No, no es un desenlace. En realidad, es el principio de la
transición. Las responsabilidades del nuevo gobierno son importantes, pero
limitadas. Debe garantizar la realización de elecciones transparentes en el
menor tiempo posible, restablecer la seguridad interna, amenazada desde
diferentes en inesperados flancos, y apurar una urgente gestión internacional
para explicarle al mundo lo que verdaderamente pasó en Bolivia. Eso es todo.
Aunque las tareas no son muchas, el desafío de la presidenta Jeanine Añez es grande, el tiempo es corto y, del otro lado, todavía hay una organización política, el MAS, que parece organizada y dispuesta a sabotear cualquier alternativa que no sea la que se ajusta más a su interés de generar inestabilidad y zozobra en el país.
Después de semejante nivel de tensión y temor, lo que hace falta desde el gobierno es mesura. Si hay que encontrar a los responsables de la violencia desatada en las ciudades, a quienes permitieron que el país sea refugio de terroristas prófugos y punto de operación de brigadas médicas que no llegaron a cumplir misiones humanitarias, debe procederse con discreción y evitando una mayor crispación social. Fueron días de terror y no es lo más recomendable responder con la misma moneda.
Es preciso desmontar los mecanismos que se activaron para desatar la estrategia del terror a través de las redes sociales. Combatir la inseguridad real y la amenaza virtual es una tarea impostergable.
Los paceños y los habitantes de otras ciudades no sólo sufrieron el asedio de grupos violentos y pagados, que agredieron y cometieron desmanes, sino el de los mensajes al chat, los audios y videos falsos que fabricaron una realidad intimidante. El terrorismo asumió nuevas formas y combatirlo implica llegar hasta el lugar desde donde se genera el miedo.
En el campo internacional, lo que corresponde es el relevo inmediato de los representantes bolivianos en los principales organismos. No se puede permitir por más tiempo que los voceros del gobierno anterior continúen distorsionando la realidad y proyectando una imagen equivocada del país. Urge que en la OEA, la ONU y también los organismos financieros internacionales se designen de inmediato a los portavoces de una nueva realidad.
La reactivación del aparato productivo del país corre paralela al establecimiento mínimo de condiciones de seguridad, que involucran sobre todo la rehabilitación de refinerías y de los ductos que conducen los hidrocarburos hacia los grandes centros urbanos de consumo.
La industria vive momentos críticos. Sin gas para la producción, sin combustibles para el transporte y con las vías interrumpidas para la distribución, enfrentamos el riesgo no sólo de un colapso en estos sectores críticos de la economía y la generación de empleo, sino de complicaciones cada vez más severas para garantizar el abastecimiento.
Son tareas específicas, de gran relevancia las que tiene por delante el gobierno y corre contra el tiempo. Debe fijar su horizonte en función de esos objetivos. Así, la hoja de calificación de la gestión estará más clara para todos y podrán generarse consensos y agendas compartidas que hagan menos difícil el camino.
Hernán Terrazas es periodista.