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19/07/2024
Oveja Negra

Oportunidades políticas y crisis democrática

Eduardo Leaño
Eduardo Leaño

“La teoría de las oportunidades políticas”, de Sidney Tarrow, es un marco analítico que permite comprender la emergencia de las crisis políticas. Tarrow, un destacado sociólogo y politólogo norteamericano, señala que las crisis políticas no surgen simplemente por la existencia de agravios o injusticias sociales, sino que tales situaciones dependen de la percepción de las oportunidades políticas favorables.  

Las oportunidades políticas son “señales” percibidas por los agentes políticos y sociales opositores que les animan a utilizar los recursos que disponen para crear y generar inestabilidad y crisis política. De manera abreviada, la forma como se manifiestan esas “señales” son cuatro: La distribución del poder entre las ramas de gobierno, la disponibilidad de aliados poderosos, la configuración del sistema de partidos, las instituciones y leyes relativas a la vigilancia y control de las protestas. En esta columna nos limitaremos a describir las dos primeras “señales”, reflejadas en la actual coyuntura política del país.

Distribución del poder entre las ramas de Gobierno. Se refiere a la relación entre los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Electoral. Si esta distribución permite la independencia de poderes, entonces cada una de estas instancias pueden constituirse en puntos de acceso y de oportunidad política. En cambio, si ocurre que el Órgano Ejecutivo controla a los otros órganos, se limita la oportunidad política. Así, mientras más descentralizada es la distribución del poder político, mayor es el número de puntos de acceso, lo que aumenta las oportunidades para la inestabilidad y el quiebre de la democracia.

El 10 de octubre de 1982, Hernán Siles Zuazo accedió a la presidencia, con el apoyo parlamentario incluso de la oposición política, este respaldo no fue ideológico ni programático sino circunstancial. En el Congreso, el oficialismo era débil y minoritario, y, la oposición, intransigente y mayoritaria; así, el partido de gobierno controlaba el poder Ejecutivo y la oposición el poder Legislativo. Esta distribución revela la independencia de poderes y, por tanto, la “señal” de una oportunidad política para provocar inestabilidad política y llevar la “democracia a la deriva”.

En la actualidad, la ruptura del MAS ha provocado cierta independencia del Órgano Legislativo respecto del Ejecutivo. En el parlamento, la mayoritaria oposición (CC, Creemos y “evistas”), quienes “cruzaron ríos de sangre”, se enfrenta abiertamente al debilitado oficialismo; los temas de confrontación política, entre otros, son: el caso de los “magistrados auto prorrogados”, las “elecciones judiciales”, las “elecciones primarias”. Esto muestra que el partido de gobierno ha perdido el control de los otros órganos del Estado, lo cual significa mayor oportunidad política y mayor probabilidad de agudizar la crisis de la democracia.

En este mismo sentido puede entenderse la reciente pugna entre el Tribunal Constitucional y el Órgano Legislativo, en relación a la polémica sesión convocada por el presidente de la Cámara de Senadores, Andrónico Rodríguez, donde se aprobaron leyes y resoluciones, y, el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) que declaró nula la sesión del 6 de junio de la Asamblea Legislativa Plurinacional, presidida por Rodríguez. Esto también es un indicador de que el oficialismo está perdiendo el control de los órganos del Estado y profundizando la crisis democrática.

Disponibilidad de aliados poderosos. Este elemento coyuntural establece que disponer de aliados poderosos, son señales que aumentan las oportunidades políticas para que los grupos opositores movilizados se desarrollen y tengan éxito. Contrariamente, las posibilidades políticas de avance de la oposición se ven disminuidas cuando estos no cuentan con aliados.

Cuando la oposición política y la oposición social asedian a la democracia es posible advertir una mayor agudización de la democracia y, quizá, una ruptura. Esto sucedió en el gobierno de Hernán Siles Zuazo, cuando la mayoritaria oposición política obstaculizaba toda iniciativa del poder Ejecutivo; y, simultáneamente, la oposición social, desde las calles, formulaba demandas y exigencias imposibles de satisfacer. Aunque no fueron aliados, ambas oposiciones (ideológicamente distantes) actuaron en contra del partido oficialista y lograron la dimisión del presidente de entonces.

En la coyuntura actual, si la fragmentada oposición política logró cohesionarse circunstancialmente para hacer frente al oficialismo y provocar inestabilidad política en el escenario parlamentario, aún no encuentra aliados poderosos entre la atomizada oposición social, cuyas protestas son todavía dispersas como para hablar de una profunda crisis democrática y menos aún de la posibilidad de un quiebre de la democracia.

Así, por el momento, las exigencias de la oposición social no consiguieron unirse en torno a una demanda común y todavía no lograron amenazar seriamente al gobierno central, por tanto, la democracia está amenazada pero aún no en riesgo.

Eduardo Leaño Román es sociólogo




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