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Columna Abierta | 01/10/2025

Ofrezcan disculpas o pidan perdón

Carlos Derpic
Carlos Derpic

La Política (así, con mayúscula) es una de las actividades más nobles del ser humano, como lo han sostenido muchos filósofos a lo largo de la historia. Platón, Aristóteles, San Agustín y Santo Tomás de Aquino, para no hablar más que de autores de las edades Antigua y Media, han hecho referencias diversas sobre esta actividad, destacando en todas ellas el ejercicio del poder para el bien común.

Es, ni duda cabe, una de las actividades que sirve para distinguir al ser humano de otros seres de la naturaleza, pues no se conoce, hasta el día de hoy, ninguna organización política entre los animales, plantas o objetos del reino mineral; amén de formas de organización con las que cuentan las abejas, termitas y hormigas, que fueron estudiadas hace ya largo tiempo por Mauricio Maeterlinck y que muestran que entre esos animalitos todo funciona siempre (o casi siempre) de la misma manera.

Otros rasgos característicos de los seres humanos, aunque a veces ausentes en muchos de ellos, son la razón, lo lúdico, el amor, la transformación de la realidad, la invención de cosas que la evolución nunca podría proporcionar, como la danza, la poesía, el canto, las instituciones educativas y un largo etcétera.

Sin embargo, esta noble actividad ha sido y es, muchísimas veces, devaluada, lo que da pie a que sea considerada como una de las peores, habida cuenta que en ella incursionan figurones, frustrados, corruptos, mañudos, “pendex”, asesinos, vengativos, pederastas …, con cuyos nombres podríamos llenar ésta y varias otras columnas.

Se trata, en estos casos, de la política con minúscula que tiene variados ejemplares en Bolivia y el mundo. Son estos los que, con una lectura simplificada de Maquiavelo, hacen de todo para llegar y/o mantenerse en el poder, y completan su repertorio con “El arte de la guerra” de Sun Tzu. En realidad, no son políticos, son politiqueros, politiquillos o politicastros.

Trump, el pelirrojo presidente de Estados Unidos, forma parte de esa lista, con su desquiciado actuar, basado en su autopercepción de dueño y líder incuestionable del mundo y su famoso MAGA, que le está llevando a destruir al país en que las libertades individuales se respetaban, confundiendo lo que es Estados Unidos con la ONU y cometiendo arbitrariedad tras arbitrariedad y tontería tras tontería para “librar” a su país de los “odiosos” inmigrantes, a algunos de los cuales quiere cobrar $us.100.000 para que ingresen a territorio norteamericano.

Netanyahu es otro triste ejemplar de la misma calaña. Ante un auditorio que se vació en la ONU cuando iba a hacer uso de la palabra lanzó dislate tras dislate, olvidando que fue él quien, en 2019, dijo que para evitar la creación de un Estado Palestino había que financiar a Hamás. Y así lo hizo, con las consecuencias que ello supone a todo nivel.

Milei es un tercer ejemplar de estos sujetos. Habituado a insultar a sus adversarios (“hijo de puta”, “zurdo de mierda”, son algunos ejemplos de su lenguaje florido que, por supuesto, nada tiene que ver con Caballero de ley, el bello tema musical dedicado a Jardín Florido que cantaron Los del Suquía), que ahora tiene que tragar sus palabras y sus dogmas sobre el inefable libre mercado, después de haber acudido al odiado Estado para disminuir las retenciones en favor de unos cuantos privilegiados y haberse visto obligado a imponer nuevamente el cepo al dólar, porque su modelo económico está haciendo aguas.

Hay además otra sarta de sujetos de la misma calaña que se encuentran al otro lado de la vereda, aunque ya no haya “guerra fría” alguna y en algún momento les dedicaremos unas cuantas palabras. Nos referimos a los diabólicos Putin, Lukashenko, los esposos Ortega-Muriilo, Díaz Canel, Maduro y varios más.

Por el momento, haremos referencia a algunos mentirosos e injuriadores bolivianos que están haciendo de las suyas con miras al balotaje del próximo 19 de octubre.

Uno de ellos, candidato a Presidente, se ha caracterizado por mentir a gusto y sabor y apañar mentiras y guerra sucia por parte de sus seguidores. Creyendo tal vez que las esposas de sus adversarios tolerarían sus injurias, hirió de tal manera a uno de los excandidatos presidenciales, que la esposa del agraviado no aceptó su saludo cuando se encontraron casualmente. Como para que aprenda que el agravio no es gratuito ni impune y que siempre habrá gente digna que no transigirá con sus exabruptos.

El otro candidato presidencial también ha dado muestras elocuentes de su afición por la mentira. Después de haber afirmado que se reunió con los “número uno” de organizaciones internacionales en Estados Unidos trató de marear la perdiz diciendo que cuando hablaba de los “número uno” no estaba haciendo referencia a las “máximas autoridades”. Hoy se sabe que no habló con ningún número uno ni con ninguna “máxima autoridad”. Ni siquiera con el “comandante cero” se reunió.

Los candidatos a vicepresidente son otra flor. Uno de ellos resultó ser un “come colla” que hoy, por interés de llegar al poder, pide el voto de quienes quería matar hace unos años. Hipocresía que se añade a su escaso conocimiento sobre cuestiones elementales de administración del Estado y del Órgano Legislativo.

Este pichón de fascista ha negado sus exabruptos, luego de varios días de silencio … el mismo que guarda cuando se le pregunta cuestiones de Estado. Su única respuesta es que “todo es mentira”, como si las entidades que dieron cuenta de sus excesos fueran cualquier basura.

El otro vice presidenciable con su lengua suelta como estómago de quien tiene infección intestinal, diciendo sandeces a diestra y siniestra y espantando a los seguidores de su candidato a Presidente.

En la misma línea, el ex jefe de campaña del PDC (¿alguna vez los fundadores de la Democracia Cristiana habrán soñado que su partido iba a terminar en la porquería que es hoy?) se ha dado a la tarea desafortunada de comparar a sus adversarios o al país con enfermos. Para el uno, el país es como un enfermo de cáncer; para el otro, el candidato vicepresidencial adversario es autista.

Unos que insultan, otros que mienten, los terceros que toleran y hacen guerra sucia, los cuartos que, por lenguas sueltas, hieren a sus semejantes, tienen el tupé de “pedir disculpas” (las disculpas se ofrecen, no se piden) en el caso de que sus palabras “hayan herido, o afectado, o aludido” a alguien.

¡Sean honestos! Reconozcan que se equivocaron y ofrezcan disculpas o pidan perdón a los que afectaron con sus sandeces. Así estaremos mucho mejor.

Carlos Derpic es abogado.



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