Definitivamente, el
MAS no va con la formalidad y su burocracia es tan burocrática que espanta a
quien quiera adecuarse a las normas. Mi muy poca relación con el aparato
estatal en estos últimos 14 años me demuestra que el principio rector que los
guía es que el Estado, al estar en manos de los caciques de ese partido, está
por encima de los individuos que deben someterse a sus dictámenes. Por tanto,
su acción no está dirigida a atender a la ciudadanía sino a fortalecer la
administración central y empoderar a sus dirigentes.
Por esa concepción, sus líderes y autoridades están convencidos de que la Constitución y las leyes se aplican cuando no contradicen las decisiones que adoptan, siempre a nombre de un abstracto “pueblo”; que el patrimonio del Estado está a su servicio y pueden hacer y deshacer a su arbitrio; que pueden disponer de los bienes de la gente en función al interés superior del Estado, que es definido por ellos mismos, y que nunca se equivocan si no que son agredidos por enemigos que van creando en el camino.
Están convencidos, en fin, de que la realidad es la que ellos dicen que es y ésta varía en función a sus intereses, por lo que la palabra es degradada, no vale nada pues hoy pueden afirmar una cosa y mañana otra. Además, el ciudadano siempre es culpable, trata de timar al Estado y es pasible a, influenciado por intereses ajenos, atentar en contra del proceso y sus conductores, mientras que el funcionario público no es un servidor sino un comisario que debe guiar a la gente, así sea extorsionándola.
La forma en que las autoridades de gobierno están enfrentando el Coronavirus es un ejemplo notable de esa visión del ejercicio de poder. Parecería que su propósito no es preservar la salud de la gente sino aprovechar el momento para legitimar su proyecto de poder autoritario. Negar que la anterior gestión no hizo en contra de la pandemia es una muestra de su obsesión por cambiar la realidad adecuándola a lo que ellos quisieran que fuera y para ello el despido de funcionarios con experiencia para introducir a los adherentes fue un factor fundamental para que la compra y distribución de las vacunas –que intentó ser aprovechada para fortalecer el Sistema Único de Salud (SUS) o los espacios de poder que han copado en la seguridad social—se convirtiera en un caos. Y si no fuera el personal médico y paramédico entendido en el tema que en medio de la desorganización lograron vacunar a la gente con criterios de racionalidad, probablemente a estas alturas nadie estaría vacunado, salvo los jerarcas y los adherentes.
Obviamente no aceptan haber cometido errores. Buscan culpables y, en este caso, los acusados son los servicios departamentales de salud, pese a que se comprobó que la responsabilidad no estaba en este nivel, y luego, gran descubrimiento, la culpa del caos la tienen los países desarrollados.
Para peor, se ha centralizado la compra de las vacunas obstaculizando que el sector privado pueda hacerlo, decisión que, sumada a la afirmación presidencial hecha en Tarija en el cierre de campaña del MAS, en sentido de que “el Gobierno envió vacunas a esa región para ‘el pueblo, los médicos, no para las familias de los ricos, no para la oligarquía’”, muestra lo que se podría llamar intento de genocidio que los organismos internacionales deberían tomar en cuenta.
Por si fuera poco, en el pliego petitorio de la COB dirigida por militantes del MAS, se pide utilizar los recursos de las AFP, que pertenecen a los ciudadanos que aportan y hemos aportado, para que el gobierno adquiera vacunas en contra del coronavirus 19.
Sin duda estamos pasando momentos muy difíciles en los que si se actuara bajo el principio de servir al bien común correspondería abrir espacios de diálogo y concertación. Pero, el gobierno rechaza cualquier posibilidad de diálogo, en preocupante sintonía con lo que está sucediendo en los países alineados con el socialismo del Siglo XXI.
Así, sin escuchar los claros mensajes lanzados por la gente en el referendo de 2016, en las elecciones de 2019, en las de 2020 y en las de 2021, las autoridades del gobierno y los dirigentes del MAS, sordos y ciegos (lamentablemente no mudos), teniendo la posibilidad de ser los gestores de la reconciliación han optado convertirse en émulos del garcíamecismo del período de las dictaduras militares.
Mientras tanto, la ciudadanía, hombres y mujeres, estamos condenados a cuidar nosotros mismos de nuestra salud y con ayuda del personal médico y paramédico especializado y sensible conseguir que nos vacunen.
Juan Cristóbal Soruco es periodista.