En junio del año pasado, recibí una
misión inesperada: leer el libro más íntimo y completo de Antonio Araníbar
Quiroga. Hoy, el texto de 346 páginas, titulado “La Política como Opción de
Vida” ha comenzado a buscar a sus lectores. Tuve el privilegio de ser uno de
los primeros y agradezco la gentil deferencia tratando de estimular una cita
con las vivencias de uno de los políticos más generosos en la faena de
recuperación de la democracia boliviana.
Toño Araníbar vive en Costa Rica hace una década y media. Su repatriación es una deuda que Bolivia debiera saldar en breve. Hay una generación vibrante de nuevos luchadores, a la que le resultaría edificante escuchar su testimonio. Su libro es quizás el mejor adelanto de un esfuerzo necesario por intercambiar añoranzas y esclarecimientos. Araníbar y varios seres de su tiempo bien podrían haber sido los precursores insospechados de la movilización social signada por el 21F. En 1982 y 2019, tomamos las calles para imponer el respeto al voto popular y vencimos.
Entremos ahora en materia:
1. Toño se zambulló irreversiblemente en la política boliviana en 1962, tras inscribirse en la Escuela de Verano de la Juventud Universitaria Católica en Cochabamba. Se plegó así al estudiantado, que triste por el modo en que la Revolución Nacional trataba a los centros de educación superior, encontró un sentido político en el evangelio. Juan XXIII dejaría huella en estos jóvenes altruistas y bondadosos.
2. A sus 11 años, Araníbar acudió, a escondidas y de la mano de su tío Jorge, al estadio de La Paz, donde cientos de campesinos celebraban la Reforma Agraria de 1953. El azoro con el que aquel muchacho de la clase alta miraba a los movilizados sería el preludio de la conciencia de que algo vital estaba sacudiendo a Bolivia.
3. La politización de Toño se profundizó en el Partido Demócrata Cristiano (PDC). Desde allí percibió el país, cada vez más abismado en las contradicciones del nacionalismo revolucionario. Araníbar rozó muy pronto la cima del partido, cuando a nombre de los jóvenes viajó a la posesión de Eduardo Frei Montalva en Santiago de Chile. Allí incubó una profunda decepción ante las reformas fallidas y después por el modo en el que la DC boliviana se fracturó para dejar que su ala más oportunista se integrara al gobierno de Barrientos. A nuestro autor le parecieron condenables las conductas de Franz Ondarza, Vicente Mendoza Nava y Jorge Agreda, los primeros en canjear ideales por cargos.
4. La cura del desencanto con el partido que lo había reclutado, vino con la radicalización sincronizada de sus compañeros, que se probaban en las luchas universitarias a fin de ser alternativa más allá de la polarización entre el MNR y la Falange. Allí, Toño conoció a su familia política formada por dos Alfonsos: Camacho, y Ferrufino y por Jorge Ríos Dálenz. Ese era el núcleo de la DC revolucionaria, que acabaría rompiendo con el tronco tradicional para injertarse a la Asamblea Popular de 1971.
5. Los hervores de la Guerra Fría no nublaron a Araníbar. Fue él, quien a nombre de un segmento audaz de su generación, firmó el 6 de enero de 1978, en Caracas, un pacto con Hernán Siles Zuazo. El MIR, la creación generacional más acotada al interior del frente, trascendía así sus orígenes demócratacristianos y se disponía a bregar electoralmente por la profundización socialista de la Revolución Nacional.
6. En su libro, Araníbar se detiene a describir su relación con Jaime Paz Zamora. Toño admite haber renunciado a los honores de la representación para cederle el lugar a Jaime. Luego expone con innegable dolor el saldo siniestro dejado por su criatura y afina su mirada en el secuestro de Siles, víctima principal de las ambiciones del exseminarista.
7. Sin embargo, la muestra más palmaria de la Toñestidad llega con su balance de los años de Goni, en los que Araníbar cogobernó desde la Cancillería. No rehúye ningún tema y considera que el acuerdo con la ENRON permitió que el gobierno brasileño se interese al fin por firmar el acuerdo que permite hoy vender gas boliviano a la doceava economía del mundo.
8. Araníbar recuerda que luego fue Ministro de Hidrocarburos (marzo-2004) por un lapso tan breve que solo pudo sentarse cuatro veces con el gabinete. Narra que su renuncia fue obra de sus pares José Antonio Galindo y Javier Nogales, cabezas visibles del gobierno de Carlos Mesa. El saldo es un reguero de buenas y truncas intenciones, además del posterior advenimiento del modo sectario que hizo que el MAS optara por tener a Araníbar fuera del país.
Rafael Archondo es periodista.