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Con los pies en la tierra | 21/07/2020

Otra prueba del “fraude estructural”

Enrique Velazco R.
Enrique Velazco R.

Sí, hubo fraude, y fue estructural. En las últimas semanas y meses se ha acentuado una campaña, interna e internacional, que trata de persuadir a la opinión pública que “no hubo fraude” en las elecciones del 2019. Los argumentos de los “expertos” (pagados para hacerlo) son “tecnicismos estadísticos” que no mellan las evidencias del fraude en actas adulteradas, actas llenadas por la misma persona, o la intromisión de personas no autorizadas al sistema informático y de cómputo.

En esta nota, mostramos que los resultados “oficiales” de la elección 2019 develan el uso fraudulento del padrón electoral biométrico y la manipulación del voto. Antes de entrar a los detalles, recordemos que las listas de inscritos en cada mesa electoral, se definen a partir de los inscritos en el Padrón que corresponden a cada circunscripción que, a su vez, incluye asientos electorales y éstos, recintos en los que se instalan las mesas electorales. El sistema informático usa el domicilio físico declarado por cada persona para agruparlas en los recintos más cercanos al domicilio; el total de personas asignadas al recinto son ordenadas alfabéticamente en grupos de hasta 220 – 240 personas por mesa electoral, lo que determina el número de mesas por recinto.

En consecuencia, más allá de algunos casos muy particulares, la estructura de los inscritos en cada mesa debería reflejar, básicamente, las estructuras de edad y sexo de la comunidad asentada en las áreas circundantes al recinto electoral. Por ello, no se espera que, entre mesas de un mismo recinto, existan grandes diferencias en estructuras etarias respecto a las de la distribución promedio en la comunidad; y, aunque con mayor flexibilidad, tampoco en razón de edades habría un quiebre total con las preferencias políticas predominantes.

Revisamos los resultados de la anulada elección presidencial 2019, buscando establecer si existe, o no, correlación entre distribución etaria y voto; para ello, en las mesas donde el MAS o CC superan 45% de votos emitidos (suficiente para “ganar” la mesa) analizamos el efecto de la estructura etaria de jóvenes (18 a 25 años) y de adultos mayores de 65 años (66+). En esta nota, nos referimos a los resultados para 66+.

El cómputo nacional (sin voto en el exterior), en números redondos dio la victoria al MAS (44.3%) sobre CC (35%). La participación promedio para los 66+ fue 10,7%. Por la forma como los valores de una medición se distribuyen estadísticamente alrededor del valor promedio, podemos estimar que en el 97% de todas las mesas, la participación de personas con 66+ es menor a 25%; significa también que, mientras mayor a 25% sea la participación de 66+ en una mesa, menor será la probabilidad que sea parte de una distribución normal.

Hay 1.659 mesas en las que la participación de 66+ es mayor a 25% (ver tabla), y en las que el MAS o CC lograron 45% o más del voto: el MAS lo hizo en 1.502 mesas (90,5%), en tanto que CC sólo en 72 (4,3%), de manera que, de los 251.836 votos válidos computados en esas 1.659 mesas, el MAS acumuló 156 mil (72%) mientras que CC solo 7.200 (3,3%).

En las 745 mesas con participación de 66+ mayor a 30%, el MAS gana en 704 (94,5%) y CC en 12 (1,6%): representan casi 70 mil votos válidos para el MAS (75.7%) frente a 750 (0.8%) para CC. A partir de participaciones de 66+ mayores a 38%, el CC ya no gana en ninguna mesa, mientras que el MAS aún lo hace en mesas con participación de hasta casi 70%; en una distribución estadística normal, estos son casos extremadamente poco probables.

Otro dato “curioso”, es que la participación en la votación de estas personas de avanzada edad es igual o mayor al promedio nacional e, incluso, hay muchos casos en los que llega al 100%; es obvio que esta es otra situación poco probable, pero aporta elementos adicionales para inferir que el padrón biométrico está contaminado, y el voto se puede manipular.

Las mismas tendencias se observan entre preferencias de voto y la creciente participación del segmento de 18 a 25 años que favorece la votación para el MAS. Son comportamientos ilógicos e incompatibles. Implica, por tanto, que el fraude no fue un “simple” caso puntual de manipulación informática; se trataría de un peligroso escenario en el que durante varios años se ha urdido una perversa y extensa trama de acciones destinadas a torcer la voluntad popular, que hoy descaradamente defienden quienes la diseñaron y pusieron en práctica.

En todo caso, es una oportunidad para que voceros del MAS, que insisten en que no hubo fraude, expliquen “en facilito” las causas no fraudulentas de estos resultados, que contradicen la ley de la vida que los mayores tienden a morir antes que los menores. Como muchos denunciaron documentalmente, la “victoria” del MAS fue alentada por “difuntos”, utilizados maliciosa, pero efectivamente por políticos inescrupulosos.

Una pronta auditoría al padrón electoral y al sistema de registro biométrico parece ser una condición necesaria para las próximas elecciones. 

Enrique Velazco, director de Inaset, es especialista en temas de desarrollo.



Documentos adjuntos

otra-prueba-del-fraude-estructural-878-1.pdf
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