Donald Trump cambiará radicalmente 80 años de política exterior estadounidense; de hecho, toda la estrategia norteamericana está a punto de dar un giro muy peligroso. Más allá de su bufonería y tendencia al aislacionismo, el segundo tiempo en el poder de Trump será más disruptivo que el primero y, sin duda, sustituirá una visión de la política exterior que mantuvo Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial.
Para una importante mayoría de analistas del país del norte, Trump, literalmente, arrojará por la borda aquella visión de mantener equilibrios de poder en Europa y Oriente Medio para concentrarse en acumular y explotar el poder para sus fines personalísimos. Sólo Richard Nixon, afirman, optó por comportarse como un “loco” y tratar de sacar alguna ventaja de esa actitud.
El gravísimo problema es que cuando el uso del poder no está ligado a valores, o por lo menos a un mínimo de principios, el resultado puede ser el caos y si se trata de Estados Unidos, puede ser a escala global.
Si dejamos de lado ilusiones y esperanzas, la cruda realidad será que en Estados Unidos se abrió un clarísimo camino hacia una dictadura. Y me parece que frente a Trump no debemos vivir en un mundo de autoengaño, repleto de posibilidades imaginarias. Si no, más bien, leer sus acciones como las de un dictadorzuelo en potencia.
Lo que sí es evidente que un ganador es un ganador. Y la realidad de que ejercer todo el poder que haya en el mundo atraerá apoyo sin importar de quién sea y de dónde venga, será un hecho. Esa es la naturaleza del poder, en cualquier momento y en cualquier sociedad. Por eso se plantea que Estados Unidos se encamina hacia su mayor crisis política y constitucional desde la Guerra Civil, con una probabilidad –razonable–de que en los próximos tres o cuatro años se produzcan incidentes de violencia masiva, un colapso de la autoridad federal y el camino hacia una división del país cada vez más profunda.
Un editorial del New York Times va mucho más allá al sostener que fue el uso del miedo, como herramienta favorita de Trump, para arremeter contra todo y contra todos. El principal medio de información sostiene que ha abusado de ese recurso para intimidar a todos sus opositores, críticos y aliados para que se rindan, se dobleguen o, de plano, se vayan y no lo incomoden. Sostiene que construyó su imperio inmobiliario a fuerza de demandas judiciales y amenazas contra sus competidores y sus socios por igual.
Acobardó y demolió a sus opositores políticos a través de la humillación y el insulto; consolidó su control sobre el Partido Republicano y acalló a sus detractores internos con tácticas de presión y amenazas de acabar con sus carreras políticas. Y ya como presidente, usó el poder de su cargo y de las redes sociales para arruinarle la vida a quien quisiera. Ese es el semblante de este personaje que por segunda vez ingresa a la Casa Blanca para, desde allí, patear la mesa y volcarle la sopa a todos los comensales.
El tema es tan diáfano que los CEO (máximos ejecutivos de las empresas) de las compañías tecnológicas como Mark Zuckerberg y Jeff Bezos “aprendieron” la lección y no sólo agacharon cabeza sino que con caras blancas de miedo, aparecen en la foto de la toma de juramento de Trump. Otros tantos líderes empresariales lo colmaron de elogios y remilgos públicos, junto a millonarios aportes para su toma de posesión. Las empresas como Ford, GM, Boeing, entre otras, enviaron desde dinero hasta flotas de automóviles y transporte para asistir a la ceremonia de toma de posesión, con la esperanza de quedar claramente del lado de Trump antes de que cumpla con sus amenazantes guerras comerciales.
Trump quiere, entonces, que la disidencia les cueste tan cara a sus opositores que les resulte insoportable. ¿Les suena? Evo Morales y García Linera y su visión distorsionada y revanchista social y política; Chávez, Maduro, Diaz Canel y Ortega y sus dictaduras corruptas. Es el tiempo de los tiranos y de los antidemocráticos. Es el tiempo de caos.
Para una importante mayoría de analistas del país del norte, Trump, literalmente, arrojará por la borda aquella visión de mantener equilibrios de poder en Europa y Oriente Medio para concentrarse en acumular y explotar el poder para sus fines personalísimos. Sólo Richard Nixon, afirman, optó por comportarse como un “loco” y tratar de sacar alguna ventaja de esa actitud.
El gravísimo problema es que cuando el uso del poder no está ligado a valores, o por lo menos a un mínimo de principios, el resultado puede ser el caos y si se trata de Estados Unidos, puede ser a escala global.
Si dejamos de lado ilusiones y esperanzas, la cruda realidad será que en Estados Unidos se abrió un clarísimo camino hacia una dictadura. Y me parece que frente a Trump no debemos vivir en un mundo de autoengaño, repleto de posibilidades imaginarias. Si no, más bien, leer sus acciones como las de un dictadorzuelo en potencia.
Lo que sí es evidente que un ganador es un ganador. Y la realidad de que ejercer todo el poder que haya en el mundo atraerá apoyo sin importar de quién sea y de dónde venga, será un hecho. Esa es la naturaleza del poder, en cualquier momento y en cualquier sociedad. Por eso se plantea que Estados Unidos se encamina hacia su mayor crisis política y constitucional desde la Guerra Civil, con una probabilidad –razonable–de que en los próximos tres o cuatro años se produzcan incidentes de violencia masiva, un colapso de la autoridad federal y el camino hacia una división del país cada vez más profunda.
Un editorial del New York Times va mucho más allá al sostener que fue el uso del miedo, como herramienta favorita de Trump, para arremeter contra todo y contra todos. El principal medio de información sostiene que ha abusado de ese recurso para intimidar a todos sus opositores, críticos y aliados para que se rindan, se dobleguen o, de plano, se vayan y no lo incomoden. Sostiene que construyó su imperio inmobiliario a fuerza de demandas judiciales y amenazas contra sus competidores y sus socios por igual.
Acobardó y demolió a sus opositores políticos a través de la humillación y el insulto; consolidó su control sobre el Partido Republicano y acalló a sus detractores internos con tácticas de presión y amenazas de acabar con sus carreras políticas. Y ya como presidente, usó el poder de su cargo y de las redes sociales para arruinarle la vida a quien quisiera. Ese es el semblante de este personaje que por segunda vez ingresa a la Casa Blanca para, desde allí, patear la mesa y volcarle la sopa a todos los comensales.
El tema es tan diáfano que los CEO (máximos ejecutivos de las empresas) de las compañías tecnológicas como Mark Zuckerberg y Jeff Bezos “aprendieron” la lección y no sólo agacharon cabeza sino que con caras blancas de miedo, aparecen en la foto de la toma de juramento de Trump. Otros tantos líderes empresariales lo colmaron de elogios y remilgos públicos, junto a millonarios aportes para su toma de posesión. Las empresas como Ford, GM, Boeing, entre otras, enviaron desde dinero hasta flotas de automóviles y transporte para asistir a la ceremonia de toma de posesión, con la esperanza de quedar claramente del lado de Trump antes de que cumpla con sus amenazantes guerras comerciales.
Trump quiere, entonces, que la disidencia les cueste tan cara a sus opositores que les resulte insoportable. ¿Les suena? Evo Morales y García Linera y su visión distorsionada y revanchista social y política; Chávez, Maduro, Diaz Canel y Ortega y sus dictaduras corruptas. Es el tiempo de los tiranos y de los antidemocráticos. Es el tiempo de caos.
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