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06/02/2020
Vuelta

No por mucho pensar, nos unimos más temprano

Hernán Terrazas E.
Hernán Terrazas E.

Mientras los masistas la tienen clara y están listos para el 3 de mayo, los antiguos opositores deshojan la margarita de sus opciones.

Las encuestas más conservadoras le dan al MAS una preferencia de voto de entre 23 a 25%, con una proyección que podría superar el 30%.

Los expertos advierten que ese porcentaje representa el voto duro tradicional del MAS. La yapa, cuando la hubo, era aporte de Evo Morales.

En el campo de la exoposición las cosas no andan bien. La intención de voto de los candidatos con mejores posibilidades oscila entre el 15 y el 20% y hasta ahora parece remota la posibilidad que se produzca una suma de última hora, que revierta lo que hasta ahora parece una inevitable primera mayoría del MAS en la vuelta inicial.

El problema no es tanto el resultado final de la elección en la segunda vuelta, sino el hecho de que el MAS pueda obtener el voto suficiente como para tener la llave de las decisiones legislativas, algo que condicionaría la gestión de cualquier gobierno futuro a negociaciones permanentes y arduas con una oposición con más razones para confrontar que para consensuar.

La dispersión del voto opositor no obedece solo a que haya muchos candidatos, sino a que claramente el votante hoy divide su voto entre cada uno de los aspirantes porque advierte alguna diferencia entre ellos.

El perfil del votante de Mesa no es seguramente el mismo que el de Camacho, y el de éste viene de otra vertiente que el de Jeanine Añez o Tuto Quiroga. Los que prefieren a Jeanine quisieran que la unidad se articule en torno a su candidatura, los que respaldan a Camacho…lo mismo y así sucesivamente.

En otras palabras, no hay que castigar tanto a la clase política por abrir el abanico de opciones. La responsabilidad, si hay alguna, recae también en un electorado que observa con excesiva suspicacia a todos los candidatos y que, a fin de cuentas, no quiere abandonar así por así al suyo.

No es la elección simple que se esperaba, donde se iba a ratificar a través de una de las opciones el convencimiento de que había que cerrar la puerta del poder al MAS. En el camino posnoviembre ocurrieron muchas cosas, entre ellas varias decepciones que modificaron el tablero de las preferencias.

Paradójicamente, de todos los que fueron protagonistas centrales en la salida de Evo Morales, ninguno puede decir que acumuló más “capital” que el otro. Ni Mesa, por ser la principal víctima del fraude, ni Camacho por ser el “comandante” de la resistencia, ni Jeanine por poner el pecho a las balas de la transición y tampoco Tuto por ser el vocero de la causa democrática fuera del país y un combatiente desde hace años.

Es verdad que todos suman 70% y que eso debería ser más que suficiente incluso para una victoria contundente en la primera vuelta, pero en política nada es tan simple.

Otra posibilidad es que noviembre no haya parido al líder que se esperaba o que la gente vacile porque no sabe qué tipo de liderazgo quiere: el vengador justiciero, el conciliador ecuánime o el que aúne ambos atributos.

Mientras que los opositores al MAS la piensan mucho, los masistas sienten más. De la euforia a la racionalidad, los bolivianos que no quieren volver al pasado, todavía no saben cómo hacerlo y es que no por mucho pensar, nos unimos más temprano.

Hernán Terrazas es periodista.



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