En la política los tonos y los temas son importantes. Los tonos porque revelan intención y los temas porque definen las agendas. Durante la última semana, Santa Cruz fue la principal caja de resonancia, porque la feria ya es un asunto de todos. No solo es la exposición multisectorial más grande de América Latina, sino que frecuentemente se ha convertido en el escenario elegido por empresarios y gobierno para exponer sus diferencias.
Pero este año los tonos cambiaron y los temas también. El presidente Arce fue con un discurso más conciliador. Incluso habló de consensuar la fecha del Censo y de promover una agenda conjunta de desarrollo.
Desde Santa Cruz el mensaje tampoco fue muy áspero. Se habló de la necesidad de que el Censo se realice el próximo año, pero con argumentos mucho más claros, relacionados más bien con las necesidades de los más pobres, de los migrantes que llegan en busca de oportunidades, pero que la mayor parte de las veces se encuentran con más dificultades, precisamente porque los recursos no se asignan en función de datos reales y actualizados sobre el número de habitantes de cada región.
La coexistencia de actores con puntos de vista contrapuestos sobre algunos temas, no debe hacer perder de vista que los acuerdos deben llegar tarde o temprano. El gobierno no puede mantener indefinidamente posiciones intransigentes u hostiles contra una región, Santa Cruz, o un sector, los empresarios, sin que eso tenga un impacto negativo para el desarrollo, la creación de riqueza y en última instancia, el bienestar de la población.
De igual manera, los empresarios, independientemente de la región a la que representen, deben mirar por encima de la línea de la trinchera en que se refugian para poder compartir sus temas y necesidades también en un nuevo tono. El gobierno tiene cuatro años por delante y posiblemente busque una gestión más. Pueden cambiar actitudes y enfoques, pero el interlocutor no cambia.
Desde hace algún tiempo que la política en Bolivia lo contamina todo o, más bien, la polarización política. Si el gobierno insinúa una actitud más abierta y de mayor disposición al diálogo con el sector privado, no falta el radical que les haga volver rápido a la inútil lógica del amigo-enemigo, que finalmente frustra la posibilidad de construir una mejor relación. Del otro lado es igual. Se premia al que grita, pero no al que habla, al que amenaza, pero no al que ofrece y entonces se consolida una cultura de confrontación.
Por extraño que parezca, por las razones anteriores, en Bolivia el diálogo es clandestino. Se sabe de ministros que hablan con líderes empresariales, de empresarios que reciben a autoridades, todo dentro de la más absoluta reserva, precisamente porque cualquier filtración puede despertar suspicacias. Es casi como en una guerra: hay negociadores que buscan la paz en medio del fragor de las batallas y nadie sabe nada sino hasta que cesan o continúan las hostilidades.
¿Cuáles son las diferencias? El gobierno ve conspiración o golpe cuando se reclama que el Censo se realice el próximo año, sencillamente porque el pedido viene del oriente y no porque haya en realidad razones estrictamente técnicas para diferirlo. Desde la otra orilla se especula con que la postergación responde solo a una estrategia político electoral y no se atiende otras explicaciones.
Otro de los puntos de la agenda que genera controversia es el contrabando. ¿Por qué existen diferencias entre un gobierno que quiere sustituir importaciones y mejorar la recaudación impositiva e industriales que solo piden combatir con mayor eficacia un fenómeno que provoca el cierre de decenas de empresas y el desempleo de miles de personas? Ambos quieren lo mismo. Eso es lo insólito.
O el caso del avasallamiento de tierras en el oriente y otras regiones del país. La salida es tan simple como aplicar la ley y proteger la propiedad privada. Ni más, ni menos. Pero los avasalladores van por ahí con disfraz de luchadores sociales, pero con armas y la sospechosa complicidad de algunos grupos radicales que se sienten protegidos por el gobierno.
Y es que cuando un tema es funcional a la pelea entre dos, la salida es mucho más difícil, porque un eventual acuerdo o decisión que implique que uno cedió más que el otro lamentablemente se ve como una derrota. Y mucho más grave aún, si la aproximación - como ocurre en estos casos – es más política y polarizada. Por eso, mientras más alto el tono sobre un asunto que genera diferencias, mayor es la intransigencia.
Por eso, no deja de ser esperanzador que este año la EXPOCRUZ haya sido el escenario elegido por los actores públicos y privados para mostrar una actitud distinta, un tono diferente en torno a temas que antes habían provocado más fricción. Habría que preservar esa “insinuación”, incluso marcando un espacio diferenciado de aquel en el que todavía se escucha el fuego cruzado que incendia los titulares de la rutina.
Hernán Terrazas es periodista y analista.