La última semana del año pasado el presidente Luis Arce se ha incriminado, sin querer, al dar una respuesta inadecuada, aunque seguramente honesta, respecto a un aspecto muy cuestionable de la vida privada/sexual del expresidente Evo Morales en la entrevista que le concedió a Cathia Rodríguez del periódico Jornada de México.
Decir que la afición de Evo Morales por jóvenes menores de edad era un “secreto a voces”, es decir que por lo menos una buena parte del entorno cercano del exmandatario, en el que se encontraba él por cierto, sabía de esta situación y tanto él como los demás hacían la vista gorda.
Desde un punto de vista cristiano se podría decir que el presidente pecó por omisión; desde un punto de vista jurídico, sería algo muy similar por lo que unos sacerdotes están guardando detención domiciliaria y siendo llevados a juicio en el caso del cura Pedrajas en Bolivia. Esto, por no haber informado lo que sabía.
Personalmente creo que es un exceso lo que se está haciendo con los sacerdotes de marras, y sería lo mismo si toda la jerarquía masista tuviera que enfrentar ese tratamiento por las penosas debilidades de la carne de su jefe histórico y Hiliri Irpiri (las que lo han llevado a cometer delitos clara y concretamente tipificados en nuestro código penal).
Sin embargo, es importante subrayar una diferencia: mientras el cura Pedrajas ya lleva más de una década fallecido, y los otros depredadores también, Evo Morales está vivito, tiene mucha influencia y aspira a recuperar el poder casi absoluto que tuvo durante 14 años.
La ley que protege a personas menores de 18 años de depredadores sexuales de mayor edad, y con poder, fue diseñada precisamente para frenar los comportamientos como los de Morales.
Pero hay algo más: lo que se tiene que entender en este caso es la perversa dinámica que se desarrolló en la cúpula del expresidente, en la que en primer lugar se sabía que Evo estaba cometiendo delitos, y posiblemente una gran canallada contra las jóvenes que usó y abusó, y no hubo una sola persona que se le pusiera en frente, que lo frenara, que sintiera asco de ser parte, aunque indirecta, de un trajín de esa bajeza. No, todos aplaudieron o miraron para el lado.
El origen de esta situación es un viejo conocido, el “abuso de poder”, y de eso se trata todo lo que hemos vivido con el MAS en todo este tiempo: Evo y los suyos abusaron del poder en centenares de ocasiones y han arruinado la vida de muchas personas, amén de haber gastado toda la bonanza que les llegó en bandeja.
Morales ha cometido delitos mayores, y daños mayores, a los cometidos contra la joven que embarazó cuando tenía 15 o 16 años, pero este delito se lo puede atribuir prístinamente a él; no hay persona de bien que no pueda sentir un claro rechazo a este tipo de accionar. De ahí su mayor importancia.
Aparte del abuso de poder, o como parte de este mismo, está el regimiento de llunkus que ha rodeado a Morales. Morales ha perdido el sentido de la realidad y se ha creído que estaba sobre la ley, lo ha dicho sin tapujos: “yo le meto nomás”. Se ha atrevido a violar su propia Constitución y ha ignorado un referéndum que él mismo convocó.
Los llunkus de siempre, los adictos a Evo, dicen que la denuncia por estupro ha sido politizada. Por supuesto que lo ha sido, pero no por nada, sino porque es un hecho político de primer orden el que un presidente cometa un delito.
La marcha que está por llegar a La Paz en apoyo a Morales es en realidad una muestra de la amoralidad de sus seguidores, pero aclaremos que el ala actualmente arcista también protegió en el pasado el estupro de Morales.