La polémica que se ha desatado entre Mery Vaca y Fernando Molina, dos periodistas destacados, es una muestra más de la crisis que estamos atravesando el periodismo y los periodistas, que no sólo da cuenta de las diferentes concepciones que cada quien tiene del oficio, sino también de que los periodistas, hombres y mujeres, nos hemos contagiado del virus de la intolerancia, que se ha inoculado a la sociedad desde el centro del poder durante los últimos 14 años.
Con el temor de provocar decepción, no me referiré a la polémica en sí. He trabajado con ambos periodistas y doy fe de su idoneidad profesional y humana. Precisamente por esa particularidad me aprovecho para reiterar mi convicción de que la función del periodismo ha recuperado su importancia con la aparición de las redes sociales. Es tal el número de informaciones que la gente recibe y tal el número de falsas noticias que circulan, que se requiere periodistas capacitados y empresas de comunicación que ayuden a estar mejor informado porque se sabe quiénes son, cómo trabajan y si asumen su obligación de ser buscadores de la verdad.
Semejante responsabilidad también exige mucho mayor compromiso por parte de los periodistas para cumplir a cabalidad su labor, exigencia que, a su vez, implica asumir un doble compromiso moral: con uno mismo, en el ejercicio profesional y el cumplimiento de normas éticas, y con la gente, que sin elegirnos confía en lo que le informamos. Se trata de una situación de cambio que está provocando reacomodos en la forma de hacer periodismo y a la que debemos adaptarnos para sobrevivir.
Agreguemos a esos cambios la desaceleración económica que desde hace unos cuatro años el país está atravesando y la pandemia del coronavirus, fenómenos que han golpeado duramente a las empresas periodísticas, al punto que se han visto obligadas a reducir sus plantas de redactores y paralizar muchos de los proyectos que se estaban desarrollando para prestar un mejor servicio a sus audiencias en las nuevas condiciones.
Además, la sucesión de cambios que el país ha vivido desde fines del siglo pasado y el papel del periodismo y los periodistas en esos eventos han resucitando en nuestros gremios viejos temas de confrontación sobre, resumiendo y simplificando al máximo, la concepción de nuestro oficio, el tipo de propiedad de las empresas de comunicación y la actitud del periodista frente a la realidad. En cuanto al ámbito empresarial están los que consideran que se debe revisar, cuando no eliminar la propiedad de los medios, y aquellos que más bien consideran que debe haber disposiciones claras sobre los derechos y obligaciones de los propietarios de medios. En cuanto a los periodistas un tema central revivido es sobre si estos deben defender su independencia político-ideológica o adherir a determinados proyectos políticos para prestar un mejor servicio a la sociedad.
Concretamente se intentó poner en la mesa del debate si en un proceso como el dirigido por el MAS tenían vigencia conceptos liberales como libertad de prensa, de información, de opinión, etc. Y no fueron pocos los colegas que comenzaron a militar en ese proceso o en el campo opositor, manteniendo su labor periodística.
En resumen, parecería que quedaban atrás aquella frase -- de origen católico—de que el periodista debe ser un buscador de la verdad según su leal comprender y que el sistema en el que el periodismo puede cumplir mejor su función es el democrático y plural.
El enrarecido clima en el que nos encontramos permite que se desaten polémicas como la que menciono al inicio de esta columna. Por eso, creo que nuestro deber es, junto a las organizaciones del gremio, abrir un debate democrático sobre nuestro papel y nuestro futuro; sobre nuestra formación y permanente capacitación, sobre nuestros derechos y, particularmente, nuestras obligaciones.
También sobre las empresas periodísticas y su papel en la sociedad, para que tengan la suficiente fuerza que les permita crear fuentes dignas de trabajo, utilizar creativamente los instrumentos que la tecnología de la información ofrece y enfrentar las presiones de los poderes interesados en manejar a su arbitrio la información,
Y hacerlo antes de que las diferencias terminen en confrontaciones sin retorno.
Juan Cristóbal Soruco es periodista.