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Columna de columnas | 24/01/2024

Terra incognita

César Rojas Ríos
César Rojas Ríos

Bolivia 2006 – 2024, mal que mal, la nave que ocupó y dirigió el MAS, era una nave que ya conocíamos. La conocíamos del derecho y del revés. La conocíamos del derecho cuando veíamos cómo el gobierno espoleaba a sus “movimientos sociales” hacia sus propios fines mezquinos y los contentaba con un sinfín de prebendas, y del revés, cuando latigueaba a discreción a sus opositores (políticos y sociales) hasta hincarlos en la sombra de una cárcel. El país era un díptico de dos caras, de un lado el MAS y del otro, la oposición o, para ser más preciso, las oposiciones que se fueron sucediendo en estos 18 largos y fatigosos años de camino a ninguna parte y sin un lugar sobrio en el mundo.

¿Y ahora qué? 

La imagen se desdibuja y parece que nuevamente los bolivianos, encarnando nuestro acendrado mito de Sísifo, vemos que la roca se vuelca sobre nuestro cuerpo y la cima luce MAS y MAS lejana. Ilya Fortún (IF) en su columna “El MAS jugando en otra cancha” (Brújula Digital, 18/1/2024), brinda algunas claves para conjurar el desconcierto. Una, y no de poco calado, habla de un agotamiento del ciclo político. Pero vale detenerse en esta idea y sacar las conclusiones correspondientes: el MAS “ya no tiene nada que ofrecerle al país y languidece dando sus últimas sacudidas, probablemente las más peligrosas”. Pero las oposiciones tampoco lucen fuertes, lúcidas y lirondas, nos lo recuerda IF. Todo luce a desgaste y decadencia. Napoleón aconsejaba que “si tu enemigo se está equivocando, no lo interrumpas”. El tema es que esta oposición, donde Carlos Mesa ostenta su “jefatura”, ni irrumpe ni prorrumpe ni interrumpe. Es una mesa absolutamente coja de solemnidad.

Otra clave, IF se pregunta y reflexiona, y lo deberíamos hacer todos, si este fin del ciclo político hegemonizado por el MAS, también lo es de la democracia. “El golpe judicial perpetrado por el Gobierno con el prorrogazo de las autoridades judiciales es el remate de una serie de acciones abiertamente anti democráticas, a partir de la pérdida de la mayoría parlamentaria gubernamental.” Tiene razón: lo hecho por el poder judicial no tiene nombre; pero dudo que de ahí podamos colegir que se trata del fin de la democracia, y por una razón que el mismo IF apunta: no pocos, ¡no pocos Ilya!, seguimos creyendo y apostando por la democracia, a pesar de los pesares que le ocasiona el MAS en este país nuestro de todos los días. Y justo aquí, en este punto, y porque no se nos puede infiltrar el pesimismo, me viene a la mente esa frase lúcida de José Antonio Marina, filósofo que sigo y trae serenidad cuando se ensombrece el horizonte: “Los derechos no tienen una existencia independiente en no se qué brillantísimo mundo platónico: son una insegura tienda de campaña que protege a los hombres sólo mientras alguien sostiene las lonas levantadas”. Y ese “alguien” no es tú ni yo, sino un nosotros que irrumpirá, prorrumpirá e interrumpirá, cuando toque hacerlo. Ni MAS ni menos.



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