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El Tejo | 02/12/2019

¿Por qué no pueden volver?

Juan Cristóbal Soruco
Juan Cristóbal Soruco

En nuestra convulsionada historia, en cambios transcendentales como el que estamos viviendo siempre hay personas que optan por el exilio a cambio de su tranquilidad personal. No es una decisión fácil, pues todas las alternativas no responden al libre albedrío sino a presiones externas: quedarse es temer en forma permanente la acción de la justicia o de la venganza; irse, dejando parientes, amigos y un generalmente buen pasar, genera incertidumbre.

De ahí que en las historias de nuestros pueblos construir un estado democrático cuesta mucho, en la medida en que, entre otros cambios estructurales, se tiene que romper la anterior lógica, para dar paso a un sistema en el que, con sus limitaciones, uno decide sobre su destino porque ya no hay enemigos a quienes eliminar, sino adversarios con los que se debe coexistir pacíficamente, dejándose a la ciudadanía decidir, periódicamente, quién estará en el poder y quien en el llano.

Esta esencia fundamental de la democracia es lo que no quisieron entender los exmandamases del MAS. Como ha mostrado el devenir de su proyecto y de su propia existencia, no tenían ningún apego a la pacífica convivencia ciudadana. Entraron al poder y se sintieron propietarios del Estado y la sociedad, y como no conocían lo que somos (ellos se hicieron un perfil de lo que seríamos o querían que fuéramos) no calcularon hasta dónde podían estirar la pita.

A ese desconocimiento ayudaron los consejeros foráneos, principalmente argentinos, españoles, cubanos y venezolanos, que creyeron que el pueblo boliviano era uno más que se cuadraría bajo sus eslóganes.

Si se revisa el desarrollo de los acontecimientos, los ex mandamases del MAS siguieron la receta venezolana de hacerse la burla de las expresiones electorales. Se rieron de su propia Constitución Política del Estado (CPE) a escaso un año de su promulgación, cuando desconocieron la disposición que fijaba como válida para efectos de postulación la primera gestión de gobierno; se rieron del referendo constitucional de febrero de 2016; se rieron del voto de desconfianza de dos elecciones judiciales; se rieron de la última elección regional e intentaron reírse de las elecciones del 20 de octubre pasado… y así les fue.

Al parecer, hasta ahora ni los ex mandamases del MAS ni sus asesores externos entienden por qué la fórmula de la burla sistemática no dio resultados en Bolivia, si en Venezuela ha posibilitado que el clan/cartel de Maduro siga gobernando.

Valga repetir una anécdota. En el proceso electoral del referendo de 2016, junto con algunos colegas, entrevistamos al que fuera gobernador de Cochabamba y presidente de la Cámara de Diputados, Edmundo Novillo. Consultado sobre que harían en el MAS de perder, primero rechazó esa posibilidad y, ante la insistencia, dijo que ya verían como sacar al pueblo de “su error”. Así, Novillo expresaba lo que las autoridades nacionales trataban de disfrazar: las elecciones sólo servían para legitimar acciones, pero no para decidir, visión que repitió Juan Ramón Quintana en una de las últimas entrevistas que ofreció y en la que además de advertir que Bolivia se convertiría en un nuevo Viet Nam, repitió que las elecciones sólo legitiman procesos.

Ahí es donde se puede encontrar el meollo de la equivocación estructural de los dirigentes del MAS, aupados, además, por una creciente corrupción y frivolidad, de las que han sido apartados de un día para otro y ante lo cual, a Dios gracias, actuaron como los cobardes; huir, dejando a sus huestes la instrucción de pelear por ellos.

Lo que vino después es una suma de desgracias. Por ejemplo, ver que quienes hasta el 10 de noviembre los adulaban ahora emiten comparendos, presentan cargos, revelan irregularidades. Que quienes tenían que combatir a su favor sin que les importe sus vidas, fueron sobrepasados por quienes quieren, no más, vivir. Que el Estado, que durante 14 años manejaron a su gusto, funciona sin ellos. Que quienes fueron sus perseguidos, acosados y maltratados, hombres y mujeres, hoy hacen valer sus derechos y pueden ser los principales factores para procesarlos por delitos de lesa humanidad.

Lo escrito puede ayudar, parcialmente, al fugado ex vicepresidente del Estado e inconstitucional candidato a explicarse por qué no puede volver al país, como tan lastimeramente se quejó en México. El complemento es que han demostrado, con el ex mandatario, ser cobardes integrales, es decir, de cuerpo y alma.

Juan Cristóbal Soruco es periodista.



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