Los resultados de las elecciones generales del pasado
domingo dejaron a un alrededor del 53 por ciento de la ciudadanía feliz y a un
47 por ciento anonadado.
Es que la victoria del MAS, como la derrota de sus adversarios, han sido contundentes, al punto que, paradójicamente, parece que generarán nuevas y duras negociaciones dentro de ambos sectores del abanico político.
Ya se ha escrito mucho sobre las presuntas confrontaciones entre las varias corrientes que el MAS tiene en su seno, y, particularmente, sobre el papel que cumplirá a futuro el expresidente Evo Morales. No será nada fácil abordar exitosamente esta tarea dada su soberbia y autoritarismo, y puede preverse que su resistencia aumentará más aún si intuye que su ciclo ha terminado y que la proyección del MAS será posible sólo si da un paso al costado y no obstaculiza el “aggiornamento” de ese movimiento a los tiempos actuales.
En el campo de los opositores al MAS la disputa será también dura porque hay una dispersión muy fuerte y el ala más radical de lo que se puede denominar la “derecha”, Creemos, se siente portadora de una misión de salvataje del socialismo depredador, y ha cooptado a varias instituciones cívicas. Sin embargo, la votación de esa alianza, que en tiempos normales sería apreciable, así sea que aún es muy regionalizada, está siendo desperdiciada por sus conductores.
Los resultados electorales también han afectado a una buena parte de los analistas y comentaristas que atosigamos a la gente con nuestras columnas o participación en medios audiovisuales. Creo que todos nos equivocamos en nuestras apreciaciones, lo que nos exige revisar y comprender qué ha pasado con la ciudadanía que no ha actuado como nosotros creíamos que lo haría.
A todos nos cuesta reconocer errores por lo que los resultados electorales han generado un nuevo oficio: leñadores en busca de árboles caídos. Así, se busca, como en el viejo “far west”, al chivo expiatorio a quien achacar la responsabilidad de lo que ha sucedido. Entre los analistas, la mira ha sido puesta en los actores políticos, particularmente los candidatos. Algunos operadores políticos departamentales, viendo en peligro su inmediato futuro de gozar de las prebendas del poder, acusa a los vocales del TSE con el implícito e irracional propósito de que se anulen las elecciones.
Mi idea es que no es posible explicar lo que ha sucedido buscando culpables, sin negar los yerros que se han cometido. Insisto en que los 14 años del gobierno de Morales no han pasado en vano y no reconocer estructuralmente esa transformación dificulta realizar análisis certeros.
Lo que sí queda claro es que en las elecciones del domingo pasado la gran mayoría de la ciudadanía ratificó su adhesión al sistema democrático, con sus dos características fundamentales: elecciones limpias y alternancia en el ejercicio del poder. Se trata, por tanto, de una adhesión que se convierte en un cimiento sobre el que, cuando recuperemos una vida normal, sin confrontaciones ni pandemias, podremos seguir bregando para construir una sociedad más tolerante, inclusiva, con equidad y pujante.
Con ese bagaje, que no es poco, estamos obligados a ver el bosque cuidando que los árboles no se caigan, de manera que el proceso de transición que atravesamos culmine con éxito y nos permita marchar hacia el futuro garantizando la pacífica convivencia ciudadana.
Juan Cristóbal Soruco es periodista.