El 17 de agosto se han cumplido seis meses desde la última publicación de la Información Estadística Semanal del BCB. Esta publicación consignaba los datos de las reservas internacionales, con un aceptable nivel de desagregación. Incluía también datos de crédito, de agregados monetarios, de precios y de tasas de interés, que permitían a los agentes económicos hacerse una idea del estado de la economía y efectuar sus pronósticos sobre su evolución. Desde hace seis meses que no tenemos esos datos o si se los encuentra, es en publicaciones dispersas, carentes de sistematización, y opacas.
Es cierto que la autoridad monetaria ha informado, con considerable atraso, el nivel de reservas internacionales y su composición a abril de este año, pero hacen falta los datos monetarios, de precios y de tasas de interés. No sólo se ha de lamentar la carencia de cruciales informaciones monetarias y cambiarias, sino también que se sabe muy poco sobre el desempeño de la economía real este año. El último Índice Global de Actividad Económica (IGAE) se hizo esperar ocho meses. Recién el 16 de agosto se dio a conocer el IGAE de marzo 2023.
Se entiende bien la tardanza en publicar el IGAE. Sus datos no halagan al gobierno. Para comenzar, el crecimiento interanual (del primer semestre de 2022 al primer semestre de 2023) ha sido de un modesto 2,3%, muy por debajo del crecimiento para el año que figura en el Presupuesto General del Estado (4,9%). La situación es aún peor cuando uno se detiene en los sectores. En los sectores productivos, como los llama el gobierno, para establecer cuotas de crédito a los bancos, los resultados son muy magros. En promedio ponderado han crecido en 0,93%. Hidrocarburos ha continuado en caída libre, -2,5%. El sector más dinámico es el de “otros servicios” (restaurantes, hoteles, servicio doméstico, etc.), con un maravilloso 5,1%.
Por el lado del gasto, el consumo del gobierno crecióen 2,1%, reflejando la continua expansión del empleo en el sector público. El derrumbe del volumen de las exportaciones es alarmante, --18,2%. Recordemos que el 2015 se tuvo también una fuerte caída de las exportaciones, por el desplome de precios internacionales, no de volúmenes.
Los cánticos y alabanzas de los monaguillos del gobierno, dedicados a las bondades de su modelo de industrialización, no son sustitutos de una información fidedigna. Se nos ha tratado de convencer de que la falta de dólares se compensaría con los yuanes, aunque no se nos diga cómo se los conseguiría. No está claro que esta movida estaría en el mejor interés del país. Los yuanes constituyen apenas 3% de las reservas internacionales mundiales. No tienen mayor presencia porque el mercado de capitales chinos no está suficientemente desarrollado y, peor, está lleno de trabas que impiden su movilidad. En esas condiciones es difícil invertir en bonos chinos y otros instrumentos financieros de ese país, como se lo hace ahora con los dólares.
La agrupación informal de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS) está en el intento de desdolarizar su comercio y sus reservas internacionales. Está todavía en duda el éxito que puedan obtener. Los BRICS están tratando también de incorporar a su manto a otros países en desarrollo productores de materias primas, pero sin diluir el poder de los cinco países fundadores. Nuestro gobierno estará asistiendo a las reuniones de los BRICS sin tener en claro que es lo que va a sacar en ese cónclave de sardinas y tiburones. Lo único interesante de los BRICS en la coyuntura actual es la lejana posibilidad de un swap de monedas, bolivianos por yuanes o rublos. Lo haríamos mejor recurriendo, por ejemplo, a un crédito en dólares del Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR).
Pareciera que el gobierno, para eludir las decisiones difíciles que tiene que tomar para sanear la economía, trata de distraer el público no sólo con las cortinas de humo de yuanes y BRICS, sino también con el sainete Marset. Los fanáticos de las series de Netflix encontrarán más emoción en esa comedia de equívocos que en la serie Lupin, también inacabada, a pesar del parecido.