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Wila k'ank'as everywhere | 21/12/2025

Rentismo

Sayuri Loza
Sayuri Loza
El ajuste al precio de los hidrocarburos ha sido el gran tema de estos días, dejando de lado los preparativos navideños, y hasta ese escándalo del un matrimonio donde –dice– que no le dieron de comer a la cantante. 

Predecibles, como siempre, los que otrora se metían el puño a la boca ante la subida de precios, escasez de combustible y otros –porque seguro pensaban “ya estamos enojados, en cuanto suba un gobierno de derecha, nos van a escuchar”– ahora decidieron salir a decir lo mismo de siempre: “Pensemos en los más pobres"; "el ajuste afecta más a los vulnerables"; "el ajuste tenía que hacerse pero no así”. 

Pero cuando se les consulta cómo debería haberse hecho, responden, o con frases hechas, como que la crisis la paguen los ricos, o no responden porque –en el fondo– saben no más que no había otro camino. A todos esos les deseo que sus hijos les salgan derechosos, que vayan a misa y que opinen que "el pobre es pobre porque quiere". Para que aprendan.

Ah, pero no me olvido de los que andan diciendo “era con Tuto, Paz es un incapaz”, como si Tuto sudara gasolina y escupiera diésel. Esos mismos protestan contra los bonos, acusando a quienes los reciben de vivir de bonos (yo no sé quién puede vivir con Bs 200 al año, tendría que tener unos 500 hijos para que la cosa fuera rentable). 

Esta facción –igual que la otra– se lava las manos ante la crisis y culpa al otro, acusándolo de ignorante. Pero en su ignorancia no es capaz de comprender que la salida a la crisis será difícil, dolorosa, empobrecedora y que es posible que ni así logremos salir a flote. No hay magos ni héroes que salven Bolivia porque este no es un cómic de los 30. En fin... que esos tengan hijos zurdos que usen poleras del Che y los acusen de burgueses. Se lo merecen. 

Hacen renegar. Por eso, para quitarme un poco el coraje, me refugio en el libro que más me ha influido este año Hablemos de economía sin ser economistas, de Gonzalo Colque, que patea el tablero a las ideas polarizadas descritas en los párrafos precedentes y nos presenta el verdadero desafío para los bolivianos, que no es “librarnos del socialismo” ni “luchar contra los ricos”; sino algo más profundo, enraizado en nuestra historia, desde que nacimos como república e incluso antes. 

Es un tema complejo, pero el autor es capaz de desplegarlo de tal suerte que permite que cualquiera, incluso alguien que no tiene nociones de economía o econometría, comprenda con ejemplos sencillos y datos argumentativos –sin traicionar nunca la rigurosidad que merece a un economista como lo es el autor– que hacen la lectura amena y de sencilla inmersión.

Aunque empieza con una teoría ya conocida por todos, que es la de la maldición de los recursos, según la cual países con muchos recursos naturales dan paso a la explotación de materias primas y están condenados a sufrir el extractivismo, que genera subdesarrollo, pobreza y corrupción, Colque analiza la situación económica boliviana durante el siglo XX y demuestra que, más allá del extractivismo, el daño que recibe nuestro país es el rentismo.

Bolivia es Bolivia debido al cerro rico de Potosí, en torno al cual se gestó un circuito económico gigantesco –éste circuito es descrito por Carlos Sempatt Assadourian– y una división del trabajo fascinante y compleja –que Rossana Barragán ha trabajando en un monumental volumen ampliamente recomendado para comprender el trabajo en la mina incluso hasta el presente–. Generó tal riqueza que se crearon leyendas en torno a Potosí. 

Cuando nacimos como república repetimos el ciclo con la plata, la quina, el estaño –este último desarrollado a profundidad en el texto de Colque– y el gas. Como bien saben, el problema con todo esto es la volatilidad de este tipo de negocios de extracción de materias primas.

Entonces, somos un país rentista. Lo hemos sido prácticamente desde siempre. Vivimos bonanzas de leyenda y crisis de récords. Podemos culpar a los gobernantes, pero lo cierto es que de tanto vivir de las rentas, nuestro pensamiento se ha vuelto rentista también; es decir, y –cito a Colque– “el dinero de la renta que no requiere eficiencia económica causa estancamiento y atraso”.

En efecto, en Bolivia nos hemos acostumbrado a vivir de la renta. El Estado se ha sostenido del estaño y del gas, lo que hace que por momentos tengamos dinero y por otro no. Pero esos vaivenes no son el problema, el problema es que –a decir de Colque– “si un país vive de la renta durante periodos prolongados significa que se irán deteriorando los dos elementos más valiosos para el crecimiento generalizado y equilibrado entre todos los sectores económicos: la innovación y el conocimiento”.

Colque da en el clavo, ahí está nuestro problema. No nos diversificamos, no nos capacitamos, no somos creativos como Estado ni siquiera para lograr lo que planteaba Schumpeter con la destrucción creativa. Eso explica muy bien por qué los transportistas exigen la subida de los pasajes sin buscar formas creativas de amortiguar los gastos. O, mejor todavía, por qué los barqueros del estrecho de Tiquina no acepten la construcción de un puente; o que veamos a los empresarios grandes que siempre están en busca de estar exentos de impuestos. 

Finalmente, están nuestros buenos amigos que buscan ser candidatos, a los que se en cada elección porque comprenden que vivir del Estado es algo seguro, lucrativo y no requiere esfuerzo ni transformación. Sí, yo sé que algún aludido lo negará;  pero, con matices, la mentalidad rentista está no más presente en todos los bolivianos.

Se supone que ahora ya no queda nada a qué sacarle renta. Esta generación tendría que romper la maldición de los recursos, diversificarse y trabajar una economía de base ancha para salir del estancamiento en el que nos hemos metido ¿Será posible que comprendamos esto y que salgamos adelante? ¿O será tal vez que ya que la economía del oro, que no se siente mucho porque no está administrada por el Estado, sino por privados, nos hará repetir el periodo del auge del estaño con los barones Patiño? 

El primer paso, como en todo proceso, es tener consciencia de nuestro problema. Por eso los invito a leer el texto de Gonzalo Colque, que amablemente lo ha subido a su cuenta de facebook, para poder descargarlo gratuitamente. Así podremos sacudirnos de opiniones polarizantes que responden –también– a justificaciones de sectores rentistas que no quieren perder sus privilegios. 

Esta es la última columna del año, así que le deseo al país, en su Bicentenario, que supere su mentalidad rentista y que aprenda a destruirse para construirse creativamente como un país saludable y próspero.

Sayuri Loza es historiadora.


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