagina 101, Figura 7); sin embargo, revisando el Atlas Electoral del TSE, se evidencia que en realidad se eligieron a dos mujeres y dos hombres. Otra imprecisión que se presenta es que en las elecciones departamentales de 2010 los datos proporcionales están incompletos, los datos de ningún departamento suman el 100% (Pagina 106, Figura 23). Así, sucesivamente.
En este apartado está absolutamente ausente el análisis, la reflexión y el balance crítico de esta forma de democracia. Respecto de las elecciones de senadores y diputados, por ejemplo, no se dice una sola palabra ni se sugieren mejoras sobre la violación del principio democrático: una persona igual un voto. La transgresión a este principio se manifiesta como sobrerrepresentación territorial (departamentos donde pocos votos eligen más escaños) y sobrerrepresentación política (partidos con menos votos logran más escaños).
En relación al voto en el extranjero, el libro se limita a presentar los resultados de los diferentes países donde sufragaron nuestros compatriotas. No se reflexiona críticamente acerca de los motivos por los cuales se incrementó el número de países para ejercer este derecho: en 2009 eran cuatro países y en 2014 alcanzo a 33 países. Tampoco se menciona que hubo países con menos de 10 electores (India, Egipto e Irán).
En cuanto a las elecciones judiciales, no se escribe ni una sola línea acerca de este inédito y absurdo experimento electoral que resultó ser un gran fiasco: los votos blancos y nulos superaron a los votos válidos (voto por candidatos). El libro no esboza propuesta alguna para enmendar el elevado descredito de estos procesos electorales ni plantea un mecanismo para incrementar los bajos porcentajes de legitimidad de las autoridades judiciales elegidas.
Sobre las elecciones primarias cerradas, el libro muestra brevemente los resultados de estos procesos y no se analiza críticamente acerca de los bajos índices de participación ni el elevado costo económico de estas inservibles elecciones. Tampoco se formula una propuesta sobre el tema en cuestión.
En el capítulo de la democracia directa y participativa, la información que se presenta carece de interpretación y análisis orientado a develar las limitaciones de esta forma de democracia. No se cuestiona que, desde el 2009 hasta la actualidad, en los referendos la ciudadanía no fue consultada para definir alguna política pública, todos fueron consultas sobre normativas (Estatutos y Cartas Orgánicas). Igualmente, el libro no dice nada respecto de que, hasta ahora, no hubo referendos por iniciativa popular debido a que implican enormes y engorrosas barreras procedimentales. Sobre el revocatorio de mandato, la información que se presenta es irrelevante, no se menciona que hasta ahora ninguna autoridad fue revocada a pesar de que hubo cerca de 270 solicitudes en ese sentido; al parecer, la democracia directa y participativa ha sido diseñada para no ser ejercida.
En el tema de la democracia comunitaria, el texto concentra su atención sobre las cosmovisiones, prácticas, normas y procedimientos de las NPIOC y describe el recorrido de seis NPIOC hasta la conformación de sus gobiernos autónomos indígena originario campesinos. Se idealiza esta democracia y no se indica que esta democracia no es más que otra forma de democracia representativa a la que tanto se la desprestigia. Una revisión del Estatuto de la Autonomía Indígena Originario Campesina (AIOC) de los pueblos que accedieron a estas autonomías permite advertir claramente que se trata de una forma representativa de democracia: tiene su instancia deliberativa, su órgano ejecutivo y su órgano legislativo.
Por todo lo anterior puede concluirse que estamos ante una bibliografía inútilmente consultada y que fácilmente puede prescindirse. Afortunadamente, el TSE cada vez publica menos libros y, desafortunadamente, lo poco que publica es malo.
Eduardo Leaño es sociólogo.