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Vuelta | 10/12/2019

Suicidio nacional

Hernán Terrazas E.
Hernán Terrazas E.

¿Y ahora por quién votamos? Parece cuento viejo. Desde hace algunos años la mayoría de los bolivianos no sabemos, con plena certeza, por quién votar. A casi todos los candidatos les ponemos peros: a este por antiguo, al otro por neoliberal, a la de allá por muy religiosa y a este de acá por muy nuevo e impetuoso. Y claro, en esas condiciones, llega el día de las elecciones y el que gana es el que no queríamos. Entonces solo queda echarle la culpa al otro, lamentar la “estupidez” nacional y pasar cinco años pensando en lo que pudo ser y no fue.

Algo así es lo que pasa hoy. Después de lograr la salida/fuga de Evo Morales, no sabemos qué hacer. Y volvemos con la misma historia de las etiquetas y los estigmas. No pensamos en quién podría hacerlo bien, sino que nos ocupamos prioritariamente en descubrir o creer que descubrimos por qué ese “quién” no es el más indicado para hacerse cargo.

Es medio masoquista. Nos regodeamos cuando alguien comete un error y nos cuesta celebrar los aciertos. Aplaudimos a Luis Fernando Camacho un par de días, lo mismo que a Marco Pumari, pero a la primera de cambio, al primer error, al primer desliz ético en nuestro sacrosanto ambiente político, los echamos al fuego por la eternidad.

Y vuelve la pregunta medio chapulinesca... ¿Y ahora por quién votamos? Y vuelve también el mismo ejercicio critico de descarte... por este no, por el otro tampoco.

Somos algo así como los doctores Frankenstein de la política y armamos candidatos según nuestros deseos: la fuerza de Camacho, la valentía de Pumari, la capacidad de Tuto, la sabiduría de Mesa, el corazón de Jeanine y la perseverancia de Samuel.

El problema es que no es fácil conseguir alguien con todos esos atributos. Y entonces, claro, solo nos queda pedir la unidad. En otras palabras, nuestras dudas las transformamos en tareas para los otros. Como nadie me convence, únanse todos para armar el rompecabezas que yo quiero. Así el problema es de ellos, no mío, aunque la derrota después sea de todos.

Y de esa forma vamos. En busca de un político que no sea tan político, de un nuevo con experiencia, de una mujer tal vez, pero que no lea la Biblia. Nuestros gustos por lo general no coinciden con la realidad y nos frustramos ante la dura constatación de que “no hay nadie” a la altura del desafío, aunque en realidad tal vez seamos nosotros los que no lo estemos del todo.

Hemos convertido las elecciones en una especie de suicidio quinquenal. Como nadie me gusta, no me queda más que apretar el gatillo.

Hernán Terrazas es periodista.



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