En 50 años, cuando ya no estemos quienes lo
conocimos físicamente y sus obras adquieran la dimensión que supera lo
cotidiano, los lectores se enfrentarán con una producción literaria que causará
asombro por la profundidad del sentimiento y la sencillez en que está expuesto.
En la narrativa de su verbo se combinan Maiakovski, Lorca, Jorge Amado, Otero
Reiche y se traslada de manera lozana, ocurrente y sociológica en la novela La
mitad de la sangre para narrar la vida y relaciones de historias que se cruzan
en distancias de pampas y ríos y en medio de “queridas, velorios y carnavales”.
Fui testigo y cómplice de su primer libro de poemas, Por tu modo de andar y mi forma de soñarte. La revista Reflejos sirvió de espacio para liberarlos semanalmente y se publicó en 1990. Fue un momento mágico de la narrativa boliviana que crecía desde Santa Cruz, teniendo al Grupo Cabildo y la publicación Apuntes, portavoz de la sospecha generalizada, como dinamizadores y responsables (la conjunción copulativa “y” es voluntaria). Cabildo recogía la mejor acumulación de la Cooperativa Cruceña de Cultura, el Movimiento Cultural Jenecherú y el Taller del Cuento Nuevo, de Jorge Suarez. Se sumaba el curso de literatura latinoamericana que todos los sábados impartía Oscar Zambrano y el semanario Tupambaé que dirigía Roger Ortiz Mercado.
En esos espacios se combinaron varias generaciones que convivimos frenéticamente y a la que sumamos con riguroso cuidado según principios establecidos por Ricardo Serrano, nombres como el de Marcelo Arauz, Susana Seleme, Cachín Antezana, Eduardo Mitre y hasta Fernando Savater, en una circunstancia para la antología; en una lista larga de “miembros de Cabildo”, como firmábamos nuestros artículos, Ruber nos marcó la vida. Alguien con su experiencia, su historia y su calidad humana, que nos trajo desde Caracas el sonido celestial del cuatro y la música de Alí Primera, ejerció una influencia silenciosa, como todo lo que él hacía.
Escritor con formación ideológica, trabajó con rigurosidad, curiosidad y dialéctica en el Manual de Historia de Bolivia: una visión desde la llanura, y con un sello de firmeza y dulzura, desbrozó irreverente una historia que nos permite hoy leerla de otra manera, cruda, sin mitos, fanfarrias y oropeles, más cercana y humana.
Dice Arnaldo Mejía Méndez, que “por fin alguien tuvo el tino, la valentía y el valor civil de escribir como debe hacerse el verdadero libro de historia que le hacía falta a nuestros pueblos. Lo hizo, una de las personalidades más esclarecidas que actualmente tiene el país, un hombre que vive para el espíritu, para el pensamiento, para la cultura, pero también para defender de frente y sin ambages, la real democracia y la libertad”.
En sus tres ediciones podemos releer críticamente el Acta de la Independencia, descubrir el Manifiesto de 1868, recuperar el Memorando de 1904 y con nuevos documentos, adentrarnos en la Bolivia que tiene a la pampa para marcar la distancia. Su amigo, el historiador Alcides Parejas dice de Ruber: “es un hombre de la llanura y eso trasciende en su pintura, en sus poemas, en sus novelas (ha escrito tal vez la mejor novela contemporánea del hombre de la llanura, La mitad de la sangre), en sus artículos de prensa, en su vida cotidiana, en su forma de encarar la vida. Es por eso que en el año 2005 se decidió dar a luz un proyecto que tenía entre manos hacía mucho tiempo, Manual de historia de Bolivia. Para leer la historia como a él le hubiera gustado leerla”.
Estuve hurgando en lo profundo de la generación que construyó el pensamiento de lo que hoy somos, y en el tiempo de su vida terrena, lo encuentro militante en todos los espacios... Ruber es un nexo vital entre Santa Cruz y el Beni, la visión nacional y la dimensión universal que, a través de la palabra, facilita el camino hacia donde necesitamos ir.
La generación del pensamiento cultural boliviano de la etapa 1960-1990, cuando comprobamos que la vida valía la pena vivirse entre ideas plurales y complicidades fraternas, apareció, repito, la generación de Reflejos, Cabildo, Movimiento Cultural Jenecherú, Café Arte y Cultura, Movimiento 15 de Abril, Unión de Grupos Culturales, Casa de la Cultura Raúl Otero Reiche, Cooperativa Cruceña de Cultura, Movimiento de la Nueva Canción Boliviana, Taller del Cuento Nuevo, Teatro Nuevos Horizontes, festivales de Música Barroca, taller de Historia Oral Andina, Centro de Investigación, Diseño Artesanal y Comercialización Cooperativa, que son parte de la historia del pensamiento, el duende y el ajayu boliviano; Ruber fue actor protagónico de todo eso.
Ruber Carvalho, celebra tu partida, la vida de la ternura donde te esperan Herman Fernández y tu hermano Toño. Ya lo dijo el poeta Sebastián Molina: “Y que venga hasta el ejército/De esta sonrisa, no me mueven”.
@brjula.digital.bo