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Columna Abierta | 24/09/2025

El uso antojadizo y convenenciero de Dios

Carlos Derpic
Carlos Derpic

No es novedoso, pero durante las últimas semanas ha resurgido el uso que, en diferentes partes del mundo y por diversos líderes políticos, se ha hecho de Dios en beneficio propio. Se lo hace, entre otras cosas, para justificar acciones, defenestrar opositores y/o consolidar regímenes de todo tipo.

La llegada de los conquistadores españoles y portugueses a América durante el siglo XV se hizo en nombre de Dios y se buscó, entre otras cosas, enseñar la “religión verdadera” a los aborígenes que eran considerados “impíos y siervos de los demonios” y, por tanto, inferiores a los europeos, como lo señaló con toda claridad, en su momento, Juan Ginés de Sepúlveda.

Más cerca en el tiempo tenemos las dictaduras de la seguridad nacional, que se implantaron en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, en el Cono Sur de América Latina para defender la civilización occidental y cristiana de la amenaza del comunismo internacional. En nombre de ello se persiguió, encarceló, torturó, asesinó y desapareció a miles de hombres y mujeres, y se apropió de sus hijos, entregándoselos en muchos casos a familias de sus verdugos.

En el mundo existen varios países en los que el islam es la religión dominante, como por ejemplo Marruecos, Afganistán, Irán, Yemen, Turquía. En varios de ellos se han instalado teocracias que aplican la sharia o ley islámica de manera brutal, vulnerando los derechos de sus habitantes, particular, aunque no exclusivamente, de las mujeres.

Hace pocos días, en Estados Unidos se ha producido el asesinato de Charles Kirk, un activista aliado de Donald Trump, defensor de diversas posturas conservadoras, como la oposición al aborto, al control de armas, a los programas de “Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) y los derechos LGBTI+. Este hecho ha provocado comentarios de un ultra derechista que anduvo (y volverá a estar) por Bolivia quien comentó en su cuenta de “X” que, en los aviones que llegaban a Arizona al memorial en homenaje a Kirk, todos los pasajeros cantaban Amazing Grace, en honor a la gracia de Dios y concluía su post arengando a seguir defendiendo los valores cristianos.

La ofensiva israelí contra Gaza, a costa de la muerte de miles de personas y la hambruna de millones, entre ellos mujeres, niños y adultos mayores, ha abierto el paso a que sionistas peroren, a diestra y siniestra, que Dios les dio esta tierra y que no la abandonarán jamás.

Frente al reconocimiento del Estado palestino, que se está produciendo en el mundo, un sionista escribió: “El mundo puede aprobar mil resoluciones y darles a los terroristas una bandera y un asiento en la ONU; eso no cambiará nada. Hemos sobrevivido al Faraón, al Imperio Romano, a Babilonia, a los nazis, a los pogromos. Seguimos aquí. Nuestro Dios no rompe promesas”. Váyanse a la mercury, en pocas palabras, porque Dios así lo quiere.

Hace pocas semanas, el expresidente Bolsonaro ha sido condenado a 26 años y tres meses de reclusión por los delitos de organización delictiva armada, intento de abolición violenta del Estado Democrático de Derecho, golpe de Estado, daño contra el patrimonio de la Unión y deterioro del patrimonio, según se lee en la sentencia respectiva. Este personaje fue bautizado en el río Jordán, en Israel, se hizo evangélico sin dejar de ser católico; su elección atrajo primero el voto evangélico y, más tarde, el apoyo de grandes iglesias como la Universal del Reino de Dios.

En tal condición (¿en tales condiciones?) justificó el genocidio indígena y la esclavitud, veneró el colonialismo, exaltó la tortura y el fusilamiento de enemigos; descuidó totalmente la Amazonia y el Pantanal. Efectivizó el negacionismo de la vacuna contra la Covid-19 siendo responsable de 430 mil muertes evitables del total de las 716.626 víctimas. Ofendió a las víctimas imitando la muerte de una de ellas, con la boca abierta en busca desesperada de oxígeno; consideró la pandemia “una gripecita”.

Tuvo un desprecio soberano por los pobres. Se mostró enemigo de la ciencia, de la educación, de los derechos humanos, de la investigación científica. Manipuló explícitamente el discurso religioso para fines directamente electoralistas.

La creencia en un ser supremo, en un poder superior, en un Dios, es inherente a la persona humana, como lo ha demostrado en un brillante estudio el gran teólogo suizo Hans Küng, que no depende de la razón, sino de la opción que todo ser humano hace al respecto. Todos los pueblos del mundo han tenido sus divinidades y las honran y respetan a su manera. Incluso los que han renegado de Dios rinden culto a la naturaleza, a un ser superior indefinido, que se expresa de mil maneras.

Lo grave es inventar dioses, en vez de seres humanos, como sucedió en la ex URSS con Lenin, o en Bolivia con Evo Morales. Y es también grave usar a Dios para fines personales o de grupo, para justificar y santificar situaciones de explotación y miseria, y para descalificar a opositores. Y eso sucede, las más de las veces, para rendir honor y gloria a otros “dioses” que son, ni duda cabe, demoníacos: el dinero y el poder.

Carlos Derpic es abogado.



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