Entre los regímenes políticos de América del Sur que podrían llamarse populistas, están el argentino, el brasileño y el boliviano (sobre las características del populismo ver artículo en Brújula Digital del 14 de junio de 2024).
En los 3 países señalados, hubo crisis políticas que pusieron en jaque a sus gobiernos. En Brasil con la destitución de Dilma Roussef, en Bolivia con la huida de Evo Morales, y en Argentina con la victoria electoral de Milei. ¿Qué puede ser comparable en estos 3 procesos políticos? Si nos concentramos solo en 2 factores, la independencia de los poderes del Estado y los estilos de acción política de su sociedad civil, podremos encontrar algunos aspectos comunes que sean interesantes para el análisis.
1. La destitución legal de Dilma Rousseff el 2016
La destitución de Dilma Rousseff fue un trámite que partiendo de una denuncia del Procurador de Justicia, concluyó en un juicio político en la Cámara de diputados de Brasil.
Rousseff fue acusada de violar la Ley del Presupuesto y de Probidad Administrativa. Además, contra ella hubo denuncias de corrupción en el caso Lava Jato vinculado con la estatal petrolera Petrobras. En medio de fuertes debates parlamentarios, en abril y mayo de 2016 con votación de 357 a favor y 137 en contra en Diputados, y 55 a favor y 22 en contra en Senadores, la Asamblea Legislativa brasileña decidió la suspensión de Roussef y esto llevó a la sucesión constitucional de de su vicepresidente Michel Temer.
Este procedimiento, mostró la debilidad política circunstancial de Dilma y del Partido de los Trabajadores (PT) por un lado, pero también visibilizó la acción independiente del órgano judicial y del parlamento, frente a una ciudadanía masiva que, sorprendida, acató la decisión del Legislativo brasileño. La institucionalidad democrática se mostró así en Brasil como una estructura suficientemente sólida como para apuntalar procesos políticos de populismo radical que siendo de distintas orientaciones ideológicas (izquierda y derecha), fue capaz, sin embargo, de no sucumbir en la polarización de ambos extremos
2. La movilización popular, huida de Morales y sucesión constitucional en 2019
En Bolivia, se fue gestando un gran malestar ciudadano desde el Referéndum de 2016 donde ganó la opción NO a la reforma de un artículo de los Constitución que habilitaba a Evo Morales a postular a una cuarto mandato presidencial. Como todos saben, después de eso el Tribunal Constitucional señaló que postular de modo permanente era un “derecho humano” con lo que Morales postuló a las elecciones de octubre de 2019 que, según la OEA, tuvo serias irregularidades. Como la movilización social estaba en marcha y era cada vez más evidente que terminaría pidiendo la cabeza de Morales, éste y su círculo íntimo civil-militara al parecer diseñaron la estrategia con 3 pasos: a) renuncia total de la línea sucesoria de mando (presidente, vicepresidente, presidente y primer vicepresidente del senado, y presidente de diputados), b) momentáneo cuidado de la silla presidencial por el Gral. Kaliman, y c) después del posible enfrentamiento civil interno entre masas populistas y masas ciudadanas, retorno victorioso del que huyó.
Mas, esa cúpula civil-militar que había roto ya todo atisbo de constitucionalidad democrática (con la yapa previa de la ilegal actuación del Tribunal Constitucional el 2016 y las dudas sobre el Órgano Electoral en 2019), no se percató de la posibilidad de rescate de la institucionalidad democrática por la vía de la segunda vicepresidenta de la Cámara de Senadores la Sra. Janine Añez, quien finalmente ocupó la presidencia por sucesión constitucional y gobernó el país con el apoyo de la Asamblea Legislativa conducida por la actual alcaldesa de El Alto Eva Copa. .
Entonces, aunque la institucionalidad democrática fue utilizada instrumentalmente con descaro por el régimen populista de Morales, la crisis de 2019 mostró la relevancia del papel de la movilización popular que derivó en su huida y la sucesión constitucional indicada. Es decir, aunque la frágil institucionalidad democrática había sido ya quebrada por el régimen populista, finalmente solo un hilo de institucionalidad (la 2da. Vicepresidencia del Senado) permitió la pervivencia y reencauzamiento de la democrática boliviana.
3. La victoria electoral de Milei en 2023
En Argentina, en la segunda vuelta electoral de 2023, el liberal Javier Milei obtuvo el 56 % de los votos frente a Massa que representaba a la izquierda (peronismo kirchnerista, socialista y comunista). Esta corriente gobernó prácticamente desde inicios del siglo XXI, bajo el modelo del “estado fuerte” con muchos empleados públicos y varios programas sociales intermediados por el un grueso estamento de dirigentes sindicales. Para 2023, la crisis económica a la que había conducido el populismo, terminó dividiendo a su sociedad.
En Argentina, su fuerte y pluralista sociedad civil se escindió en dos partes, la que apoyaba el viejo peronismo kirschnerista y la izquierda, y la nueva propuesta ciudadana liberal de un emergente Milei que planteando un estado mínimo, el recorte del número de empleados públicos y de sus programas sociales, logró derrotar electoralmente a uno de los movimientos populistas más poderosos de América Latina. Y, la institucionalidad democrática funcionó; es decir, la elección nacional recompuso el Legislativo, y se mantuvieron independientes el poder judicial y el poder electoral.
En síntesis, en las crisis populistas de la destitución de Rousseff en Brasil y la victoria electoral de Milei en Argentina, el que prevaleciera la independencia de los poderes del Estado y el carácter fuertemente democrático de sus sociedades -a pesar de su polarización-, favoreció la salida democrática en ambos casos. En Bolivia, la instrumentalización abusiva de los poderes del Estado por el populismo no impidió, sin embargo, que después de la crisis de 2019 se produzca una salida constitucional que tuvo la inmensa tarea de reencauzar la institucionalidad democrática boliviana.