El “¿quién se cansa, quién se rinde?” fue un eslogan muy eficaz para la movilización y las protestas masivas que sancionaron el enorme fraude electoral del MAS, que pagó con la renuncia de Evo Morales.
Pero ahora la pregunta masiva es ¿quién conduce el proceso post 2025? Para responderla adecuadamente primero se debe entender bien qué es lo que se implicó el año 2019.
1. La densa acumulación histórica del MAS
Algunos se asustan de que el MAS mantenga hoy más del 30% de aparente apoyo electoral. Olvidan que el MAS-IPSP es producto de un largo proceso histórico de acumulación de fuerzas sociales, políticas e ideológicas, y que –aunque no guste a muchos– tiene relación con la historia boliviana.
En sus individualidades ideológicas, trotskistas como el finado Filemón Escobar, marxistas-maoístas como García Linera y el EGTK, marxistas clásicos del PC como Alfredo Rada y su gente, los del ex PS-1, los radicales del MNRI, MIR Masas, Eje Pachacuti, etc., los indianistas como David Choquehuanca e intelectuales de ONG conformaron el MAS. Es el izquierdismo populista y autoritario del siglo XX que gobernó con Evo y ahora lo hace con Arce.
Pero su fortaleza social es lo más permanente. Se basó en las huestes de exmineros quechuas y aymaras relocalizados del Chapare cocalero y de Senkata, muchos niveles dirigenciales y amplias bases sociales de las poderosas, piramidales, extendidas y enormes CSUTCB, Bartolinas, colonizadores, mineros, cooperativistas, maestros rurales, las FEJUVE, etc., todos ellos de fuerte identificación campesino indígena y migrante rural. La Bolivia corporativista, una de las hijas del proceso del 52.
Ojo, el MAS-IPSP no es, entonces, un accidente histórico ni sólo la maldad encarnada. Y, al articular ese mundo de diversidades, fue parte del gradual proceso de ciudadanización masiva e inclusión del mundo indígena-mestizo a la vida nacional, con sus luces y sombras.
2. El aparente resquebrajamiento del MAS-IPSP
Desde 2010, el inmenso bloque social del MAS-IPSP se fisuró gradualmente. La fracasada elección judicial de 2011, la represión a los indígenas en Chaparina, las muertes en Caranavi y, desde 2014, el crecimiento y victoria electoral de la oposición en El Alto (con la Sole), Quillacollo, Sucre, Beni, etc., fue mostrando que el MAS se debilitaba. Trató de controlar esto creando organizaciones paralelas, pero perdió tempranamente a la CIDOB, CONAMAQ, productores de coca yungueños, etc. En ese desgaste, la oposición partidaria de ese momento (UN, MDS, UD) jugó un importante papel, ni duda cabe.
Pero, en esta historia, lo más profundo antes de 2019 fue lo del 21F y el intento de reelección indefinida de Evo. Sumando las críticas a las facetas políticas y éticas de la relación Evo-Gabriela, visibilizó su aparición cada vez más claramente la ciudadanía urbana organizada como movimiento ciudadano en red, que por medio de la ciberpolítica de las redes sociales logró ampliar el NO y vencer electoralmente al MAS el 21F, desplegando todo su poder off line en la calle en noviembre de 2019.
3. Bolivia es espacial y étnicamente diversa y debe buscar la igualdad
Que Bolivia es étnicamente diversa no hay duda, aunque las fronteras étnicas sean francamente discutibles. Pero sus desigualdades espaciales (oriente-occidente) y étnicas (indígenas-mestizos-no indígenas) están estrechamente interrelacionadas y se enfatizan por la hiperconcentración étnica diferenciada entre oriente y occidente, a pesar de la alta movilidad y de los masivos quechuas y aymaras dispersos en la geografía nacional.
Pero, también y como resultado de su historia y de lucha contra esas desigualdades, Bolivia es hoy autonómica (nueve departamentos y 337 municipios autónomos) y plurinacional (seis autonomías indígenas semifederales). Este modelo estatal parece haber cristalizado como el modo de disminuir esas desigualdades y, en su diseño central, tiene su eje en el crecimiento del ingreso económico a través de la explotación de los recursos naturales (gas litio) para luego realizar la redistribución social. Si se mantiene este impulso de lucha contra las desigualdades, aunque se cambie el modelo basado en la riqueza natural por el emprendedurismo y la exportación no tradicional, sin duda que debe mantenerse el objetivo de disminuir las asimetrías socioeconómicas proyectando a Bolivia más allá del primer cuarto del siglo XXI.
Lo que debe evitarse a toda costa y bajo cualquier concepto o interés es que esas desigualdades se acentúen y obliguen a ciertos sectores sociales a quedarse atrapados en la inmovilidad espacial y social. Si los espacios y grupos privilegiados avanzan, mientras que otros re-caen o se mantienen en el círculo vicioso de la pobreza, el Estado Plurinacional con Autonomías y la Democracia corren riesgo. Romper ese círculo de polaridades de desarrollo, es el imperativo para avanzar en el siglo XXI.
4. ¿Quién podría conducir a la Bolivia diversa desde 2025?
Ya quedó claro en el magnífico noviembre de 2019 (N19) que la gran debilidad del MAS fue no ver a la otra hija del 52, a la enorme clase media urbana del siglo XXI, que apareció como la fortaleza de la igualdad nacional más allá de las diversidades espaciales y étnicas porque es también resultado de la amplia y masiva inclusión social, económica, política y cultural con ejemplos como La Paz, El Alto, Cochabamba, Santa Cruz y más de 20 ciudades intermedias, espacios humanos donde se vive el acceso masivo a los medios de comunicación, el boom del internet, y la horizontalidad de la información que interconecta a las clases medias disolviendo los rasgos más fuertes de sus diferencias socioeconómicas y étnicas.
Si en el periodo 2006-2019 el conductor real y ficticio del proceso fue el campesino-indígena, en el posevismo de Arce y lo que vendrá después de 2025 parece recaer en las clases medias urbanas. La única condición crucial es la firme decisión de no exclusión espacial ni étnica, y tomar acciones frontales para el acortamiento de las asimetrías a través de un novedoso programa de fuerte inclusión socioeconómica, igualdad de oportunidades, respeto a la naturaleza, y plena confianza en los hombres, mujeres y jóvenes proyectados hacia el tecnológico siglo XXI.
Las clases medias urbanas, viejas y nuevas, ya dieron su aporte entre 2016 y el 2019. Si se quiere que Bolivia avance en democracia en el siglo XXI sin riesgos de nuevos populismos autoritarios, el siguiente conductor deberá sintonizar con lo que el 21F y N19 representaron; simbólicamente, debe acercar y nivelar a los jóvenes que preguntaron “¿porque se cuerren?” con los otros que gritaron “¿quién se rinde?”. Bolivia no puede darse el lujo ni de cansarse ni de rendirse ni de dejar de correr en su búsqueda de libertad, pero con justicia social.
Carlos Hugo Laruta es sociólogo y docente investigador de la UMSA.